viernes, 18 de diciembre de 2015

Aimé Jacques Alexandre Goujaud, alias Bonpland






AIMÉ JACQUES ALEXANDRE GOUJAUD
  ALIAS BONPLAND

P R I M E R A   P A R T E

Bonpland, fue el pseudónimo de un naturalista, médico y botánico francés, quien nacería en La Rochelle el 28 de agosto de 1773 y sería célebre por la expedición a América que realizó junto a su amigo, cuatro años mayor que él, el barón Alexander von Humboldt.

Desde niño, supe de esta pareja de naturalistas investigadores de la flora y la fauna americana, Humboldt y Bonpland. ¿Quién no? Confieso que lo pensé para luego no estar tan seguro de si todos los jóvenes del país habrán tenido la suerte de aprender tempranamente sobre la importancia de estos dos hombres investigadores de las ciencias naturales. Luego, vino a mi mente el libro de Ibsen Martínez, “Humboldt y Bonpland taxidermistas” texto que nunca pude leer y sé que ahora es también una obra de teatro, y sin poderme quitar de encima el fastidio de esta deficiencia, especialmente porque me parece genial la prosa de Ibsen el amigo dilecto del maestro Cabrujas, es quizás una de las razones por las que me he atrevido, por mi cuenta y riesgo a conversar un poco sobre Aimé Bonpland. Bueno, tampoco es “un poco”. Para no cansarles, decidí dividir el relato en dos partes, pues en realidad serán casi como dos largas vidas en América las de nuestro personaje, Aimé Bonpland.

Los padres de Bonpland fueron Marguerite-Olive de la Coste y Simon-Jacques Goujaud, él era médico y jefe de cirugía en el hospital de La Rochelle. Siguiendo sus pasos, en 1791 Aimé decidió estudiar medicina en París y desde ese entonces se interesaría por la ciencia y especialmente por la botánica. En 1796 se inscribió en la Escuela Naval de Medicina en Rochefort y ejerció varios meses en el servicio de los hospitales marítimos de Tolón como de cirujano y como ayudante en el vapor Ajax. Un año después, en París, obtuvo su doctorado y continuaría sus estudios de ciencias naturales en el Jardin des Plants al lado de eminente botánico Antonio Jussieu, quien lo recomendará junto con su amigo y colega Alejandro de Humboldt para integrar una expedición científica a Sur América organizada por el gobierno francés, la cual no se dio.

Alexander  von  Humboldt, había vivido su infancia en compañía de su hermano Wilhelm en un castillo de la familia en tiempos cuando Prusia  era  un reino al  sur  del  mar  Báltico, fraccionado  por multitud de principados. Wilhelm y Alexander  tenían  11  y  9  años cuando murió  su padre, el  mayor  Alexander von  Humboldt,  un militar. La viuda confió a la educación de sus hijos a un joven de 20 años, Christian Kunth, hijo de un pastor instruido en historia y matemáticas, entusiasta divulgador del pensamiento liberal de Rousseau quien ejercería profunda influencia sobre los jóvenes hermanos Humboldt a quienes orientó en la observación de la naturaleza, el estudio del cálculo y de los idiomas. Humboldt a los 21 años, sabía lo que había aprendido de sus profesores, Willdenow un botánico, Fischer  matemático, Loffler filólogo y Engel el filósofo. Su imaginación, allá, cerca de Berlín, en el castillo de Tegel, entre los mapas geográficos del mundo de 1798, se exaltaba con los relatos de viajes de Byron, y los de Cook por los mares del sur, quizás como le sucedería también al joven Aimé, mirando los barcos zarpar desde el puerto en La Rochelle hacia otros continentes.

Los amigos naturalistas se conocieron en París. Dicen que el barón halló a Aimé en una bohardilla parisina “muy ocupado con una señorita”, y tras un disgusto que terminaría en una disputa, los jóvenes el francés y el alemán con intereses similares trabarían una inquebrantable amistad. La idea original de Humboldt era ser parte de la expedición científica a Egipto organizada por Napoleón, pero razones políticas influyeron en impedirle hacer la travesía con el Capitán Baudin en el buque sueco que los llevaría hasta Argelia, y sin embargo, los amigos, Bonpland y Humboldt no abandonaron la idea de la expedición. Juntos decidieron viajar a España, donde ambos recogerían numerosas muestras vegetales y especímenes animales, estudiarían las piedras y hasta el cielo. Nada se les escaparía de las mesetas españolas pues hicieron hasta mediciones magnéticas, geográficas y meteorológicas.

