Conocemos algunos anfibios que son
cuidadores esforzados y también son sorprendentemente creativos, veremos
algunos ejemplos donde el tierno arte de criar renacuajos, puede ir desde las
“ranas venenosas” hasta “las cecilias” que veremos al final y tienen forma de
gusano…
En este
blog he hablado mucho sobre los anfibios, sapos, ranas y demás hasta el año
pasado insistir (https://tinyurl.com/4uktxjdn ) en que “peligran los anfibios”, y en este caso hablaremos de la crianza
de renacuajos, por lo que es interesante destacar que la mayoría de los anfibios no son padres cariñosos: se limitan a encontrar
pareja y liberar tantos huevos o espermatozoides como sea posible, con la
esperanza de que nazcan larvas viables de al menos algunos huevos fecundados, y
de que quizás algunas de esas larvas sobrevivan hasta la edad adulta.
Sin embargo, en una de cada cinco especies de
anfibios, uno o ambos progenitores se quedan para cuidar a sus crías,
utilizando una asombrosa variedad de estrategias. Los padres anfibios más
conocidos son las ranas venenosas de vivos colores, un grupo de
unas 200 especies que mencionaremos en este artículo. La bióloga Jennifer
Stynoski, de la Universidad de Costa Rica, decidió estudiar este grupo de “la ranas venenosas” cuando en una excursión
como estudiante hace años las vio y dijo; “Creo
que se les ha prestado mucha atención por su belleza. Son muy bonitas de
estudiar”.
A
diferencia de los reptiles y las aves que evolucionaron a partir de ellos, los
antepasados de los anfibios actuales nunca desarrollaron huevos con cáscaras
duras e impermeables. Esto significa que sus huevos necesitan agua para
sobrevivir, al igual que las larvas con branquias que suelen salir de ellos. Sin
embargo, los estanques en los que muchos anfibios depositan sus huevos están
llenos de otros animales, muchos deseosos de complementar su dieta sorbiendo un
bocado de huevos. “Esta debe ser una de
las razones por las que tantas especies han desarrollado formas de poner sus
huevos lejos del agua”, afirma la ecóloga de comportamiento animal Eva
Ringler, de la Universidad de Berna, en Suiza.
En un
reciente artículo en el Annual Review of Ecology, Evolution, and
Systematics, Eva Ringler, Jennifer Stynoski y sus colegas
describieron los distintos lugares en los que los anfibios han evolucionado
para poner sus huevos. Algunas especies construyen nidos de espuma para
mantener los huevos a flote; otras los depositan en plantas por encima del agua
para que las larvas caigan en ella tras eclosionar. Algunos han ido más lejos:
el extraño sapo de Surinam (la rana Pipa pipa), que almacena los huevos
en bolsas especiales en su cuerpo.
Mantener
los huevos fuera del agua es habitual en los trópicos húmedos, donde es menos
probable que los huevos, las larvas y los padres se sequen. “Pero la crianza de los anfibios no se
limita a los trópicos”, dice Ringler. “El
macho del sapo partero (Alytes
obstetricans) en Suiza, por
ejemplo, protege los huevos llevándolos entre sus patas traseras”. El
cuidado parental de los anfibios corre a cargo del padre, de la madre o de
ambos. La estrategia está ligada a la forma como se reproduce una
especie. El biólogo evolutivo
Balázs Vági, de la Universidad de Debrecen, en Hungría, que ha realizado varios
estudios comparando los estilos de crianza de los anfibios y para entender cómo
pueden haber surgido, considera a las
salamandras y los tritones como un grupo interesante para ilustrar
la importancia de este aspecto.
En algunas salamandras los huevos se
fecundan fuera del cuerpo: la hembra pone los huevos y el macho libera su
esperma encima. En estas especies, los machos se encargan de la mayor parte de
los cuidados, que en gran medida consisten en proteger los huevos de los
depredadores. “Esto tiene sentido”,
dice Vági, “porque están seguros de ser
el padre, y las hembras pueden escapar antes de que se realice la fecundación”.Pero
en la mayoría de las especies de salamandras, así como en los tritones, los
huevos se fecundan dentro del cuerpo de la hembra, aunque de forma algo
indirecta: el macho deposita un paquete de esperma que la hembra recoge después
con su abertura cloacal. En este caso, suele ser el macho el que se marcha y la
hembra la que cuida de la cría. “La
paternidad es más oscura, y la hembra está básicamente ligada a las larvas en
desarrollo”, explica Ringler, por lo que los machos pueden escaparse para
aparearse con otras hembras. “Por tanto,
el cuidado paterno es muy improbable en las especies de fecundación interna”.
En las ranas venenosas, la
fecundación se produce fuera del cuerpo de la hembra, pero normalmente lejos
del agua. Esto supone una gran diferencia en la evolución de la estrategia de
crianza: a la hembra le resulta más fácil asegurarse de que la pareja elegida
es la única que fecunda sus huevos —lo que puede resultar complicado en un
estanque abarrotado— y al macho asegurarse de que las crías son suyas.
