La mujer de Nabokov
En 2020, Monika Zgustova, una checa
radicada en Barcelona, España, escribió una novela (Un revólver
para salir de noche, Galaxia Gutenberg)
donde ella expresa su fascinación por la mujer de Nabokov (https://bit.ly/2Sz6yKU), Vera Yevseievna Slonin y del rol que
cumplió en la vida de uno de los genios literarios del siglo veinte.
El 15 de
diciembre del 2021 Sergio Dahbar escribió: “los años pasan, pero Vera Yevseievna Slonin
sigue presente en el Olimpo literario” y esa revisión sobre la esposa del
escritor Vladimir Nabokov, producto de la investigación del acucioso periodista,
me ha servido para crear este artículo, que podría iniciarse cuando en
1940, con un hijo de seis años, llegaron Vladimir Nabokov y su mujer a Estados
Unidos, con 100 dólares y una fiebre muy alta que no dejaba en paz al futuro
escritor. Ocho años tardaron en convertirse en estadounidenses y en pertenecer
al staff de profesores de la universidad de Cornell.
“Vera Yevseievna Slonin sigue
presente en el Olimpo literario” diría Sergio Dahbar por razones fundamentales.
Se conocerían el 8 de mayo de 1923 en Berlín, en una fiesta de disfraces para
recaudar fondos a favor de los exilados rusos; sabían el uno del otro, ya que venían
de familias acomodadas de San Petersburgo; Dos años más tarde se casaron, cuando
nubarrones de intolerancia cubrían el cielo de San Petersburgo, y tuvieron que
huir a Berlín y luego a París…
En Cornell, los estudiantes nunca
pudieron olvidar a la esposa sentada en la primera fila. Vera como custodia, permanecía
inconmovible cuando él la llamaba -maliciosamente- su “asistente”. Nabokov, alcanzó
la fama y la fortuna con aquella novela que en su momento albergó un
malentendido (¿pornográfica?) cuando en verdad se trataba de una obra maestra
que no ha dejado de crecer desde 1955 y sería Vera, algo más que la simple
testigo de la creación de su marido, Vera fue la madre de Nabokov, de Lolita y
de Dimitri y de toda la historia de sus vidas que no hubiera podido ser posible
sin ella.
La verdadera Vera Nabokov era la mujer que negociaba derechos y traducciones, que arreglaba los contratos de las conferencias y las clases, la contadora que establecía la forma de gastar el dinero que les permitió vivir en un hotel sin tener que ocuparse de otras distracciones cotidianas. Para Nabokov, la vida siempre habría de ser una confusión irremediable de la que para su suerte, debía ocuparse Vera.
Cuando Nabokov le envió la primera carta a Vera, él era un poeta sin dinero en Berlín, un aristócrata que soñaba con la Rusia de su infancia, y cuando le escribió la última línea, era ya un escritor estadounidense, adinerado, y ambos vivían en un hotel de Suiza, al lado del lago Leman. La fama de su esposo implicaría nuevas cargas de trabajo para Vera -correspondencia, traducciones, negociaciones con editores-, tantas para Vera, que ya a finales de 1967 tuvo que buscar ayuda con una secretaria a tiempo parcial que habría de durar hasta su fallecimiento, en abril del año 1991.A partir de 1975 la salud de
Vladímir empeoró debido a diversas caídas, una extracción de un tumor
prostático y una infección contraída en 1976, hasta que fallecería el 2 de
julio de 1977. En 1980, Dmitri, el hijo
de ambos sufrió un accidente automovilístico muy grave y Vera, ya de frágil
salud, permaneció todo ese periodo junto a él. La salud de Vera iría empeorando
ya que padecía de Parkinson, requirió de la implantación de un marcapasos, luego
hizo una fractura de clavícula. Vera falleció el 7 de abril de 1991. Fue
incinerada y sus cenizas fueron enterradas en la misma tumba que las su marido,
Vladimir Nabokov, con quien formó una de las parejas literarias más enigmáticas
y fascinantes de la historia de la literatura.
Maracaibo,
martes 18 de abril, del año 2022
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