Fernando C. Tamayo:
poeta.
En otras ocasiones he hablado sobre mi tío Fernando C
Tamayo en este blog; y específicamente me he referido en febrero de 2013, a su poesía trascribiendo el “Romance
del camarada muerto” (https://bit.ly/2qLWHny ). Volví a
mencionar a mí tío en el mes de noviembre de 2016 (https://bit.ly/2LcfYWr) y nuevamente en junio de este año 2019 (https://bit.ly/35CKvEt). En el mes
de marzo 2013, lo hice a propósito de venezolanos guerreros en la Primera
Guerra Mundial (https://bit.ly/2KTxVsk). Hace unos días, caí en la tentación de nuevo (https://bit.ly/2XBznVu) en un relato familiar en el día de mi cumple80años, y hablé sobre mi mamá
y mi tío Fernando… Les comentaba sobre la historia de su medalla que llevó durante la guerra
del 14. Hoy regreso a hablar de la
poesía de mi tío Fernando Carlos Tamayo, el primogénito de don Lorenzo
Tamayo de la Madriz y de doña Albina García de Tamayo.
Fernando había nacido en Valencia el año 1890 y antes de cumplir el año se
trasladó con sus padres a San Cristóbal. Fernando C. Tamayo ha sido uno de los
poetas líricos más firmes y expresivos del Táchira. Fue el mayor de una familia
de nueve hermanos, María Teresa, Albina, Eduardo, Cecilia, Josefina, Amalia,
Francisco, Mercedes y María Amelia conocida cariñosamente como Maruja, mi
madre. Resulta que Fernando nació en una
familia de poetas. Su hermano Francisco, y sus hermanas Josefina y Amalia
compartían con él, desde muy jóvenes la pasión por la literatura, y escribían y
publicaban sus poemas en revistas literarias y en las páginas culturales de los
periódicos del Táchira. Él con sus hermanos poetas, aparecen en el libro de
Antonio Arellano Moreno, “Poetas y
versificadores Tachirenses” publicado en 1979 por la Biblioteca de Autores
y Temas Tachirenses dirigida por el Dr. Ramón J. Velasquez.
En la revista
literaria “La Idea” fue donde Fernando dio a la luz pública su primer poema
titulado “Parábola”, una poesía con cierto sabor bíblico, que fue
reproducida en 1908 en diversas publicaciones de los círculos literarios de
Caracas, Maracaibo y de Quito. En aquellos duros días, en una Venezuela rural,
acogotada por guerras y dificultades económicas, Fernando Tamayo, con José Abel
Montilla, Ramón Leónidas Torres, Eduardo López Vivas, y su hermano Francisco
Tamayo, comenzaban a descollar en la actividad literaria del Estado Táchira y
del país nacional (ver). En 1907, se producirá
la fundación de “El Salón de Lectura de San Cristóbal” y Fernando Tamayo, poeta
lírico, un joven apuesto y enamorado, tenía su musa, una linda jovencita de
Capacho, la señorita Inés Dávila, de quien muchos años después escribiría...“
Tú fuiste La Inefable: la novia hermosa y pura como la “Benedetta” que al Dante deslumbró. Por ti mi adolescencia ambicionó la altura; ensueño fuiste, anhelo; promesa de ventura la estrella que al futuro mi rumbo señaló. ”
Se vivían los últimos años del régimen de Cipriano Castro y alboreaba la
larga dictadura gomecista. Las circunstancias de ser don Lorenzo muy amigo del
Cónsul de Venezuela en Nueva York, y
sería a través de gestiones y de los buenos oficios del Cónsul amigo, como le
otorgarían una beca al joven Fernando para cursar estudios en los Estados
Unidos. La posibilidad de abandonar el
suelo nativo agitaría sin duda su corazón de soñador y poeta, él seguramente
sopesaría la idea, posiblemente pensaría en sus padres, en sus hermanos, en
Inés Dávila y decidiría aceptar el reto. A finales de ese mismo año, a lomo de
mulas, en tren y luego embarcándose en varios vapores, marcharía para irse a
estudiar en Norteamérica.
