La Bibliomanía
El doctor Alois Pichler siempre estaba rodeado de libros. En 1869,
Pichler, quien era de Baviera, se
convirtió en bibliotecario de la Biblioteca
Pública Imperial en San
Petersburgo, Rusia, con un salario de 3.000 rublos tres veces superior
al del bibliotecario promedio. Pero Pichler sufría de una enfermedad
irreprimible. Unos meses después de su ingreso, el personal descubrió que un
número alarmante de libros estaban desapareciendo de la Biblioteca. Sospechaban
de robo. Los guardias notaron que Pichler había estado actuando de manera
extraña y comenzaron a prestársele especial atención.
Cuando en marzo de 1871, más de 4.500 libros ya habían sido robados de
la biblioteca y ellos fueron encontrados en poder de Pichler se decidió
llevarlo a un juicio. Su abogado alegó que el bibliotecario no tenía el control
de su comportamiento, ya que venía siendo
influenciado por una "condición
mental peculiar, una manía no en el
sentido legal o médico, sino en el sentido ordinario de una pasión
violenta, irresistible e inconquistable". La defensa diseñada para mitigar su castigo, no
funcionó, y Pichler fue declarado culpable de la oscura y pseudo
psicológica enfermedad de la Bibliomanía, y fue exiliado a Siberia.
La Bibliomanía (Book Madness) era una especie de enfermedad que se había extendido por Europa a
partir de Inglaterra durante el siglo XIX con síntomas tan peculiares como un
loco frenesí por tener las primeras ediciones, las copias más raras, los libros
de ciertos formatos y tamaños, con especial regusto por aquellos con cierto
tipo de papel. Según el reverendo Thomas Frognell un neurótico amante de los
libros en inglés, la "plaga del libro" había alcanzado su apogeo en
París y Londres en 1789.
Después de la Revolución Francesa en 1799, los aristócratas franceses
vendieron sus propiedades para huir del país y muchas bibliotecas privadas
vaciaron sus estanterías. Los catálogos de subastas del siglo XVIII estaban
repletos de libros franceses y los precios de los excelentes textos anticuarios
al menos se cuadruplicaron en ese período. Hombres y algunas mujeres
coleccionistas compraron libros para conservar y preservar el patrimonio
literario de Europa, mientras que otros lo hicieron como un símbolo de riqueza
y poder.
En este momento, la construcción de libros era un arte delicado y
laborioso que se hacía completando el libro a mano, desde cortar el papel hasta
crear la encuadernación, lo que agregaba valor. Entonces como ahora, los
coleccionistas deseaban ciertos libros por razones muy específicas, como los
tipos de letra que usaban. Un estilo caligráfico preferido era conocido como
"letra negra". Existían ciertos tipos de libros que estimulaban “la
manía”: las primeras ediciones, los libros impresos en letras negras, las
grandes copias en papel, los libros sin cortar, las copias ilustradas, las
copias únicas con encuadernación marroquí o forro de seda y las copias impresas
en vitela.
Si bien hoy día ese tipo de comportamiento pareciera
más bien un acto de acaparamiento, en la
Revista Journal of Art Crime, Anna
Knuttson escribiría sobre aquella “Book madness” que parecía ser más seria ya
que a su entender, “el placer que
disfrutan los acumuladores al recolectar, puede ser tan profundo que podría
definir la autoimagen de una persona y hasta darle incluso un propósito de
vida”. Se planeaba igualmente que la cura de la bibliomanía vendría con la
comercialización de libros. Su predicción se hizo realidad. Con el tiempo, el
deseo de acumular, catalogar y preservar se hizo menos intenso con el
advenimiento de tecnologías de impresión más eficientes con motor de vapor en
la década de 1820. Pero la historia de “La Bibliomanía” sigue siendo una
advertencia, relevante para los obsesivos de hoy.
Maracaibo,
viernes 3 de abril, 2020.
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