Investigar sobre la peste…
En estos
tiempos cuando los investigadores acuciosamente se esfuerzan por conocer a
fondo los misterios del Covid-19, quiero aprovechar para mostrarles al
bachiller Rafael Rangel recién llegado a La Guaira, en el año 1908, dispuesto a
investigar si realmente existía un brote de peste bubónica… ( El texto es extraído
de Cap III de mi novela “El movedizo encaje de los uveros” (Maracaibo, Ediluz,
2003).
“Su mirada se perdió en el
horizonte. El mar era infinito... ¿Qué hay más allá? Achicó los ojos. Miró el
movimiento de las hojas verdes en los uveros contorsionados en la playa y la
arena salpicada con el movedizo encaje malva, y en oleadas los pensamientos tristes
volvieron a la carga. Cuando él ya comenzó a percatarse de que iba a sentir
nostalgia de los tiempos idos, el viento salobre y cálido le recorrió el rostro
y le hizo estremecerse regresándolo a la preparación colocada en la platina del
microscopio. El viento no le traía ruidos ni voces desde tan lejos... Entonces
recordó los marullos del lago, en sus días de estudiante, los palmares y ese
sonar acompasado de las olas, los marullos todo el tiempo.
Las hijas del profesor Fuenmayor, Fonmayor
como le decía el chino Montiel, ellas en la casona de Bella Vista todas
aquellas chinas guajiras con sus bartolas, y misia Carmen quien las vestía de
blanco y se destacaban sus cabellos negros, lacios, brillantes, sedosos, las
paragüeras. Cómo la mata de pelos de Ana Luisa, cabellera ondulada, era como el
mar, brillante y acerado, una sabana tumultuosa, negra de noche, esmeraldina en
el día... Casi cerraba los ojos para tratar de atisbar más allá del horizonte,
lejos... ¿Hasta dónde? Pensó entonces en
los ojos pardos de Ana Luisa y sonrió al recordar cómo se reía ella de sus
historias sobre los chinos guajiros de Maracaibo.
¡Los chinos! Kitasato era chino-japonés, así les decía Montiel; era una
expresión de Asdrúbal… Sonrió de nuevo, ¿cuantos años hacía de eso? En una
fotografía reciente, el doctor Kitasato se veía como un hombre mayor, quien
parecía mirarlo de reojo a través de sus rasgaduras, aquellos ojos protegidos
por el pliegue epicántico, hendiduras las del viejo sabio, sonriente, parecían
informarle en silencio cuan fácil es desentrañar los misterios de los
microbios. Él le diría, ¡claro que sí, doctor Kitasato! El bacilo de la peste,
estudiado a fondo por el chino-japonés. Kitasato lo observó, en su
microscopio... Entonces él recordó como había devorado, con deleite, las
páginas del informe de Kitasato sobre la peste bubónica en China. En la sangre
era más difícil hallar los bacilos, pero Kitasato los había visto en
veinticinco de veintiocho muestras examinadas.
Esbozó una sonrisa. Nuevamente estaba tironeando su bigote mientras en voz
baja discurrió para sí... En los ganglios es donde hay mayores posibilidades...
Las láminas estaban preparadas con el pus y con el material necrótico de los
bubones, pero no se veía nada en lo absoluto. Algo está sucediendo... Algo
anormal que impide la visualización de los bacilos... Volvió a mirar hacia la
mar lejana y suspiró. Extendió su mano hasta su pequeña maleta abierta sobre la
cama, y extrajo un libro de cubierta rústica de páginas amarillentas. Lo abrió
en un sitio marcado con una tira de papel azul. "El bacilo se encuentra siempre en los ganglios linfáticos del
enfermo aunque no existan bubones..." El profesor Kitasato fue enviado por el gobierno de Japón para
estudiar la epidemia de peste que azotaba a Hong Kong; aquella debió ser una
experiencia incomparable. También a Yersin lo envió el Instituto Pasteur de
París, a la China...
¿Dónde estará ahora mi viejo amigo, dónde andará mi profesor, mi maestro
Aníbal Santos Dominici? Quizás vivirá en Francia. La política le obligó a irse
del país... Tal vez nunca regresará. Nunca jamás. Pensó entonces en el
Presidente Cipriano Castro y miró nuevamente hacia la ventana. Casi no se veían
nubes en el cielo azul pizarra. Observó el ondular de las hojas verdes de los
uveros... Temblaban en sus troncos blancos, retorcidos y en la arena las
sombras conformaban manchas movedizas de un índigoverdoso...
