De vampiros, y de virus… (2)
Años más
tarde, se presentaría una nueva oportunidad y él haría otro intento por
proseguir la investigación. Ahora se encontraba en el oriente del país, en el
macizo guayanés. Él se hallaba de visita, invitado, en unas haciendas aquejadas de rabia
paralítica. Regresaba a leer detalles que desconocía sobre el ganado y sobre los
murciélagos frugívoros y de los vampiros hematófagos. Examinó cuidadosamente
cuanto encontró sobre los vampiros y con Kumal y Sahib asignados como sus
ayudantes, el médico aprovecharía la mañana del siguiente día para sacrificar
un par de aquellos mamíferos alados y lidiar con la apertura del cráneo para
demostrarles a sus jóvenes ayudantes cómo se lograba la extracción limpia del
cerebro. Luego habrían de fijarlo con otros tejidos en formalina al 10%.
Al atardecer, se acercaron rodando durante casi media hora por una
carretera tortuosa y cruzando altos pastizales hasta el pie de una gran
montaña. Es un tepuy bajo, le dijeron, mientras estaban llegando hasta una
ladera rocosa y empinada para mostrarle las cuevas de donde salían los vampiros
que diezmaban el ganado del ganadero Herr Klaus. Eran decenas de oquedades que
sin duda se ramificaban en su interior. Los veterinarios que le acompañaban las
denominaron, la residencia de los vampiros. Todos los días caen varias reses
enfermas de rabia paralítica, le comentaron, entretanto le explicaban lo
difícil o imposible que resultaría acabar con los miles de vampiros que vivían
en aquellas cavernas. Si los vericuetos de la mole rocosa le impresionaron, el
despliegue y la colocación de las mallas de niebla en aquel sombrío atardecer,
fue para él un procedimiento que le trajo lejanos recuerdos y pensó en Natalia…
La tarea dirigida por sus amigos veterinarios con varios peones que les
acompañaron en una camioneta, fue algo realmente impactante. Toda la maniobra
consistía en extender sutiles mallas que realmente simulaban una neblina y que
estarían siendo dispuestas para detener el paso de los vampiros a la salida o
quizás al regreso de su morada. La operación terminó siendo realizada en la
oscuridad de la noche y aunque había luna en cuarto creciente algunos
nubarrones presagiando lluvia ocultaban su luz plateada, de modo que los
hombres debieron auxiliarse con faros de mano para concluir su complicada
tarea. Ya de vuelta a “La Estación No1”, le anunciaron, que saldrían muy
temprano en la madrugada a recoger los frutos de su trabajo y esperaban contar
con su compañía.
Él durmió solo unas horas en un catre y pudo presenciar aquella ardua labor
de desprender los vampiros de las mallas de niebla usando gruesos guantes
protectores. Recordaba los tiempos de Yoleida en El Cachirí, y era que separar
los búhos y otras aves de los murciélagos frugívoros y tratar de liberarlos,
hasta quedarse solamente con los vampiros, no era fácil marcarlos con un anillo
metálico fechado en una de sus patas y luego ser trasladados a jaulas. Todo
aquel procedimiento resultó para él una labor titánica. Ya, a la luz del día,
él pudo ver como se acumulaban los vampiros capturados en las jaulas que
llenaban la parte trasera de una camioneta. Aquello fue algo que él nunca había
visto con tanta precisión, ni podía habérselo imaginado jamás años atrás.
Él insistió ante Herr Klaus que necesitaba un microscopio de fluorescencia
y los reactivos conjugados con fluoresceína para detectar la presencia del
virus rábico en el material que habría de ser examinado. Para su sorpresa y
satisfacción, ya se había cubierto esa eventualidad, y existía un
fotomicroscopio acondicionado para trabajar con luz fluorescente y poder
realizar eficientemente el trabajo planteado. Un par de días más tarde, él pudo
examinar una de las muestras de la preparación de cerebros machacados obtenidos
de los vampiros capturados, que mostraba ser positiva con la
inmunofluorescencia. El problema residía en que, no en todos los vampiros era
detectable el virus de la rabia; tan solo algunos de los quirópteros al clavar sus
dientes en las carnes del ganado Cebú, provocarían la enfermedad y las reses morirían
por rabia paralítica. La idea de poder identificar los vampiros que poseían el
virus, antes de sacrificarlos, él se lo plantearía a Herr Klaus.