En la poesía de Fernando Tamayo, es posible
siempre asociar el espíritu combativo e intrépido del poeta y el soldado (https://bit.ly/2LcfYWr) que viviera las
cruentas experiencias (https://bit.ly/2qLWHny) en la guerra, con ese acendrado amor y veneración por su terruño
montañoso pleno de neblinas y de recuerdos. El paisaje de las montañas andinas es una constante
en la poesía de Fernando C Tamayo. Esas
pinceladas polícromas que pueden llegarle con los giros de las golondrinas, le
hacen regresar a su tierra, a la “Sombra
y luz de mi montaña...” ...“Una
abigarrada alfombra /es la plaza del mercado / viéndola desde el altillo / a
buena vista de pájaro”... ...”La
esmeralda del samán / cierne fino el sol de mayo / ya trazos impresionistas /
va suavizando Picassos”... ...” sobre el
fondo verdinegro / con pátina de retablo, / y aroman la mañanita / los claveles
de Capacho.”
...“Tan bonito “Llano´e
Luna” / de donde se ve la “Villa” / y en la distancia el río Torbes / cascabel
que se retuerce / y cascabelea y brilla / como puntos suspensivos / de sol en
la verde anchura / de la Vega. “Llano´e Luna”... …Y bajé por “Madre Juana”
/ en busca del horizonte / y por el cañaveral / llegué al pozo de “La Laja”; / el
Torbes bajaba henchido / y su corriente borraba / esos puntos suspensivos / que
nuestros ojos miraron...” ...“las paraulatas repican / la plata de sus
trompetas / y el cobre de los turpiales / vibrante contrapuntea...” …“En la madrugada fina / se desperezan los
páramos / arrebujados de niebla / asómanse los picachos; / vertientes multicolores / como colchas de
retazos...
Fernando,
regresaría a Venezuela en el año 35, y con su esposa Katherine (ver) pasaron unas semanas en San Cristóbal, estuvieron
de visita en Maracaibo, allí volvería a ver a su hermana menor (ver) y
regresaron a Norteamérica. A finales de
ese año, morirá don Lorenzo Tamayo de la Madriz y pocos meses después en 1939
fallecerá su madre doña Albina. Treinta y dos años después de haber dejado su
tierra, para iniciar su vida de
aventurero, Fernando, de vuelta en su casa recibe estos dos golpes del destino
y se comporta “como un viejo soldado”, sin claudicar ante la vida y ante las
letras... Continúa escribiendo poesía y acepta el cargo de director de un liceo, el “Rafael María
Morantes” en el barrio San Carlos en las afueras de San Cristóbal.
En
1945 Fernando Tamayo, verá coronada una
gran aspiración. A través de sus amigos del Grupo Literario “Yunke”
se publicará su libro “Romances de mi Montaña”,
el cual se inicia con un poema dedicado a su esposa, titulado “Intimo”, fechado
en octubre de 1944, el cual finaliza así: …Y la lucha que iniciamos / cuando todo
sonreía,/ con esperanzas, coraje / y voluntad decididas, / en vez de ocasos
tranquilos / agora niebla indecisa. / Por la lucha, nuestras almas / en una han
sido fundidas; /compañera de mis sueños, / fiel, abnegada y sufrida, /en mi
destierro integraste / madre, hermana, esposa e hija, /puesto que hijos no
hubimos / este amor que en ti se cifra. / Hoy nos sirve de consuelo/ la máxima
conocida: / “A quien Dios no le dio hijos / el diablo le dio sobrinas”!/ (Y
destrozo la gramática / para completar la rima). Un año después, Katherine se caería accidentalmente sobre un rosal
y moriría de tétanos en San Cristóbal.
Fernando,
luego de la muerte de su esposa, empeoró de su condición pulmonar crónica como
consecuencia de los gases en las trincheras, y regresó a la casona de sus
padres en San Cristóbal. Con su hermana Mercedes, el poeta estará un tiempo en
Maracaibo, y deberá ser hospitalizado en el hospital Central Dr Urquinaona
varios días por su enfisema y fibrosis pulmonar. Tenía una gran ilusión para
estar en un desfile de Veteranos de la II da Guerra que se daría en Miami, pero
por motivos de salud no logró estar presente. El Hospital VE de Miami lo
trasladó al Hospital de Veteranos de Nueva York donde moriría el 22 de agosto
de 1948. Sus restos mortales, traídos a Venezuela, reposan con los de sus
padres y de su esposa, en el cementerio de San Cristóbal, ante las montañas de
los Andes Tachirenses que tanto amó.
Maracaibo, jueves 28 de
noviembre 2019
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