Once años después
Hoy día 9 de
noviembre de este año 2019, se cumplen once años de la desaparición física de
nuestro entrañable amigo, el maestro y gran profesor de patología, doctor Mario
Armando Luna, quien se nos adelantó en la partida de este mundo para quedarse
en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de conocerlo y compartir sus
enseñanzas. Aprovecho para repetir parcialmente algunos comentarios sobre
nuestro compañero coordinador de la colección Avances en Patología ya
expresados previamente en este blog (https://bit.ly/2mIFZTY).
A partir de unas
inolvidables Jornadas de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica que se
dieron en Maturín el año 1977, Mario Armando Luna se convirtió en un invitado
muy frecuente a nuestras reuniones, tanto de la SVAP como las del Instituto
Anatomopatológico de la Universidad Central de Venezuela, no solo por su
sapiencia sino por su buhonomía que nos llevó a quererlo entrañablemente y a
apreciar cada vez con mayor respeto sus grandes cualidades humanas. Mario
Armando era un ser especial, siempre afable y risueño, muy emotivo, capaz de
hacer desternillarse de risa a un auditórium pleno de oyentes o de mantenerlo
en vilo con los datos actualizados sobre ciertos tumores, o sus hallazgos en
las autopsias de los enfermos de SIDA. Mario Armando poseía una bondad muy
particular que se transmutaba en singular eficiencia al ejercer personalmente
su papel de buen samaritano.
Fue una especie
de servidor público a motus propio y a tiempo completo. Así, le resolvía
problemas personales a decenas de gentes. Muchos seres anónimos, familiares o
pacientes con cáncer, se favorecieron al escucharle conversar con ellos, para darles
confianza y ánimo, para ayudarles al agilizar un diagnóstico, presto y preciso
siempre, muchas veces con costos mínimos cuando no podía lograr su exoneración,
o para facilitarles indicaciones sobre los protocolos de tratamiento más
convenientes a ser aplicados en cada caso, o la información sobre el pronóstico
de los mismos. Estas actividades de Mario Armando, efectivas y usualmente
silentes, beneficiaron a cientos de enfermos con cáncer de casi todos los
países hispanoparlantes, razón por la cual, el buen patólogo mexicano del MD
Anderson, se fue transformando en el más querido, admirado y respetado
embajador de buena voluntad para todos los habitantes de los pueblos de
Latinoamérica y del Estado español.
Así viajó Mario
Armando, de un país a otro por América y Europa, impartiendo sus conocimientos
que fueron publicándose, en más de 250 trabajos en revistas y en más de 30
libros, sobre la patología del cáncer, durante más de 45 años de ejercicio en
el Centro de Cáncer del hospital MD Anderson de la Universidad de Texas.
Simultáneamente nos ilustraba Mario Armando con su jovialidad característica,
sobre arte, literatura, música, cine, deportes e historia, especialmente sobre
la historia y la política que influye en el devenir de los pueblos de Hispanoamérica,
con sus problemas y desigualdades, que se acentuaban con las variaciones de las
presiones del norte y el sur y de este y del oeste antes y después de la guerra
fría.
Una natural corriente
de empatía habría de comunicarme estrechamente con Mario Armando Luna, y con
Eduardo Blasco Olaetxea para imbuirnos en la pasión por querer hacer más por
nuestros jóvenes especialistas patólogos, y mirando hacia el futuro, coordinaríamos
la colección multidisciplinaria de Avances en Patología que desafortunadamente
solo llegó a su 5ta edición, pero donde la experiencia del doctor Luna fue
decisiva apoyándose en la frase de que aquellos libros, habrían de servirnos a
los patólogos desde el Río Grande a la Patagonia…
Hoy, once años
después de su partida, compartimos emotivamente su recuerdo.
Maracaibo, sábado 9 de noviembre,
2019
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