Mis
virus…
Iba
a iniciar esta conversa hablando de “Yo y mis virus”, pero casi que me sonó a
Miguel Aceves Mejía con aquello de “Tú y las nubes”, y me dije… No cuadra;
quizás, debo escribir..., pero lo que llegó a mi mente fue el poema número 20
del Mago de isla Negra, así que en eso andaba, cuando por wasp recibí una fotografía no tan hermosa como otra que pusiera
FelixTapia hace unos días, en Facebook, foto fantástica, con los coronavirus,
rojitos (pueden verla)… Ésta, la del wasp
era una cuádruple imagen con el microscopio electrónico (ME) de células que se
advertían quizás no tan bien fijadas, creo es material de autopsias (“el control de calidad de la medicina” lamentablemente ya caído en
desuso) y pude ver al COVID-19 en varias
facetas, entrando y saliendo de las células…
Recordé
automáticamente la por mí durante años muy estudiada ultraestructura del virus
de la encefalitis equina venezolana (EEV) y busqué las fotos del trabajo de
1973 sobre EEV en el corazón de ratones recién nacidos publicado en Archives of
Pathology (1973,96:294-297)
donde demostraría el fenómeno de los virus atravesando endotelios en vesículas
de pinocitosis, algo que nunca antes se
había señalado con los arbovirus (ver la triple foto de aquel trabajo) y ahora llegamos
al COVID-19, y pude admirar en la cuádruple imagen que recibí por wasp sus partículas, que son mucho más
grandes, y pueden verse también penetrando y saliendo de las células en
vesículas, que no son la pequeñas pinocíticas, estas tienden a ser más amplias
para poder albergar a los peludos coronavirus(ver).
Al
comparar los coronavirus de la foto del wasp
con mis viejas fotografías, las mismas que habíamos publicado, inicialmente
Slavia Ryder para mostrar la separación de las capas del EEV en gradientes de
sucrosa en Investigación Clínica(13:91-141,1972) y luego con Slavia y Elena en
1974 mostrando como lucía el nucleocápside del virus de la EEV al despojarlo
con deoxicolato de sodio de su cubierta, son muy evidentes las espículas del
virus (Invest
Clin 1974,15:56-61), (ver)
y claro que no eran tal largas como las que le crean la imagen de una corona al
COVID-19, pero las demostramos en la cubierta de los virus y vimos cómo al
desnudarlos con la tinción negativa (ver) se
podía determinar la organización del nucleocápside, cuya estructura sería corroborada
años después.
Poco
después, en 1973 mostramos con JTNuñez Montiel en el Congreso de la SLAP en
Mérida Yucatán por colposcopía y con el ME, el VPH en el cuello uterino (ver) y lo relacionamos directamente con el cáncer
del cérvix, y presentados los resúmenes en Patología Mex, luego lo
publicaríamos en una revista venezolana (ActaMedVen,1978,25:132-138). Este hallazgo y
sus efectos solo vendrían a corroborarse en 1980 cuando le otorgaron a
ZurHausen el premio Nobel. Nosotros seguimos mostrando las lesiones por VPH en
cáncer de cérvix y de vulva con Pancho Rincón (Rev Ven Obs Gin 1983,43:203-215), pero ya estaba
apareciendo otra pandemia, la del virus de la inmunodeficiencia humana(VIH)
provocando el SIDA.
En
el Instituto Anatomopatológico de la UCV haríamos más de 400 autopsias gracias
a la dedicación de los médicos residentes, ahora brillantes patólogos del país.
Tras varias publicaciones sobre este virus y sus efectos, el estudio de la patología del SIDA nos llevó
a detectar otros agentes virales como CMV, Herpes, EBV, PML, y buscamos con
afán a el VIH y el virus Herpes8 del sarcoma de Kaposi usando el ME. La
experiencia está condensada en una publicación que aprovecho para mostrar aquí
(ver).
Pero
seguíamos trabajando con EEV y con José Esparza y Carreño mostramos las
lesiones cerebrales en las ratas sobrevivientes (JPathol(GB)1979,28:87-91)
y tras variadas publicaciones desarrollamos un modelo experimental en ratas
para estudiar el efecto intrauterino del virus publicado en The Registry of
Comparative Pathology (AFIP-USA)1981,13:2-5)
y demostrando que el daño fundamental causante de la necrosis cerebral descrita
por el doctor Wenger en humanos el año 1964 residía en la placenta (Infect&Immun1981,32:813-821),
como ya se pensaba que sucedía también en la rubeola destacado en Invest Clin (1980,21:227-371 y en 1983,24:3-15).
Todos estos hallazgos se habrían de corroborar en la bien conocida epidemia de
ZIKA del año 2016, otro arbovirus que transmitido por un zancudo también sería capaz
de causar malformaciones cerebrales.
Sin
querer abusar de ustedes por lo recargado de fotos y de información, esta es mi
historia y siento que una de las razones por las que no quise hablar de “mis
virus” fue porque muy niño recuerdo cuando nos pusieron la antivariólica en las
casona de don Manuel Belloso en Maracaibo, y luego me daría sarampión y también
lechina como a todos, de manera que siento que aquellos, los de mi infancia,
también fueron mis virus…
Maracaibo viernes 24 de abril, 2019 en
la pandemia del coronavirus.
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