Cajal y las investigadoras
Hace
unos días me referí en este blog (https://bit.ly/34N5wx9) a la
doctora June Almeida, la mujer que descubrió y le puso nombre al virus que
azota a la humanidad. Hoy voy a hablar sobre don Santiago Ramón y Cajal y las
mujeres, un tema que se ha debatido señalando que habían pocas mujeres en su
laboratorio, a pesar de que en sus Charlas de café, Cajal rebatía a “los
detractores de la mentalidad de la mujer” que aducían a “el volumen y peso exiguos” del cerebro
femenino. El neurofisiólogo Ramón y Cajal “ argumentaba risueñamente que: “Buena parte de los genios y talentos
superiores poseyeron un cerebro pequeño o mediano, igual o apenas superior al
promedio del de la mujer. De mí, sé decir que, habiendo contemplado en la
Sociedad Real de Londres el vaciado de la cabeza de Newton, quedé admirado de
la exigüidad de su capacidad craneal”…
En una
cajas que permanecían almacenadas
en una sala del actual Instituto Cajal cerca del estadium de
fútbol del Real Madrid, se sabe que desde hace décadas yace la mayor parte del
legado del premio nobel don Santiago Ramón y Cajal. En una revisión de las
cajas del mismo archivo realizada en 2019, llamaron la atención una serie de
dibujos con minuciosos esquemas de las terminaciones sensitivas del clítoris
que datan de 1932, los cuales estaban firmados por C. del Valle y María G.
Amador.
Las
dos mujeres dibujaban con maestría y aparecen descritas en un artículo en
francés publicado en 1932 sobre las “terminaciones
sensitivas de los órganos genitales externos”. “Creemos que es el primer
artículo científico que se publicó sobre la inervación del clítoris”, subraya
Fernando de Castro, del Instituto Cajal. Los dibujos sobre la inervación del
órgano del placer sexual femenino se hicieron a partir de disecciones de
cadáveres con observaciones hechas al microscopio. Esta investigación revelaría
que el propio Cajal acogió a algunas mujeres pioneras entre quienes figuraban
Conchita del Valle y María García Amador, ilustradoras en el laboratorio de
Jorge Francisco Tello, uno de los primeros discípulos de Cajal.
En
su libro Misoginia y comprensión en clásicos españoles del
siglo XX, publicado por la editorial
Áltera en 2015, la historiadora Sacramento Martí señalaba que Cajal,
pese a todo, ha sido habitualmente acusado de machismo. Un nuevo trabajo, publicado en la revista Frontiers in Neuroanatomy,
mostró el verdadero e insólito papel de las mujeres en la denominada Escuela de
Cajal. Para el año 1922, cuando el ya ganador del Nobel de Medicina había
recibido la medalla Echegaray, don Santiago elaboró una lista con sus
discípulos y allí, entre 27 hombres, aparecen los nombres de otras dos mujeres:
Laura Forster y Manuela Serra.
Era una
época cuando la presencia de mujeres en los laboratorios era totalmente
inusual, y Elena Giné coautora
de la investigación y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad
Complutense de Madrid recalca que, “Cajal
incluyó a Forster y a Serra en su Escuela porque las consideraba al mismo nivel
que los hombres”. Laura Forster, una médica australiana nacida en Sídney en
1858, quien llegó al laboratorio de Cajal en 1911 procedente de la Universidad
de Oxford para “aprender a dominar las
técnicas” del sabio español. En uno de sus trabajos científicos, la
investigadora relataba que el propio Cajal le había sugerido que explorara la
degeneración traumática en la médula espinal de las aves, un fenómeno que él ya
había estudiado en mamíferos. Al publicar sus resultados, la australiana
expresó “las más cordiales gracias al Dr.
Cajal por sus amistosos consejos”.
Manuela
Serra y su hermana Carmen, no eran médicas, eran ayudantes en el laboratorio de
Cajal y sin embargo Manuela llegó a firmar en 1922 un artículo de investigación
en solitario, sobre las células del tejido nervioso de la rana. Los
investigadores, también citan a la médica toledana María Soledad Ruiz-Capillas
(1902-1990) y a su colega cántabra María Luisa Herreros (1917-1985) como
investigadoras del círculo del Nobel español.
Enriqueta Lewy, la autora del libro “Santiago
Ramón y Cajal: el hombre, el sabio y el pensador” publicado en 1977,
se incorporó como bibliotecaria al Instituto Cajal cuando solo tenía 16 años en
1926, y su dominio del alemán facilitó la correspondencia de Cajal con otros
científicos europeos. Las memorias de Lewy, escritas tras su exilio en la Unión
Soviética y China a causa de la guerra civil española, daban la idea errónea de
que ella había sido la única mujer en el entorno científico de Cajal. “Es curioso que, siendo una persona muy
activa en el movimiento feminista, no mencionase al resto de mujeres ni
siquiera de pasada”, apunta De Castro quien con su equipo analizaron los
factores que contribuyeron a la idea de que en la Escuela de Cajal no había
mujeres.
La neuropsicóloga Cristina
Nombela, de la Universidad Autónoma de Madrid, defiende la
relevancia del trabajo de aquellas pioneras. Refiriéndose a Conchita del
Valle y María García Amador, afirmaría: “Estas señoras no hacían un trabajo de
calcar, sino que tenían un estilo y firmaban sus obras, como artistas”, y
explica que el redescubrimiento de estas mujeres olvidadas por la historia
obliga a revisar la percepción que se tiene de Santiago Ramón y Cajal. “Yo,
honestamente, creo que, para su época, no era machista”, sentencia. (Todas
estas noticias aparecieron en el diario El País el 23 JUL 2019).
Maracaibo, domingo 26 de abril,
2020
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