Los estudiantes esperábamos
alrededor de la mesa de disección. El profesor llegaría para hacer una
demostración macroscópica. El ambiente era denso, la sala pequeña nos mostraba a
todos silentes y rodeando una mesa metálica… La puerta gime y entra el gocho
Vivas con varias bandejas de peltre cubiertas con gasa. Colorado y catire, el
joven Chucho, es casi un muchacho. Él las coloca sobre la mesa, arregla el
bisturí, destapa un gran cuchillo afilado, y coloca las pinzas, para luego
destapar una de ellas alzando cuidadosamente la gasa que la cubre… Las piezas están descubiertas.
Contra el peltre
blanco, resaltan los órganos de colores vivos. Antes de que podamos definir
formas, e impresionados por los colores de lo que imaginamos son trozos de
carne humana, en ese preciso momento aparece el profesor Fritz Eberhard. Alto,
delgado, con una bata blanca de mangas cortas y la cara cruzada por tres
cicatrices que se unen en su mejilla izquierda. ¿Heridas de sable en un duelo
juvenil? ¿Cicatrices de cortaduras que se hizo cuando era estudiante? Hay
quienes murmuran que las heridas fueron autoinfligidas para ganarse el respeto
de sus compañeros, otros dicen que, escapando fue al esconderse dentro de unos
toneles de cerveza, y, existen quienes aseguran que son producto de un duelo
con sable. Estas ideas y otras tantas versiones se han venido tejiendo
alrededor del cara-cortada profesor Fritz quien gusta lucirlas, siempre mentón
en alto, con un gesto jactancioso. Fritz Eberhard siempre completa sus frases
con un ¡Ja!
Entre la
variopinta crema y nata de nuestros profesores de la Facultad de Medicina,
Fritz siempre fue un tipo impresionante. Hay quienes aseguran que era capitán
en un submarino nazi durante la guerra, y aunque otros insisten, en que
realmente era un médico quien dizque no estaba en los campos de concentración.
Cuentan que comandaba una lancha torpedera de la Gestapo; muchos, y aceptemos
que son la mayoría, coinciden en que Fritz era oficial de la SS y quizás por
eso mismo, todos percibíamos en su presencia un incierto temor, más que una respetuosa
curiosidad…Te imaginareis el significado de estar ante un funcionario militar
oficial la marina alemana durante el Tercer Reich…
Sigo recordando que hay quienes aseguran, y dicen saberlo de fuentes fidedignas, que Fritz guarda un uniforme en el armario de su actual casa –en el vecindario del Sanatorio y de su Servicio de Patología- y en ocasiones lo viste y taconea con sus altas botas negras y brillantes saludando. ¡Heil Hitler! Pero ahora nos mira a los estudiantes alrededor de la mesa de disección, uno a uno, nos repasa inquisitivamente, y estira su cuello, y lentamente lo tuerce un poco, mientras nos recorre con su mirada entretanto se va colocado un par de guantes de látex y lo hace sonriendo de lado. Paralela y simultáneamente todos percibimos un olor terrible que escapa de sus axilas y que va condensándose en el pequeño salón. Ha variado la densidad aromática del reciento y lo que viene a nuestra mente son: ratas muertas…
Levanta de la bandeja
la pieza anatómica que ahora vemos como una aorta de la que penden dos riñones,
esa es la muestra anatomopatológica que el profe Fritz esgrime como un trofeo y
la sostiene en alto mientras nos repasa nuevamente con su mirada de ojos muy azules
y nos dice... -Bachilleeegrés ¿Que creen ustedes que es esto? Sin detenerse
prosigue en su castellano gutural… -Esta arteriaá grande, esta aortaá, tiene
una grave enfermedad. Sí. ¡Es la enfermedad de la comidá! ¡Jaaá! ¡Muchas
empanadaaaás!, mucho chivo en coco, y migreeeén, aquí están los resultados:
arterioesclerosis, ateromatosis, migreeén los riñones, son granulagreees, están
atróficos, es la arterioesclerosis renal. Entonces nos repasa con su
mirada casi como si fuésemos culpables de lo que nos muestra. Se detiene y nos
pregunta: -¿Por qué? Entonceeés ¿Qui sucedió?
Comenzamos todos a
sentirnos interesados en el asunto que el profe-nazi- caracortada, nos está
presentando, y le escuchamos con expectante atención… -Este señooor era un chofeeegr, y tomaba
mucho cafecito, caliente, al mediodía, en el tráfico, sí, mucho café, sí, para
el calogr, café y adimaaás, él comía mucho chivito en coco, y empanadaas, además
¡Ah!, ¡Ajaaá!… Él también fumaba mucho,
muchos cigarrilloos. Era un chofeegr hipertensooó, y aquí lo ven…
Entonces el profe se tuerce alborotando el aroma axilar que como un latigazo aromatizante
nos golpea a todos mientras él se voltea y va destapando otra de las bandejas
de peltre, las de Chucho, sí, mientras toma en sus manos, un corazón…
-Fijenseeeé aquí en
la hipertrofia del ventrículo izquierdo… ¿La ven ?, ¡Ja! Bachillegreees ¿Ven el
músculo más grueso? ¡Ja! Es así. Este señor tenía hipertensión y comía mucho
chivito en coco y tomaba mucho café, pero su corazón trabajaba el doble, y su músculo
creció por el esfuerzo para bombear la sangre, y un día, el chofegger: se
murió...
Asi nos administraban las dosis, de comienzo, pequeñas y casi perdidas en la
memoria del tiempo...
Les comento que,
este relato, fue escrito con las necesarias variaciones sobre el día, la hora, el
local, y los “perjúmenes” usando la
memoria donde los personajes reales están distorsionados, para crear
sencillamente esta historia que es tan solo esto, un relato que suena a
historia real y verdadera, pero tan solo viene a ser una de tantas vivencias
del remoto pasado que sale “parapeteada”
entre muchas otras cosas y cuenta con personajes de tipo - “carascortada”-, aquellos que reposan y
en ocasiones afloran, o son aupadas por las mismas musas capaces de inspirar hermosos
poemas, o emotivos cuentos, y que podrán ser siempre remozados, antes de que reposen
en una fosa o terminen por transformarse en el “polvo enamorado” de Quevedo.
En Maracaibo, el día miércoles 31 de julio del año
2024
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