Psiquiatras en tiempos de silencio…
En mayo 2016 (https://bit.ly/2KcehHP) y luego en octubre 2017, (https://bit.ly/32DrO1k) en este blog me referí a “Tiempo de silencio”. Quisiera
volver de nuevo sobre la famosa novela de Luis Martín Santos, y poder
trasladarnos a la sordidez vivida al finalizar la Guerra Civil española cuando
una novela salió a la vanguardia de la cultura popular, al atreverse a
denunciar el atraso cultural y científico de la España de aquellos tiempos. Un
accidente en 1964 pondría fin a la vida del escritor, médico psiquiatra que se
atrevió a denunciar como nadie lo había hecho, las estructuras psíquicas del
franquismo.
A finales de los años cuarenta, en
plena posguerra, España se encontraba totalmente aislada del resto del mundo y
su retroceso se había venido acelerando tras la caída del Eje Roma-Berlín. Los
españoles empobrecidos y sin apenas recursos, engañaban al hambre como podían.
Los malos tiempos se disparaban en todas las direcciones, incluyendo
particularmente a la investigación científica. De esto, y de muchas más cosas,
trata la novela Tiempo de silencio, a la que me referí antes en este blog; innovadora
obra literaria escrita por el notable psiquiatra Luis Martín Santos quien, en
sus días, fue llevado con grilletes a los ejercicios de oposiciones a cátedra,
por el simple delito de pertenecer a la disidencia antifranquista.
En su novela Tiempo de silencio, el
psiquiatra Luis Martín Santos para realizar su acusación, de que la Guerra
Civil había convertido la ciencia en una supuesta religión, se sirve del cuadro
de costumbres de realismo social, y reconstruye el paisaje, la gente y el
silencio, a la vez que va creando
elocuentemente, lo
pintoresco de una dimensión más literaria de lo que se escribía hasta el
momento, y transformando el cuadro de costumbres en un verdadero “realismo
dialéctico”. Martín Santos alcanzaría su logro con las vicisitudes del
personaje, un joven médico que necesitaba ratones para poder seguir
experimentando en el laboratorio.
Un
ejemplo del atraso científico en aquellos días, es la figura del primer catedrático numerario de Psiquiatría
en la Universidad de Valladolid, el renombrado
médico Antonio Vallejo-Nájera Lobón, conocido por algunos como el Mengele
español, quien durante la contienda civil dirigió los Servicios
Psiquiátricos del Ejército franquista. El doctor Vallejo-Nájera estaba empeñado
en demostrar que, con la llegada de la República, la “raza española” había sufrido decadencia y deterioro; una
degeneración cuya causa primaria la encontraba él, en la debilidad mental de
las personas que se habían apartado del orden establecido, por culpa de la
flojera provocada por la ideología marxista. Para llegar a tales conclusiones,
el doctor Vallejo-Nájera se dedicó a estudiar la conducta de distintos
“pacientes”.
La “raza
española” era una idea que la psiquiatría peninsular daba como válida en
aquellos tiempos. Sin ir más lejos, el respetado psiquiatra Juan José López
Ibor también la defendió. Con todo, más allá del idealismo, Vallejo-Nájera se
dedicaría a buscar una explicación “científica”,
para demostrar que existía “un gen rojo”.
Tenía el apoyo de Franco quien estaba interesado en alcanzar las “raíces biopsíquicas” del marxismo para
arrancarlas de cuajo de la sociedad española. En agosto de 1938, en plena
guerra, se crearía el Gabinete de Investigaciones Psicológicas, donde
Vallejo-Nájera experimentaría con prisioneros. No hacía falta irse a buscar los
ratones de la novela de Luis Martín Santos, pues se pretendía crear una copia
del Instituto Alemán que difundió los postulados eugenésicos nazis, pero
adaptado a la exigencia de nuestra tradición religiosa católica y apostólica
romana.
