El Reino de Carpentier…
He releído en estos
días a Alejo Carpentier quien planteaba la necesidad de rescatar a través de la
literatura las circunstancias que condicionan la vida del hombre caribeño; sus
creencias, costumbres, música, intereses y hábitos alimentarios, lo típico en
sentido general de los individuos que habitaban Haití, de quienes el escritor
consideraba en su novela “El Reino de
este mundo” que aquello era “lo real maravilloso” y acuñaría el
término para seguir usándolo como muestra de la floreciente explosión de la
literatura hispanoamericana de aquellos días del siglo XX.
En el Diccionario de religiones de Royston Pike (1964), se nos informa sobre la existencia de vodú, y su presencia entre los negros de las Antillas -particularmente los habitantes de Haití- y en el sur de los Estados Unidos. Se señala al vodú como culto animista en el que se mezclan la ofiolatría, el satanismo, el falismo y las prácticas mágicas, en una extraña combinación de brujería africana (que los esclavos trajeron consigo) y algunos elementos de la liturgia cristiana. Entre sus numerosas deidades figuran “Barón Samedi” dios de los cementerios y soberano de los muertos y “Maestra Erzulie” diosa del amor.
En su novela “El reino de este mundo” Carpentier describió muchos ritos y creencias de los negros haitianos y de su religión vodú. El escritor recreará con su natural barroquismo, los poderes de la danza a la luz de la luna en torno a las hogueras encendidas en la selva, como parte esencial del rito vodú. Carpentier reflejará detalles de la religión de los negros haitianos impuesta al toque del tambor, y como tomó fuerza por encima del catolicismo. Los practicantes del vodú se aferrarían con delirio a su Ogún-guerrero, y a su Ogún-Changó invocados por sus hijos sedientos de libertad. Con sus caracoles, sus bailes desnudos alrededor de la gran hoguera y los sacrificios de animales, completaban el ritual real y maravilloso de sus ceremonias.
De aquellos orígenes
proviene el sincretismo religioso entre colonizadores españoles y los esclavos
negros que poco a poco tuvieron que adaptarse, o ir aceptando ciertas deidades
de la Iglesia católica; sus imágenes, sus colores y formas representativas,
relacionadas con la Iglesia, de manera que cuando los españoles y sus
descendientes celebraban sus fiestas, los negros también realizaban las suyas, dando lugar a los
inicios de la Santeria. Entre los numerosos grupos de esclavos llevados a Cuba,
los de mayor fuerza en el desarrollo religioso fueron los Yorubas, pues muy
poco se recuerda ya del vocabulario, los cantos ni las deidades de los
mandingas, gangas, y minas, que tuvieron relación inicial con los Yorubas.
Por consiguiente,
en Cuba, actualmente no es difícil en principio acceder a algún rito de
santería aparentemente “auténtico” si se tienen algunos dólares en el bolsillo.
Las prácticas se extienden por muchas casas de la ciudad, sobre todo en barrios
negros como centro Habana, o Guanabacoa. En Cuba, es posible observar como toda
la ciudad está impregnada de detalles que hablan de la religión de los Yorubas,
desde las vestimentas y los collares de la gente hasta el ambiente en sus casas
nos permite percibir la esencia de los orishas. De tal modo que en realidad
para el cubano de a pie, no hay mucha diferencia entre el catolicismo y la
santería. Esto ha sido el resultado de muchos años de sincretismo y en parte
fomentado por la mal llamada revolución cubana, que se ha sentido consolidada entre
los descendientes de los esclavos Yorubas procedentes del Senegal, con todas
sus deidades, Eleguua, Yemayá, Obatalá,
Babalú aye, Changó y Ochum, mezcladas o separadas de los santos católicos.
Regresando a “El reino de este mundo” la novela de Carpentier sobre la revolución de esclavos en Haití, nos ilustra el sincretismo manifiesto en la religión de los negros, y los insólitos ritos del vodú, que con intensidad disfrutan sus adeptos. El escritor lo muestra casi bajo el éxtasis de una orgía sangrienta de animales, donde se cantan himnos mágicos, y danzan desesperadamente, recurriendo a lo onírico para que la magia cobre fuerzas y sus dioses negros los favorezcan en sus milagros. Así veremos cobrar vida a un personaje que enalteció la religión vodú: el mítico Mackandal, con poderes licantrópicos quien se metamorforseaba en diversos animales, para ayudar a sus hermanos que con devoción y confianza reclamaban sus milagros.
Carpentier aprovechó su
novela para hacer llegar a todos los hijos del Caribe, pertenecientes a todas y
a cada una de las religiones que profesan los hombres su mensaje, en el cual destaca:
“que su grandeza está precisamente en
querer mejorar lo que es. Es imponerse tareas. En el reino de los cielos no hay
grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida,
incógnita despejada, existir sin términos, imposibilidad de sacrificio, reposo
y deleite. Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de sus
miserias, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre solo puede hallar su
grandeza, su máxima medida en el Reino de este mundo”.
Como estoy en mi blog,
me he tomo la libertad sin “permisearle” ni a Carpentier ni a nadie, de copiar para
ustedes un par de fragmentos de mi novela más conocida “Escribir en La Habana”:
ANABELLA: … Bueno
tampoco habrán leído «El Reino de este mundo». Marcelo, nosotros tenemos la
suerte de poder estar viendo a los verdaderos herederos de la revolución
socialista. ¿¡Tú sabes lo que eso significa!?
MARCELO: -Anabella querida, yo me temo que esos
herederos no son muy del agrado del chino Cabrera Infante ni le gustan a Jorge
Edwards ni a un montón de cubanos profesionales que emigraron, que se fueron...
Varios capítulos más adelante se lee…
“El gordo
insistía en que teníamos que adaptarnos a todo lo que exigían las reglas de la
Ocha. En una especie de canastillero adosado a la pared estaban los dieciséis
dilingunes. El santón los tomó en su mano derecha. En el suelo divisé unos
platos con sangre. Todo el rito fue similar al de la noche anterior, pero éste
no precisó de semillas y tablero, leyó el destino con los caracoles y nos
informó como Changó, la diosa de los siete rayos estaba con nosotros, nos habló
a los dos, de los dos vengadores con la espada y la capa roja y nuevamente nos
informó de la situación, estaba algo complicada. Para concluir afirmó que,
aunque las alas de la noche se interpongan pesarán más las palomas sobre el
comandante pero eso sí, no habrá escapatoria, caerá la espada de Changó y
lloverá la sangre...”
Maracaibo, miércoles 6 de noviembre 2019
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