De mi madre y mi
tío poeta
Tuve la suerte de conocer personalmente a mi tío Fernando, en Maracaibo el
año 1947. En aquel entonces yo era un niño de ocho años, pero recuerdo
perfectamente su visita a nuestra casa, “Los Arrayanes”. Mis hermanos y yo,
sabíamos que era el mayor de nuestros tíos, que era poeta y que había combatido
en la guerra del catorce. Estuvo unos meses en Maracaibo, antes regresar a Los
Estados Unidos, donde fallecería al año siguiente, en agosto de 1948. No podía
imaginarme, a la edad de ocho años, la importancia de mi tío como poeta, pero
si comprendimos, mis hermanos y yo, que él era un personaje de esos que solo se
encuentran en los libros de aventuras.
En el
año de 1907 tenía Fernando 17 años y un panorama imprevisto se abrió ante él.
La posibilidad de abandonar el suelo nativo agitaría sin duda su corazón de
soñador y poeta, él seguramente sopesaría la idea, posiblemente pensaría en sus
padres, en sus hermanos, en Inés Dávila y decidiría aceptar el reto. A finales
de ese mismo año, a lomo de mulas, en tren y luego embarcándose en varios
vapores, marcharía para irse a estudiar en Norteamérica.
En el
Colorado College, de Colorado Springs habría de iniciar Fernando su periplo de
personaje novelesco. Fue estudiante de ingeniería civil, profesor de español,
deportista, dibujante, se fue a la guerra del 14 con sus compañeros y sus
discípulos y ya en el frente de batalla estuvo dirigiendo una compañía de
Infantería siendo condecorado por servicios con la medalla de guerra de la “Meuse Argonne”. Regresaría a Norteamérica y en el
Colorado College volvería a ser profesor de español y se graduó de Filosofía y
Letras.
Casó
con una norteamericana, fue obrero en molinos para la extracción de oro,
lavaplatos en un restaurant neuyorkino, actor de cine, cowboy, guionista de
películas, director de Publicidad de la Columbia Pictures, asesor de Producción
de la Fox, premiado con un Oscar de la Academia de Artes Cinematográficas en
Hollywood por el guión de la película “Sombras de Gloria” en 1935, ejerció el
periodismo en Nueva York y con una sólida cultura humanística, se transformaría
en un erudito, versado en literatura y filología. Hablaba y escribía en inglés
y en francés con la misma perfección que en español, colaborador de numerosos
periódicos y revistas de América Latina y España con los seudónimos de “Tom
Ayala” y “El Conde de San Javier”, sus crónicas se titulaban “ Vistazos
Neuyorkinos” y “Salpicón Cosmopolita”.
Quisiera
que regresámos al año
de 1907, quizás en el mes de Septiembre cuando nació mi madre, la hermana menor
del poeta... Fernando Carlos era un espigado mozo de 17 años quien ya estaba
considerando la posibilidad de irse a estudiar en Norteamérica. Puede que esta
fuese la razón del porqué sus padres, don Lorenzo y doña Albina decidieron
nombrarle padrino de bautismo de su pequeña hermana recién nacida. Mi madre fue
bautizada como María Amelia Jacinta del Monte Carmelo. Con los años ella se
enteraría de cómo Fernando la alzó en brazos y su mamá, doña Albina, acaso
presintiendo el próximo largo viaje que habría de emprender el hijo mayor y joven
poeta, tomó la cadena de plata con la medalla de la Virgen de la Consolación
que lucía la recién nacida y se la entregó a Fernando quien la conservaría para
toda la vida.
Desde su más tierna
infancia en San Cristóbal, la pequeña Marujita sabía de su hermano mayor, le
escribía cartas, en letras de molde las primeras, luego de niña relatándole la
vida de su casa y preguntándole muchas cosas, de manera que con los años
persistió un gran amor y veneración por su hermano mayor y padrino ausente a
quien no llegaría a conocer sino mucho después a finales de los años treinta.
Podemos leer en una postal no fechada, con una fotografía del mar y la luna en
Corpus Christie, Texas... “La
luna riela en el mar como una cinta de
estrellas y al salpicar las espumas/ en las menudas arenas parecen las tenues gotas/ diamantes de una
diadema”. (Rivas Frade). “Esta postal me trajo a la memoria los versos de un
drama y todos los dulces recuerdos de los días pasados; entonces tú eras un
bebé rubio y rosado, Maricita, y así todavía existes en mis recuerdos.
Felicidades para ti querida hermanita en este nuevo año y en los porvenir. Te
besa tu hermano, Fernando”.
Me veo niño, sentado
en una silla frente a mi tío, el poeta guerrero, y puedo escuchar en mi mente
su voz, tarareando una tonada que luego silbaría quedamente para decirme que
aquella era una canción popular inglesa y que los soldados en las trincheras,
la susurraban y la silbaban para darse ánimo y espantar el miedo. Luego me diría: - Siempre que la escuches,
espero que te acuerdes de mí. Eso me lo
dijo el poeta, mi tío, una tarde calurosa del año 1947. No lo he olvidado.
Puedo ver a sus camaradas preparándose para la batalla y él observándolos uno a
uno... ... “ Se han vestido los muchachos
/para un día de revista /un “rendez vous”con la muerte / amante a quien no la
esquiva. Sin delatar la emoción / me
fijo, al pasar revista,/ en cada rostro. Quisiera / grabarlos en la retina! /
Van en “misión especial”; /son miembros del “Club Suicida”/ que han de cortar
las hiladas / en la alambrada enemiga / al punto de la “hora cero” / y a la señal convenida.”… Creo
escuchar la despedida matutina del sargento... ... “-Al removerse y dejar / el
rollo de sus cobijas/ -Si vuelven, aquí estarán / para quien venga a pedirlas/
I si no, pues... es...muchachos, / que ya no las necesitan. / Good luck, boys, and give ém hell !/ Después, la orden de partida.”
Muchas de las
vivencias del poeta en los campos de batalla en Francia, han llegado a mí a
través del recuerdo de los relatos de mi madre. Ella nos hablaba del tío
Fernando, su hermano mayor, tratando de que comprendiésemos en nuestra corta
edad, el significado del valor, del arrojo y coraje que se necesita para pelear
en las trincheras, pero sobretodo del sentido de la palabra amistad, la que le
llevó a alistarse en el ejército para irse con sus compañeros de estudios a
luchar en el extranjero en una guerra en la que ni siquiera le correspondía
estar.
Con su esposa, el poeta regresará a San Cristobal
el año 1935. De vuelta al terruño, ha de ver a sus padres ya ancianos. En ese
entonces se volverían a encontrar Fernando el poeta y su hermana menor, Maruja
quien ya era una joven de 27 años y tenía un novio maracaibero, Jesús García
Nebot, con quien se casaría el mes de julio del siguiente año, 1936. El 18 de
octubre del año 1937 nacería su primer hijo a quien llamarían Fernando en honor
al hermano mayor poeta, de nuevo ausente. Pero lo que sigue es ya otra historia
que no tiene suficiente espacio aquí para contarla.
Maracaibo viernes 22 de noviembre 2019
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