Cuando se embarcaron desde La Coruña en la corbeta Pizarro en diciembre de 1798, iban decididos a seguir la misma ruta del almirante Colón en su tercer viaje y harían una escala en las islas Canarias antes de llegar a la Tierra de Gracia. El Pizarro, ancló  en  la  mañana  del  16  de  julio  de  1799  en  el  puerto  de  Cumaná,  de  la  Capitanía de la Nueva Andalucía. Ambos viajeros desde el muelle, descenderían para atravesar la llanura del Salado hasta llegar a Cumaná, la ciudad primogénita de América y sobre esta decisión, al recordarla años después, Humboldt escribiría “La resolución que tomamos del 14 al 15 de julio tuvo una influencia feliz en la dirección de nuestros viajes. En lugar de algunas semanas nosotros residimos un año entero en la Tierra Firme; sin la enfermedad que reinó a bordo del Pizarro, no hubiéramos jamás penetrado el Orinoco, el Casiquiare y hasta los límites de las posesiones portuguesas del Río Negro”.

Al comenzar el mes de septiembre de 1799 partieron los dos exploradores hacia el sur y conocieron la frondosa selva tropical suramericana de troncos enormes y vegetación que como una urdimbre cerraba el cielo donde solo los gritos de los pájaros les identificaban entre guirnaldas de flores nunca antes vistas y enorme paredes rocosas de la que brotaban fuentes de agua. Llegaron hasta Caripe donde Humboldt celebró sus treinta años y con Bonpland recogerían el léxico de los indígenas chaymas, y en las montañas encontraron la renombrada cueva de los guácharos, los pájaros del aceite llamados así por los indios que los sacrificaban a garrotazos para alimentarse de ellos. Desde Caripe, donde hallaron un monasterio, regresarían a Cumaná, y luego de sufrir un asalto que dejaría a Bompland herido de un garrotazo en la cabeza, les tocaría sentir un terremoto que destruyó muchos ranchos en Cumaná. Podrían haber decidido zarpar hacia Cuba, pero decidieron avanzar hacia el alto Orinoco, idea que les obligó ir primero a Caracas. En la capital del país, supieron del fracaso de la conspiración de Gual y España y luego de unos días percibirían las inquietudes políticas del momento. Habían  llegado  cuando  el  aún  desconocido  Simón  Bolívar partía  a estudiar  en  la  academia militar  de  San  Fernando  en Madrid. Se ha comentado cómo el barón “con  cautela  prusiana” observaría el ambiente de conspiración en la ciudad, y aunque simpatizaba con la causa emancipadora Humboldt y Bonpland en ambos bandos tenían amistades. Los amigos recibieron el cambio de  siglo, en diciembre de 1799, y con 18 esclavos  que  cargaban el  instrumental y las viandas ascenderían a La Silla de Caracas acompañados de un joven caraqueño de 19 años llamado Andrés Bello. Luego se dirigieron a los valles del Tuy visitaron Antímano, La Victoria, Turmero, Maracay, Valencia, Guacara, Las Trincheras y Puerto Cabello, ocupándose de estudiar la flora y fauna, los minerales, ríos, suelo, fenómenos meteorológicos, y tomarían nota  de las costumbres indígenas y las del resto de la sociedad. Aimé Bonpland era el encargado de recolectar las plantas, la mayoría de ellas desconocidas por la ciencia de la época, y luego habría de colaborar con Humboldt en la redacción posterior de los informes.

