En 2016 recordaría un
comentario de no sé quién, una de esas ideas que arriban a la mente
subrepticiamente, así como filtradas, al medio espabilarse uno, al estar casi despertando
sin saber si aún sueña o está ya uno despierto, y recuerdo que era algo referido
a los supuestos problemas de envejecer…
Imaginarme ahora finalizando 2024 que
ocho años atrás, tendría tan solo, ni se cuantos, setenta y tantos serían,
cuando todavía trabajaba ejerciendo como patólogo, haciendo diagnósticos por
IHQ sin tener idea de lo que el futuro iba a depararme, a mí y a mis conciudadanos como diría Romulón…
Por ende, esta pésima situación es compartida tristemente por la inmensa
mayoría de los habitantes de este país, mi país, tu país, todos quienes gozamos
de salarios de hambre… Hay excepciones ciertamente, pero yo me refiero a nosotros,
peladores, quienes tenemos el sueldo mínimo oficial, los de a pie, los no
enchufados, el pueblo, pues…
“Sobrevives, pero te vas quedando sin
amigos” Esta era la idea que revoloteaba en
mi mente al despertar y de veras no lograba recordar quien me lo había
asegurado, pero lo decía señalando el asunto de
la perdida de los amigos como la peor parte del proceso evolutivo natural del
ser humano.
Todo eso, no es que se me está
ocurriendo ahora, reflejan cosas ya escritas en este Blog lapesteloca y el comentario de la frase de origen desconocido, veo
que ya está fechado en un 12 de
diciembre del año 2016 y doy fe de esto que he revisado gracias al excelente “buscador”
del Blog. Aquel año,
comentaría también sobre algo
acaecido cuando ya habían transcurrido varios años,
y citaba a mis amigos Jesús, Aura, Kiko, Enrique y Rosina quienes ya no estaban
con nosotros…
Decía para aquel entonces, que hacía ya más de diez años de haber
regresado a Maracaibo luego de un largo exilio en la capital, y al pensar en las
vidas de trabajo y dedicación de todos ellos, mis amigos, todavía siento rescoldos
de nostalgia, ciertamente, pero también me valen como catarsis, al pensar en
cuanto hicimos y con tantas dificultades, y como las vencimos y sé que ellos, los
grandes amigos, estarán siempre en mi recuerdo y en el de quienes tuvieron la
suerte de conocerlos.
No es necesario estar
escuchando el Concierto No 2 para piano y orquesta de Sergei Rachmaninoff para que regrese a mi mente la imagen de Pablo Lasala, sentado en el piano Wurtlizer de mí ya desaparecida casona, Los Arrayanes, en la avenida Santa Rita, del Maracaibo de mi juventud… Recuerdo a “el viejo Pablo” tecleando sin acompañamiento orquestal y de oído, el concierto de Rachmaninoff que aprendimos a escuchar recordando a Marilyn en la comezón del séptimo año “The seven year itch”, la película de la emblemática secuencia del aire que asciende del subsuelo del metro para dejarnos ver las piernas de la hermosa Marilyn…Pablo, quien fuera mi mejor amigo y también un
destacado arquitecto ganador del concurso para diseñar el emblemático edificio
capitalino de La Previsora, quien años después sería el Decano de la Facultad
de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV), también nos dejó.
Pablo “el viejo” quien con su recuerdo nos regalaría una huella imperecedera.
Me he vuelto a percibirme rememorando a Jota-T mi admirado
ginecólogo amigo, en Mérida, Yucatán, y me llevó este recuerdo de vuelta a la
ciudad donde en 1973 (hace la bicoca de 61 años), describiría con J.T.Núñez
Montiel, en un Congreso de la SLAP y por primera vez en la historia, la
relación entre el virus del papiloma humano (VPH) y el cáncer del cuello
uterino.
Recuerdo que fue en una de
las ruinosas fortalezas de piedra, en Chichenitzá, durante aquel viaje a Mérida
en la península de Yucatán cuando me interesé por los Mayas y supe de sus
conocimientos astronómicos y como reliquias que no eran mayas, pero las atesoré
durante años, pequeños fragmentos de barro cocido, tepalcates, recogidos en
otra ocasión del polvoriento terreno en las excavaciones arqueológicas de
Xochicalco… palabra náhuatl que significa “en el lugar de la casa de las flores”…
Cuando
en 2014 celebrábamos a la literatura zuliana, mi novela Escribir en La
Habana fue resumida brillantemente durante aquella inolvidable semana
dedicada a la Narrativa, por el joven politólogo Miguel Insignares quien con su
gran amigo Moisés Flores, eran unos chamos con quienes durante varios años nos
reuníamos, a conversar sobre literatura y nos acompañaba en el grupo el poeta Víctor
Vielma y tantos otros grandes amigos como Miguel, conversadores, él bromeando,
risueño siempre y todos ellos en el recuerdo…
I
es que todo aquello se daría tan solo unos meses antes de que Miguel fuese
vilmente asesinado en las calles de Maracaibo, allá cerca de la Basílica de La
Chinita, atracado por el hampa para robarle no sé qué, si tan solo portaba sus
papeles. El inolvidable Miguel quien nos había mostrado una tarde con sus
mágicas palabras, toda una caleidoscópica visión de música, literatura, cine y
santería que hablaban por igual de las terribles desigualdades del sistema
político que acabaría con la libertad del pueblo cubano y que continúa
acogotándolo desde 1959.
Vuelvo
al inicio de este escrito para sentir que ciertamente la parca lo va dejando a
uno sin amigos y recientemente sobre el tema de la tristeza que provoca “el
olvido” mencionaría a mis colegas en el seno de la academia de Medicina del
Zulia, donde me refugié desde mi regreso a Maracaibo en 2005 y como fueron
varios muy queridos colegas amigos académicos quienes con tantos otros médicos
zulianos fallecerían durante (https://tinyurl.com/32da68dr) le pandemia del
COVID 19.
Rememoremos pues,
pero no para deprimirnos, sino para recordar a los buenos grandes amigos que, en
mi caso particular, he tenido la suerte de poder conocerles y sentir respeto,
admiración y cariño por ellos.
Maracaibo, viernes 20 de diciembre
del año 2024
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