Los “cuidados parentales” en los
insectos son de lo más diversos y han evolucionado en multitud de ocasiones
para hacer frente a distintas amenazas… Quizás alguna vez viste a alguna
cucaracha con un bulto pegado a su abdomen, se tratará de una hembra
protegiendo a su progenie, como llevan haciéndolo desde millones de años atrás...
La mayoría de los insectos crean
unas cápsulas especiales, denominadas ootecas, donde llevan sus huevos hasta que
nacen las ninfas y se vuelven independientes de la madre. Un estudio publicado en 2018 encontró
en el noreste de China fósiles de ootecas con más de 115 millones de años, lo
que nos recuerda que el cuidado parental en insectos no solo es antiguo, sino también
increíblemente amplio y diverso. Ha evolucionado en multitud de ocasiones para
hacer frente a distintas amenazas y toma todas las formas imaginables posibles.
Como animales
ectotermos, los insectos no pueden generar su propio calor, y uno de los
principales retos a los que se enfrentan es a sobrevivir en condiciones
ambientales adversas. Dado que es frecuente que en un futuro los fenómenos
meteorológicos sean más extremos debido al cambio climático, es de vital
importancia comprender cómo los cuidados parentales pueden ser un mecanismo de
amortiguación de las variaciones de la temperatura ambiente.
Hay una especie de
escarabajo enterrador (Nicrophorus vespilloides), muy extendido en el
hemisferio norte, que cría en cadáveres de pequeños vertebrados. Cuando las
larvas nacen, se alimentan de este cadáver y siguen gozando de los cuidados
parentales. Un grupo de investigación descubrió que, sin el cuidado de las
hembras, las larvas de este escarabajo consiguen sobrevivir a 20°C de
temperatura, pero no a 15°C, pero lo que sí hacen es añadirle al procedimiento,
cuidados especiales que según los investigadores resultan de la competencia que
se establece a esa temperatura entre las larvas y los microorganismos. Con sus
cuidados, las madres controlan las poblaciones de microorganismos, y esto hace
que sus crías puedan vivir a temperaturas más bajas. El escarabajo enterrador
no solo ayuda con las temperaturas bajas, también alimenta a sus larvas
regurgitando la carroña cuando estas aún no la pueden comer directamente.
Cuando el cadáver es demasiado pequeño para alimentar a todas, se comen a unas
cuantas.
Estos cuidados muy
particulares recuerdan a las aves que incuban a sus polluelos y les llevan
alimento, pero hay otros insectos que tienen estilos más parecidos al de los
mamíferos. La cucaracha Cryptocercus punctulatus se alimenta
de madera, pero como las ninfas aún no son capaces de procesarla directamente,
beben de los fluidos del intestino de sus progenitores, semejándose a
verdaderos cerdos amamantando. Esto permite que los pequeños adquieran los
flagelos intestinales necesarios para la digestión de la celulosa.
El “lobo de las abejas” (Philanthus triangulum) es el nombre que le dan a una especie de avispa que no tiene este nombre por casualidad. Las hembras cazan abejas, las paralizan y las llevan hasta su hogar para alimentar a sus crías. Estas se encuentran en celdas cálidas y húmedas, por lo que existe un alto riesgo de descomposición del alimento, de manera que, para conservarlo, la madre aplica secreciones químicas que reducen el crecimiento de los hongos. Mostramos aquí a un “lobo europeo de las abejas” ('Philanthus triangulum') (ver) sedando a una abeja melífera en Dinamarca... ¡Ni Hans Christian Andersen hubiese imaginado esta escena!
Pero
para los insectos, a veces, solo con dar alimento no es suficiente, y es que “las
moscas del cuco” (Miltogramminae) tampoco tienen un nombre casual; se
les ha endilgado el apelativo porque como “el cuco”, ellas depositan en nidos
ajenos -en este caso de las avispas- sus larvas vivas, que matan a la avispa
inmadura y se comen las provisiones. Para evitar esto, las madres de avispa
hacen visitas regulares a sus nidos no solo para provisionar alimentos, sino también para
limpiarlos de las larvas de mosca.