En febrero del año 1800 partieron hacia el suroeste pensando poder llegar hasta el sitio de donde nacen las aguas del río Orinoco. Cruzaron cañaverales y cafetales en los valles de Aragua. En el lago de Valencia bebieron y describieron el llamado ”árbol de la leche” (el Brosimum utile de Pittier) y el  12  de marzo  yendo hacia el sur ya cerca de Calabozo, se encontraron con una inmensa  llanura  que al decir de Humboldt, "daba  la  impresión de  ser  un océano cubierto de algas", donde se encontraban caimanes moviéndose entre cientos de cabezas de ganado dispersas, en un paisaje reverberante y caluroso y con decenas de garzas sobrevolando el cielo. Prefirieron avanzar de noche y se asombraban ante los meteoritos cruzando en el negro firmamento tachonado de estrellas entre el rutilante brillo de las luciérnagas que salpicaban los esteros. Al pisar una anguila Gymnotus  electricus de casi dos metros, la descarga la registraría Humboldt como "No  recuerdo  haber  recibido  de  una  botella  de  Leyden  grande una  sacudida  más espantosa”.  El  27  de  marzo llegarían a San  Fernando donde  los capuchinos  tenían un monasterio. Los indios les techaron con palma la popa de una amplia canoa de palo brasil donde llevarían pollos vivos, plátanos, mandioca, cocos, naranjas y los aparatos  científicos para remontar el Apure  hasta desembocar en el soberbio Orinoco y siguiendo hacia el sur contra la corriente  llegarían hasta  las  cataratas o rápidos de Atures y Maipures, donde explorarían las  islas donde las  tortugas  llegaban  a desovar entre la arena y las comunidades indígenas se disputaban los huevos que convertían en aceite hasta según calcularon los naturalistas, recogerían 5.000 jarras de aceite, y cerca de unos 33 millones de huevos serían enterrados por más de 300.000 tortugas con un promedio de 100 huevos cada una. En sus notas afirman que los jesuitas quienes habían sido expulsados de los dominios hispanos en 1773,  controlaban para que  los  indios dejaran  una  parte de huevos  en  la  arena y fomentar así la preservación de la especie, costumbre que según ellos, no seguían los monjes los  franciscanos. Bonpland vio cómo el viento le arrebataría el  primer tomo del “Genera  Plantarum” de Schreber que se perdería en las aguas del Orinoco. En Pararuma los frailes misioneros les vendieran unas canoas más angostas para superar los rápidos del Orinoco y alcanzar el río Negro hasta llegar tras varios días de navegación al Brazo Casiquiare donde establecieron la latitud y longitud desde más de 50 puntos en esas tierras desconocidas conectando las vertientes del Amazonas y el Orinoco y obtuvieron numerosas lecturas magnéticas y barométricas Regresarían con una colección de más de 12.000 plantas, muchas de ellas desconocidas, y recolectaron huesos piedras y huesos humanos y  de una variedad de mamíferos, aves, peces e insectos novedosos de la selva suramericana. Al arribar por el Orinoco a la ciudad de Angostura, Humboldt, Bonpland y un mulato que los acompañaba desde Cumaná cayeron gravemente enfermos de fiebre tifoidea. Bonpland estuvo a punto de morir por una disentería recurrente durante varias semanas. Humboldt le escribiría a su hermano. "Jamás confié en reunirme de nuevo con un amigo tan leal, valiente y trabajador". 

Afortunadamente se recuperarían para continuar atravesando los llanos y el 23 de julio llegaron a Nueva Barcelona, desde donde tomaron un barco hacia Cumaná, pero los asaltaron piratas y los rescataron barcos británicos, que los trasladaron en agosto de 1800 a Cumaná. Luego se entrevistarían con el gobernador de la Guayana quien les atendió como a huéspedes de honor. Finalizaba así un año de trabajo del que se conocería a partir de las cartas al Wilhelm hermano de Humboldt y a otros amigos, quienes pronto comprenderían que la expedición científica era algo de  proyección  mundial. El 24 de noviembre Bonpland y Humboldt zarparían hacia Cuba donde verían a John Fraser afamado botánico escocés y decidirían regresar a la tierra firme viajando hasta Cartagena de Indias. Penetrarían por el río Magdalena hasta ascender por los Andes durante una travesía que los llevaría hasta el Ecuador y llegarían a Quito el 6 de enero del año 1802. Por Pichincha y el Chimborazo ascenderían hasta los 5.878 metros, algo nunca descrito en América. Descenderían por afluentes de Amazonas y llegarían hasta Lima y luego al Callao. Por mar llegarían desde Perú hasta México donde habrían de residir durante un año. Exploraron México y la isla de Cuba y ya en viaje de regreso, se dirigieron a Filadelfia y a Washington, invitados por el presidente Jefferson con quien entablarían interesantes discusiones de temas científicos. Al regresar a Europa, atracarían en el puerto de Burdeos el 3 de agosto de 1804. Entregaron al Museo de París cuarenta y cinco cajones con unos 60.000 ejemplares de plantas herborizadas, muchas de las cuales eran de géneros y especies hasta entonces desconocidas por la ciencia. El mismo Humboldt señaló que ese enorme herbario había sido hecho por Bonpland, quien había descrito más de sus cuatro quintas partes. A su regreso a Europa fueron acogidos con gran respeto por los círculos científicos. En diciembre de 1804 Josefina viuda de Beauharnais será coronada emperatriz de Francia por su segundo y último esposo, el emperador Napoleón Bonaparte. Josefina transformaría su mansión de Malmaison en el más bello y curioso jardín de Europa, con  flora y fauna junto a animales exóticos y raros de todo el mundo, trabajo en el que la ayudó el botánico Aimé Bonpland, quien acababa de regresar de su largo viaje con el barón von Humboldt y quien se transformaría también en el amigo personal de la emperatriz de Francia.

Fin de la primera parte:
Maracaibo, 19 de diciembre 2015


1 comentario:

Mané Salinas dijo...

Amé tu relato. Gracias.