Esta podría ser la razón por la que
la coparentalidad evolucionó en estas especies. Los machos defienden su territorio,
y las hembras buscan a un macho que tenga un terreno privilegiado para poner
huevos en relativa intimidad. Cada sexo desempeña su papel en las actividades
de cuidado, pero los experimentos han demostrado
que si uno de los progenitores desaparece, el otro puede hacerse cargo del
trabajo. Con certeza sobre su paternidad, los machos son especialmente cuidadosos con los huevos que encuentran en
su territorio, mientras que las hembras son más quisquillosas.
Hay especies de anfibios que ponen sus huevos en tierra y se saltan por completo la fase larvaria y salen de la madre completamente formadas. Pero muchas sí incuban larvas, que suelen necesitar ayuda para encontrar agua. Las hembras de la rana Hemisus marmoratus ponen los huevos en cámaras subterráneas y más tarde construyen un tobogán para ayudar a las larvas a llegar al agua. (https://tinyurl.com/58j96dry) Los sapitos tepuyanos y las ranas marsupiales son dos de las especies endémicas de unas formaciones elevadas en forma de mesetas o montañas planas propias de Venezuela, y en menor medida en Guyana y Brasil. Son los tepuyes y desde uno de ellos cae el Salto Ángel, la cascada más alta del mundo. En estas alturas viven estas dos especies de anfibios cuyo aislamiento los hace únicos en el mundo. Ya hablamos en el blog sobre este tema (https://tinyurl.com/4jhkz6pe).
Algunas ranas transportan renacuajos sobre su
espalda. “Observamos una gran diversidad
en la forma en que las diferentes ranas venenosas llevan a cabo esta tarea”, afirma
Ringler. Algunas especies, como la rana
venenosa de muslos brillantes (Allobates femoralis) de la Guayana
Francesa, transportan muchos renacuajos a la vez a una gran masa de agua.
Otras, como la rana flecha roja y azul (Oophaga pumilio) que
Stynoski investiga en Costa Rica, los llevan uno a uno a pequeños charcos
de agua estancada, como los que se acumulan entre las hojas de las
plantas bromeliáceas en lo alto de los árboles.
Los diminutos charcos de agua de lluvia
sobre las plantas suelen contener poco o ningún alimento, por lo que algunos
padres rana han evolucionado para alimentar a sus crías. Las hembras de rana
flecha roja y azul visitan con regularidad los charcos que contienen a sus
crías para poner huevos no fecundados que luego comen sus renacuajos. “Las
investigaciones han demostrado que los huevos son
esenciales para la supervivencia de las crías”, y dice Jennifer
Stynoski, que también “transfieren veneno protector a las larvas”. En otras
especies de ranas, los huevos no son esenciales, pero funcionan como alimento suplementario.
Quizás las
formas más notables de alimentar a las crías se encuentren en el grupo menos
conocido de anfibios, las cecilias sin extremidades,
parecidas a gusanos, que pasan gran parte de su vida bajo tierra, alimentándose
de gusanos e insectos. “Como otros anfibios,
las cecilias mantienen a sus crías de diversas formas”, explica el biólogo
Alex Kupfer, del Museo Estatal de Historia Natural de Stutgart, Alemania. “Pero en algunas especies hemos descubierto
algo realmente único: las hembras almacenan lípidos y azúcares en capas
externas de la piel que luego desprenden
como alimento para sus crías”.
Por si fuera
poco, un reciente estudio publicado en Science informa de que en la cecilia de anillos
(Siphonops annulatus), la madre segrega por la
cloaca una sustancia lechosa que las crías no tardan en
consumir. Parece que lo hace en respuesta al tacto físico, y quizá a señales
sonoras, de sus crías. Algunas especies de cecilias, como la cecilia del río
Cauca (Typhlonectes natans), así como
algunas salamandras, en las que los huevos eclosionan
dentro de la hembra. En algunas cecilias, las crías se alimentan de
células o secreciones de una estructura nutritiva de su oviducto. Esta
disposición no se ha encontrado en otros grupos de anfibios, aunque varias
especies son vivíparas, con crías vivas que emergen del tracto reproductivo.
Aunque esto limita el número de crías que puede producir una hembra, también
aumenta sus posibilidades de supervivencia.
Algunas
especies de anfibios incluso ingieren a sus crías. El macho de la rana de
Darwin (Rhinoderma darwinii) guarda
los huevos en su saco vocal hasta que eclosionan. “Si nunca has visto un vídeo de esto, deberías verlo”, dice Stynoski.
“Básicamente vomita pequeñas ranas bebé”. Una
especie chilena estrechamente emparentada, Rhinoderma
rufum, que vomita renacuajos, está en peligro crítico de extinción. Y dos
especies únicas de ranas australianas en las que las hembras albergaban
renacuajos en sus estómagos temporalmente inactivados han desaparecido sin
duda. “Siempre es trágico perder una especie”, dice Vági, “pero perder comportamientos tan singulares es aún peor”.
Maracaibo, domingo 16 de diciembre del año 2024
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