Pretendía construir unos galpones donde debería permanecer un becerro en
compañía de un par de vampiros cohabitando en el mismo ambiente hasta esperar
que el animal se enfermase. -Sería lo ideal- le dijo, y prosiguió: -Esos, los
vampiros cohabitantes del galpón con el becerro que se enferme, serán los
portadores sanos del virus rábico y serán los señalados para ser examinados. La
propuesta fue aceptada por Klaus y en un par de meses estaban ya construidos
los galpones para encerrar tres becerros por separado, y en cada uno con una
pareja de vampiros seleccionados para convivir en un ambiente totalmente protegido
por alambre gallinero. El proyecto se puso en marcha y desde ese momento a él le
tocaría trabajar en un laboratorio en el sótano. Él tuvo que aceptar que su
suerte era grande y que valía la pena el esfuerzo de haberse, prácticamente
mudado, desde el otro extremo del país y contar con Kumal quien se había vuelto
un experto en extraer el cerebro de los vampiros y con Sahib que hacía cortes
con el microtomo que eran insuperables, de manera que con sus jóvenes
ayudantes, las preparaciones histológicas y para la inmunofluorescencia se
procesaban a diario con excelentes resultados.
En el mes de noviembre, ya en cuatro vampiros habían detectado por
fluorescencia al virus de la rabia en su estado natural; dos becerros habían
perecido. Tenían material abundante y las conclusiones habían resultado por
demás interesantes. Él como neuropatólogo, pudo describirle minuciosamente a
Klaus todos sus hallazgos. Había estudiado el cerebro de los becerros y allí
estaba patente la rabia con sus inclusiones características en las neuronas,
pero la gran sorpresa sobre lo que la fluorescencia parecía señalar apuntaba a
la grasa parda en la espalda y el lomo de los vampiros como el sitio donde se
identificaba una mayor positividad inmunofluorescente sin que histológicamente
fuese posible observar ninguna alteración en los tejidos examinados. Él, quien
era neuropatólogo, tampoco observaba el fenómeno encefalítico en el cerebro de
los vampiros y eso lo frustraba. Aquellos cambios tan bien estudiados a través
del microscopio de luz en los cortes del cerebro de los bovinos, no los veía en
los vampiros. No había ninguna señal inflamatoria…
Kumal
aprendía entusiasmado todo cuanto su nuevo jefe se dedicó a enseñarle sobre la
histología del sistema nervioso. Ambos ayudantes se esmeraron en estudiar para
conocer la topografía del cerebro de los vampiros y ensayaron algunas
coloraciones de plata con resultados sorprendentemente buenos. Tras mirarlas
por el microscopio y recurrir a los libros y a varios atlas de neuroanatomía
comparada, él regresaría a las preparaciones teñidas con hematoxilina y eosina,
donde buscaría afanosamente en las neuronas de los cerebros de los vampiros los
cuerpos de Negri característicos de la rabia, y hasta en la grasa parda, sin
detectarlos. Procesaron el cerebro y la médula espinal de los bovinos
infectados y allí si existían los hallazgos clásicos de la encefalitis rábica.
Muestras de
diversos tejidos de los vampiros que resultaron positivos a la fluorescencia presentaban
histológicamente irregulares resultados. La necesidad de identificar los
cuerpos de Negri lo llevó a convencerse de que debería usar la ultraestructura
para detectar las partículas virales. Entonces le señaló a Herr Klaus la
necesidad de usar aquel instrumento si de veras querían entender lo que sucedía
con los virus de la rabia. Añorando los tiempos cuando utilizaba un microscopio
electrónico, insistió en que aquel sería el paso necesario para seguir adelante
y Klaus quien se iba de viaje, le prometió que a su regreso hablaría con las
autoridades de la Universidad de Oriente y conseguirían acceso a un microscopio
electrónico que sabía existía en Ciudad Bolívar…
Bien señores,
hasta aquí, ya está bueno de virus y de vampiros. “Hasta en la
sopa” podrían decir, ahora precisamente
cuando la sopa de estos mamíferos voladores se ha involucrado en la pandemia
que padecemos provocada precisamente por un virus de vampiro afectando a los
humanos. Pero quiero explicarles brevemente, que todo lo anterior es solo un cuento,
en el sentido de que por demás, está ya, hasta publicado, al menos la mitad de
la historia. Sí, esa de las ahora codiciadas minas del Guasare y del río Socuy,
se puede leer en mi novela “La Peste Loca” (Maracaibo, 1998)… La continuación de los
experimentos, la parte “guayanesa” que guarda muchos visos de realidad, está en
otra novela. aún inédita. De manera que solo me queda darles las gracias por
haberme leído en este ejemplo de literatura, sobre un real proyecto de
investigación no concluido, al cual le dediqué unos cuantos años de mi vida.
Fin de “De
vampiros y virus” (1 y 2)
Maracaibo, lunes 13 de abril, 2020
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