Pero el caso más extremo de
aprovisionamiento tal vez sea el de “la tijereta jorobada” (Anechura harmandi) que corresponden a
insectos dermápteros, que son conocidos vulgarmente como cortapicos, tijeretas, o cortatijeras,
nombres que aluden a la forma de los cercos como pinzas, tenazas o tijeras que
estos insectos tienen en el extremo posterior del cuerpo. Son insectos de
cuerpo alargado de color pardo o rojizo y con un par de pinzas posteriores y las
ninfas matan y se comen a su madre antes de abandonar el nido. Estas madres no
intentan escapar del canibalismo de sus hijos, y tampoco producen una segunda
nidada si se las aíslan de sus ninfas. Simplemente, se trata de un caso de
cuidado parental evidentemente muy comprometido, casi como para decir, ¡demasiado!
En algunos insectos, las tareas de
crianza pueden ser tan laboriosas que se requiere la participación de ambos
progenitores. El escarabajo enterrador es monógamo y tanto la mamá (¿se les dirá,
escarabajas?, o escaramuzas...) como el papá, ayudan en la crianza. Ella se suele encargar de la
alimentación y él de la vigilancia, aunque ambos defienden a sus pequeños
atacando a los intrusos de forma cooperativa. Estos escarabajos enterradores, no suelen ser todos,
son como dicen “argunos” ya que en esta especie los infanticidios son
habituales.
Otro caso muy
sonado de cuidado biparental es el de “la cucaracha rinoceronte” australiana (Macropanethia
rhinoceros), es la cucaracha más grande del mundo; las que llamamos
“conchúas” se quedan chiquitas… Ambos adultos se aparean en la madriguera y
alimentan a sus crías con hojarasca y excrementos que salen por ahí a recoger
juntos. Este animal es tan curioso que en Australia se vende como mascota y para
observar esta crianza conjunta. Existen guías sobre cómo cuidar a tus
cucarachas gigantes. La idea de cucarachas “conchúas” como mascotas, pudiese
transformarse en un exótico regalo en esta Maracaibo surrealista.
Llegados a este
punto, no podemos dejar de mencionar a las famosas crianzas comunales de
abejas, hormigas y termitas. Mencionaré el caso de otro insecto gigante
australiano, la termita Mastotermes darwiniensis, el rey y la reina
de estos insectos “mollejúos”, producen unas excreciones con las que alimentan
a sus hijos trabajadores para que se queden en el nido y les ayuden con las
tareas de la casa. Aquí “no hay exilio que valga”, se quedan en casa y punto.
Menos conocido es
el comportamiento de la chinche Elasmucha
grisea. A menudo reciben ataques de depredadores como las hormigas, que devoran
sus huevos ferozmente. Pero como la unión hace la fuerza, varias hembras (no sé si les dirán “chinchas”) juntan sus puestas para defenderlas de
una manera más efectiva. Otras hembras de las chinches (Gargaphia solani)
vierten sus huevos en los nidos de algún pariente y se desentienden. No le
paran pero ni media bolita y este no parece ser un caso de parasitismo, ya que en
lo que parecería “un verdadero bululú” en realidad beneficia a todos. Las
hembras de chinche ('Gargaphia solani') vierten sus huevos en los nidos de
algún pariente y se desentienden (ver).
Por un lado, la chinche que ha depositado los huevos no tiene que
invertir energía cuidándolos, y por otro lado, un
estudio demostró que la puesta del individuo al
que le han colado los huevos extra, tiene más probabilidades de sobrevivir
porque, como hacen las ovejas agrupadas, si llega un depredador se come un
porcentaje menor de huevos propios. Llamémoslo, un
cálculo matemático de resignación.
Por último, algunos
insectos relegan los cuidados parentales a otra especie. Este es el caso de los
membrácidos (Membracidae), no confundir con los pulgones que son Aphididae
y lo escribo sonriendo al pensar que el comentario sea visto como “tomadera de
pelo”. Estos pequeños insectos chupan la savia de las plantas y la transforman en
miel. Las hembras ponen sus huevos en hojas y cuidan de sus pequeños cuando
nacen, pero en presencia de hormigas los abandonan y se van a producir nuevas
camadas. Un estudio demostró que las hormigas protegían a las crías de los
depredadores y, a cambio, se alimentaban de su miel cuando eran mayores.
Debido a su gran
abundancia y a su diversidad, los insectos resultan un modelo ideal para
investigar la evolución del cuidado parental. Sin embargo, es curioso lo poco
que nos acordamos de ellos cuando hacemos referencia a este tipo de cuidados en
el área de la “Neonatología”.
Maracaibo, jueves 13 de diciembre del año 2024
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