Antonio
Vallejo-Nájera Lobón en 1917
fue nombrado agregado de la embajada de España en Berlín, como
miembro de la comisión militar que debía inspeccionar los campos de prisioneros
de guerra; por el cumplimiento de esta misión se hizo acreedor de otras varias
condecoraciones de diferentes países europeos. Durante
su permanencia en Alemania tuvo
oportunidad de conocer las clínicas psiquiátricas, así como de escuchar las
lecciones de Emil Kraepelin, Ernst Kretschmer, Hans Walter Gruhle y Gustav Schwalbe, cuyos trabajos le dejaron una honda influencia.
Vallejo-Nájera en su definitiva vocación por la Psiquiatría tradujo al
castellano las obras de Gruhle y Schwalbe, y ya en España, fijó su residencia
en Madrid, donde dirigió, desde 1930, la clínica psiquiátrica de Ciempozuelos. Vallejo-Nájera
cultivó su relación con Franco "en respetuoso Homenaje de admiración
al invicto Caudillo Imperial, Generalísimo de los Ejércitos Españoles de
Tierra, Mar y Aire", dedicándole su libro sobre la psicopatología de
la guerra, con algunos estudios previos sobre la relación entre marxismo y
deficiencia mental.
En 1931 y durante la Guerra Civil el
profesor en la Academia
de Sanidad Militar, afecto
al nazismo, coronel
Vallejo-Nájera, dirigió los Servicios Psiquiátricos del Ejército franquista y
escribió extensamente sobre la degeneración de la raza española, que, según él,
habría ocurrido durante la República, postura adoptada también por sus colegas Juan José López Ibor, Ramón Sarró, José Solé Segarra, Marco Merenciano y otros psiquiatras de su mismo bando, quienes
tenían una rivalidad furibunda que les llevaba a despreciar y oponerse a
cualquier afirmación del “otro bando", algo que al parecer era habitual en
la medicina y en la academia española.
El 10 de agosto de 1938 Vallejo-Nágera le escribió
a Franco solicitando permiso para crear el Gabinete de Investigaciones
Psicológicas, y dos semanas más tarde recibió la autorización esperada. Su
propósito era patologizar las ideas de la izquierda. Los resultados de sus
investigaciones proporcionaron al alto mando militar los argumentos
"científicos" necesarios para justificar por qué presentaban a sus
adversarios como una especie infrahumana, y Vallejo-Nágera fue ascendido a
coronel. De esta manera, influenciado por el nazismo, importando sus técnicas
psiquiátricas y antropológicas, el doctor Vallejo-Nájera divulgaría el
resultado de sus investigaciones en distintas revistas científicas y de manera
disparatada, intentaría demostrar que el “biopsiquismo
del fanatismo marxista” era la causa de la inferioridad mental de “los rojos” como también es la causa de
su fealdad física. Con la caída del Eje Roma-Berlín el retroceso de España
alcanzó su dimensión más miserable, y el aislamiento hizo que aquella nación se
convirtiese en un erial donde sus habitantes andaban como sonámbulos, buscando
el punto de luz siempre oculto bajo el oscurantismo religioso.
Conocí la novela
Tiempo de silencio hace ya más de 27 años,
gracias a mi amigo y colega gipuzkoano Eduardo Blasco Olaetxea. La novela de
Luís Martín-Santos fue publicada en 1962 por la editorial Seix Barral, y
considerada inicialmente como una novela neobarojiana, hoy es clave en la evolución de la novelística española. La misma editorial
realizó otra edición en 1965, ya muerto el autor, donde se recuperaban los
fragmentos censurados. La decimocuarta impresión (1980), se considera la
edición definitiva que restaura todas las partes eliminadas por la censura,
pero recoge erratas de anteriores ediciones y muestra variaciones textuales,
pero tampoco es fiel a los contenidos iniciales ya que lamentablemente no se
conserva el original mecanografiado… “Tiempo de
silencio” fue llevada al cine español en 1986, en una película dirigida
por Vicente Aranda.
Maracaibo, jueves 14 de noviembre, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario