martes, 13 de mayo de 2025

Ham & Eggs (1)

Una película de laca húmeda brillaba sobre el asfalto. Había llovido y el subsuelo respiraba ansioso por las alcantarillas con tenues silbidos. Bocanadas y chorros de un vaho grisáceo y denso, emergían por grietas y poros en las bocacalles, flotaba y ascendía encrespándose sobre las aceras. El sol era opaco y no parecía que fuesen las tres y cuarenta y cinco minutos de la tarde.

 

Robby masticaba concienzudamente su cheeseburger, sentado, de espaldas a la calle, diagonal a la puerta, de frente al mostrador, en Ham & Eggs, la cafetería de la esquina en la calle 42 con la Quinta Avenida. Levantó por un momento la vista, y contempló en los espejos frente a él su rostro pálido y ojeroso. Masculló entonces,  Goddammit!, y en silencio continuó rumiando su hamburguesa. Vestía un sobretodo negro ya verdoso, camisa de rayas azules muy delgadas, corbata negra de seda y un pantalón de franela gris.

 

Frente a él, con una visera amarilla, Raymond iba y venía atendiendo a los clientes. El corpulento moreno uniformado de blanco, miraba de reojo a Robby diciéndose a sí mismo. Ahora viene a Ham & Eggs tan solo un par de veces a la semana y se pierde de vista en cualquier momento, pasa meses enteros sin aparecer, ahora escasamente se detiene un rato, quizás unas horas, sorbiendo un sundae o comiéndose su acostumbrado cheeseburger, luego se va y pasan días, no es como antes, ¿cuánto tiempo hace?, ¿un par de años quizás?...

 

La época cuando Robert frecuentaba la esquina de la 42, con todo aquel grupo de conocidos, los gays de la Quinta, ¿o eran de Madison Avenue?, en ese entonces se le veía con gente muy metida en el crack y en vicios peores, posiblemente delincuentes, unos tipos que ¡francamente!, desentonaban con su apariencia distinguida, su aspecto de antes, ¡de señorito bien!, sus amigotes era la mayoría gente del Village seguramente, pero él no se había visto nunca desaliñado, a pesar de andar mezclado con adictos, algunos muy agresivos, casi todos maricas y niñas mariposas. Años revoloteando entre la 42 y la 40.

 

¡Cómo ha cambiado! En aquellos días Raymond también era más joven, pero Robert ahora era otro. Raymond nunca olvidaría como se lo habían presentado, él le había preguntado al saberlo médico. Are you some kind of nut, doc? Era que el médico, desentonaba entre sus abigarrados compinches, quizás por su edad, pues evidentemente él era mayor que sus amigos, ¿por su indumentaria tal vez?, ¿cómo saberlo?, pero su educación se evidenciaba en el trato, ¿o sería aquel acento indescifrable de su inglés de corte clásico? Raymond lo miraba ahora de reojo recordándolo como era antes, cuando contrastaba con el desaliñado aspecto de algunos de sus conocidos. Viéndolo ahora, pensó… Sigue siendo un misterio, el mismo acertijo de años atrás...

 

Cuando se enteró de que Robby era médico pronto se convenció de que sencillamente estaba chiflado. Luego cuando el mismo Roberto le confesó que él además de médico era psiquiatra, Raymond lo confirmó. He´s a nut shrink! Más de cuatro años trabajando en Ham & Eggs y todavía el doctor venía a chuparse su sundae de fresa. Ray creyó que dejaría de verlo en un par de oportunidades, algunas ausencias se tornaron muy largas, tanto que hacían temer por él y el joven moreno lo imaginaba engullido por el infierno de la gran ciudad. De pronto, reaparecía.

 

Esos seres extraños, siempre desaparecían así, muy pronto, pero… ¡Vaya con Robby doc! Allí estaba, queriendo parecer aún elegante pero muy acabado, físicamente consumido y no obstante masticaba lentamente su cheeserburger y sorbía su strawberry milkshake pausadamente. Era la droga, casi con toda seguridad, la heroína acababa con la salud de cualquiera...

 

Los ecosistemas de la ciudad se habían modificado con los años. En la 41 el mercado de la carne había sido reemplazado por la heroína y el crack. Ahora casi no revoloteaban las prostitutas y los homosexuales, todos parecían estar en otra cosa, de más intensidad... A hamburger? Raymond escuchó la respuesta. A cheeseburger with lots of onion and bacon. How about a Coke? Sure, is ok!

 

Raymond siguió dándole vueltas a la imagen de Robby, se había deteriorado exageradamente en los últimos meses... Lo pensaba mientras lo miraba de reojo a través del espejo y automáticamente le colocaba un rutilante cherry a un copetudo helado de vainilla. Puede que sea otra víctima de AIDS, eso es posible. Lo pensó y volteándose se acercó al doctor sonriendo.


Hi Robby Doc? Roberto Cuello levantó la vista del plato y esbozó una sonrisa. Hello Ray? Raymond iba a hacerle un comentario cuando una voz chillona gritó desde el extremo opuesto del mesón. May I have some french fries pleeease! Raymond asintió con la cabeza diciendo - Yeessss maam, y se alejó del doctor Cuello. Robertico pensó entonces en el hecho disparatado de venirse desde el Bronx hasta la altura de la Quinta y la 42 para comerse una hamburguesa, concienció nuevamente que eso no era lógico. Pero, ¿acaso la razón tenía algo que ver con sus andanzas? Tan solo la ilusión de revivir aquella época del Village cuando compartió tantos meses con Chuck y todo un año con el frágil Birdy…

 

Tantas evocaciones justificaban ese viaje en el subway. Una estupidez quizás, sin lugar a dudas un riesgo innecesario. ¿Riesgo? Ya ni eso existía. Como cambian las cosas, ahora no le importaba mucho el dejar un rato su apartamento, su vida de lobo solitario en aquel cubil cada día más roñoso, en pleno Bronx, donde vivía y venirse hasta Ham&Eggs...

 

¡Qué cosas las del destino!, ahora estaba viviendo tan solo a un par de cuadras del elevado y del piso donde cohabitara con Pauline en su primera vida, cuando Nueva York lo recibió en su juventud. Ahora, allí vegetaba, soportando a Mrs Klinder, la vieja casera polaca que le rentaba el apartamento. Había logrado sostener y mantener un acuerdo, un pacto con ella, lo aceptaba por ser médico, pero no se inmiscuía en su vida, no obstante mes a mes le iba subiendo el alquiler. Si esperaba forzar su salida se equivocaba totalmente, la vieja bruja. Afortunadamente la arpía polaca no husmeaba... En alguna oportunidad él tendría que hacer una limpieza...

 

Era que cada día estaba más cansado, había perdido tantas libras con su último quebranto, un par de meses atrás, la maldita criptosporidiasis por poco se lo lleva al otro mundo, sentado en su inodoro, tuvo que suspender su trabajo en el hospital casi por una semana, hell!, días enteros en el waterclock hasta perder la cuenta de sus evacuaciones, ya después de ir más de cincuenta veces no queda otra cosa que hacer sino hidratarse bebiendo té y usar las hojas para ponerse emplastos que mitigaran el ardor de su carne esfacelada.

 

Nota: el texto de este trabajo es extraído de mi novela LaPesteLoca (Maracaibo, 1997) y continuará y finalizará mañana miércoles 14.

 

En Maracaibo, el martes 13 de mayo del año 2025

 

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