Yersin y Kitasato en Hong Kong, quizás montados sobre barquichuelos, en
sampanes, ¿en bongos?, y habrían miles de ratas en una bahía infecta. ¿Dónde
estaba él? Sentado frente al mar Caribe. La luz del sol brillando frente a él y
no podía hallar el bacilo de la peste. ¡No era capaz! Unos pocos enfermos con
incordios... ¿Qué tal si resulta ser una
epidemia como la de China? Cuando Yersin y Kitasato llegaron a la bahía de Hong
Kong ya habían muerto más de trescientos chinos, luego fallecerían cientos de
chinos más y la peste se haría incontrolable. Los ganglios son como un caldo de
cultivo. Esa había sido una de las conclusiones más precisas del viejo maestro
japonés. Había que machacar los ganglios
hasta hacer un puré, una pasta de bacilos pestosos. ¿Acaso no es eso lo que he
hecho? He abierto los bubones con la lanceta, los he drenado y no encuentro los
bacilos de la peste...
Abrió entonces nuevamente las páginas del libro marcadas con la tira de
papel azul y leyó en silencio. "El bacilo de la peste bubónica es corto,
cilíndrico, redondeado en sus extremos, de dos micromilímetros de diámetro, no
se tiñe con el método de Gram, pero toma los colorantes básicos de la anilina”.
En ese momento fue cuando decidió abrir su cuaderno de notas murmurando para sí
que era preciso buscar el número de la Gaceta Médica de ese año, estaba seguro
de que había sido en 1903... “Es un
anaerobio que no necesita gas y crece entre 36 y 37 grados centígrados".
Levantó la vista del libro y miró las láminas al lado de su microscopio...
Estaba recordando un artículo sobre la peste leído en 1903. Después volvió a
cerrar el cuaderno e impaciente se puso de pie.
Nerviosamente caminó cruzando la habitación de un lado a otro. Me siento
enjaulado. Lo pensó y reconsideró la situación, sin poder creer que todo se
estuviese transformando en un problema, en algo más difícil que otras
investigaciones... Pensativo se tironeó del bigote. Recordó los duros días del
trabajo de campo, aquella época desesperada a finales del año 1904. Siempre le
era fácil recordar las fechas, porque Ana Luisa estaba embarazada cuando él
tuvo que marcharse. Ella se quedó preocupada y él pendiente. Así,
transcurrieron semanas y semanas, y él sin poder regresar a Caracas, con su
laboratorio a cuestas, por Ortiz y por Guigüe, pueblos hirvientes llenos de
niños barrigones y de campesinos hambreados... Muchos de aquellos rostros
macilentos, alimentados con café y guarapo, remojando las arepas en el agua de
papelón, permanecían grabados en su mente.
Las fiebres maláricas, palúdicas y hemoglobinúricas, estaban haciendo
estragos entre los campesinos... Había un horizonte lejano, lleno de
esperanzas, como los esteros, como la llanura sin fin… Con la lluvia habían
florecido los llanos con un verde denso, infinito, como el mar, y aquella
ansiedad esperanzada de querer saberlo todo... Como ahora, le embargaba el
deseo febril de investigar, de descubrir la verdad. Horas enteras había pasado
a caballo, entre gente sencilla, pobre, famélica y llegando a Calabozo... No
puede ser que esto de la búsqueda del bacilo pestoso, sea más difícil que todo
aquel esfuerzo para localizar los tripanosomas en la sangre de los caballos
derrengados.
En el pus que exudan los bubones tiene que estar el bacilo de la peste...
Pero no lo veo. Hay algo que está fallando y no sé qué es... A menos que los
incordios sean provocados por otro bacilo y no por el de Yersin y de Kitasato.
¿Será posible? Entonces pensó en su amigo y colaborador, el bachiller Francisco
Mendoza. Cómo le hubiese gustado contar con su colaboración en este par de días
interminables... En el Rastro, cuando hizo el hallazgo de los tripanosomas,
casi el primer día del año 1905, ¡con cuánta emoción le había comunicado a
Francisco la buena nueva! Desde Calabozo también le había notificado a su gran
amigo, al cirujano Pablo Acosta Ortiz. Lo había descubierto, y era el
tripanosoma de Evans, el de Elmasian... Tiene que ser más fácil detectar unas
bacterias en un frotis... Siempre será más fácil cultivar bacilos... Pero los
bacilos de la peste bubónica se negaban a asomarse por las lentes del
microscopio...
Maracaibo, miércoles 15 de abril, 2020
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