miércoles, 20 de abril de 2022

En el mar

 En el mar

Carlos Argentino cantaba con la Sonora Matancera “En el mar la vida es más sabrosa, en el mar te quiero mucho más, con el sol la luna y las estrellas en el mar todo es felicidad”. Para Conrad, un polaco llegar a tener una conexión con el mar no le fue tan fácil; tras obtener la nacionalidad británica, pudo presentarse a los exámenes de aptitud para hacerse oficial de la marina mercante británica, y entonces navegaría en el Duke of Sutherland, el Highland Forest, el Loch Etive, el Narcissus y el Palestine, hasta que obtuvo el título de capitán, cargo que desempeñó en los barcos Torrens y Otago, este último de bandera australiana…

El mar no se puede amar” diría en una oportunidad Vila-Matas y añadiría, “se le teme, simplemente”. Entre la elocuencia de los literatos y el silencio de los marinos, hay afortunadamente unos cuantos marinos que decidieron escribir, y como ejemplo podremos siempre citar a Melville (https://bit.ly/3JLxSKW) y a Conrad.

Hablaré de este escritor que sí que amó intensamente el mar. Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más conocido como Joseph Conrad. Era un polaco quien había nacido en diciembre de 1857 bajo el Imperio ruso, en un pueblo de la actual Ucrania, y como novelista y siendo un ciudadano polaco, Conrad adoptó el inglés como lengua literaria y pasaría a ser considerado como uno de los más grandes novelistas de la literatura inglesa.

Conrad escribió sobre el inmenso mar que amaba, y describiría la lucha de los hombres contra su desaforada y terrible dureza. Conrad en realidad amó a los hombres del mar, a esos hombres brumosos ángeles, o cínicos criminales, o vagabundos y ambiciosos, a todos quienes se forjaron luchando en el mar y manipularía la verdadera vida de los marineros envolviéndola en un aura de misterio como aquella que Mallarmé volcaría en sus textos de poesía pura. Así Conrad, utilizando una técnica mezcla de instinto y de sus personales formas, crearía una especie de fusión extraña de Dostoievski y de Flaubert y él, escribiría en inglés.

Escribiría silenciosamente hasta un día, cuando estando en alta mar, decidió pasarle a un rudo marino llamado Jacques el manuscrito de su primera novela, La locura de Almayer y le preguntó si le aburriría leer algo con una caligrafía como la suya, a lo que Jacques respondió que en absoluto y añadiría, “lo leeré esta noche”. Cuando al día siguiente Joseph Conrad se acercó a Jacques y le preguntó si le había interesado lo que había leído su respuesta fue: “¡Ya lo creo!” y Jacques no añadió ni una palabra más…


El género de novela que Conrad cultivó es muy peligroso, pues sabemos que la novela de aventuras está generalmente basada en algún melodrama sobre un fondo de exotismo y de lejanía; por otra parte, Inglaterra ha tenido al mayor escritor de aventuras conocido: Robert Louis Stevenson (https://bit.ly/3OgL260). Siempre que Stevenson evocó el mar en sus escritos, lo habría de lograr con un convincente vigor expresivo.

Conrad es un Stevenson más literario, de cualidades más misteriosas, que lo hacen más profundo. Conrad ha sabido, por ejemplo, extraer toda la sensación de un paisaje, toda su sugestión y su misterio; él es capaz de transmitir la angustia que producen determinados parajes de la Tierra, incluso de ciertos ambientes conocidos él logra extraer esa aura de misterio de los trópicos, de la lejanía y de la tenacidad colonial, callada o muda, pero esa que ha sido contada por Conrad con un léxico de poeta creando una mezcla angélica y a la vez, diabólica.  

Para un escritor, el mar es algo inasible¸ conocemos el mar de Chateaubriand y el de Víctor Hugo, el mar en tono mayor, el mar profundo y azul, mar elocuente que parece haber sido creado expresamente para almas gigantescas, y también está el mar de los malos poetas, cuyo número es incontable, casi infinito. Pero siempre existirá el mar auténtico, ese mar sin lirismos de academia y sin balbuceos, el mar de los misterios desorbitados y eternos que hay que vencer por la fuerza. Ese es el mar de Conrad.

Los ensayos marítimos de Joseph Conrad expresan una calidez y proximidad sorprendentes al repasar sus vivencias marítimas, primero como marinero en Francia y más adelante en la marina mercante británica. Son textos los suyos, que crean un vivísimo retrato de la relación entre el hombre y el mar en una época cuando la llegada del vapor supuso el fin de la hegemonía de los barcos de vela. El espejo del mar es la insuperable reminiscencia de una forma de vida y una obra imprescindible para comprender la relación de su autor con el mar. Cuando joven, yo dibujaba “comics” sobre cazadores de ballenas y todavía existen evidencias de esos devaneos marinos…

Conrad tras escribir su primera novela, La locura de Almayer, en 1894, a la vuelta de su último viaje a Australia, conoció a su futura mujer, Jessie George, con la que se casó dos años después, residiendo en los años siguientes en el sur de Inglaterra, dedicado exclusivamente a su labor literaria. Publicaría Un paria de las islas (1896), al año siguiente, SalvamentoEl negro del Narcissus y Una avanzada del progreso. Durante estos años conoció a Rudyard Kipling, a Henry James y a H. G. Wells. En 1898 tras dificultades económicas debido a su afición al juego, trató infructuosamente de regresar a la marina.

 En 1900 escribiría Tifón Lord Jim, una novela en la que evoca el traumático accidente que sufrió a bordo del vapor "Palestine", y que estuvo a punto de costarle la vida. Los años siguientes se publicaría NostromoEl espejo del mar y de El agente secreto. Tras depresiones y otros problemas de salud, además de continuar sus dificultades económicas, con una fuerte carga de pesimismo con respecto a la condición humana, en su último relato (https://bit.ly/3OiBtn5) El corazón de las tinieblas, obra publicada inicialmente a través de tres entregas de Blackwood's Magazine, entre febrero y abril de 1899, para celebrar la milésima edición de esa revista, y en 1902 aparecería como parte de su libro "Youth: a Narrative, and Two Other Stories". Posteriormente fue editada de manera separada y traducida a numerosos idiomas la obra que narraría indirectamente las atrocidades que se estaban cometiendo contra la población del el Estado Libre del Congo.

En 1914, durante un viaje por Polonia, estalló la Primera Guerra Mundial y los Conrad tuvieron que regresar a Inglaterra por Austria e Italia. Al término de la guerra Conrad se trasladaría a Córcega y en 1923 viajó a los Estados Unidos. Poco antes de morir, el 3 de agosto de 1924 de un ataque al corazón, aún tendría la oportunidad para rechazar un título nobiliario que le ofrecería el primer ministro laborista RamsayMacDonald. Joseph Conrad fue enterrado en el cementerio de Canterbury.

NOTA: los dibujos son de cuando siendo yo muy joven dibujaba “comics” sobre cazar ballenas…

Maracaibo, miércoles 20 de abril del año 2022