viernes, 8 de abril de 2022

De la cabeza a la cola

 De la cabeza a la cola

Existe un largo prolegómeno en una de mis novelas, el cual me sirvió en parte, para agradecer la colaboración de mucha gente que de una manera u otra, en el curso de los últimos años del pasado siglo XX, contribuyeron a consolidar y darle cuerpo a una novela, la cual, escribiéndola me parecía se transformaba de un ejercicio lúdico, tal vez un esfuerzo narrativo, posiblemente relato de “ciencia ficción”, quizás eran notas autobiográficas, como quiera que pueda ser interpretado, aquello que originalmente se había llamado “La Cabeza del Ratón” se fue transmutando al ir escribiéndolo…

En realidad, el texto representaba en la novela el trabajo profesional de un personaje a quien le había fijado el nombre de un estimado amigo, Hernando Salazar. Aquel, mi personaje, se había esforzado durante un par de años por indagar sobre el meollo de la historia de los ratones desnudos. Él se acercó a ella buscando una aproximación íntima, y fue bebiendo de las propias fuentes. Le vi, “ir a por ellas” como me decía él mismo riendo, y persistió, haciendo una entrevista tras la otra, con la constancia y la pasión de un verdadero periodista;  -“comunicadores sociales” les dicen ahora, pero años atrás eran, “el cuarto poder”- lo cierto es que aquel, fue un trabajo arduo…

Hernando luchó denodadamente por esclarecer la verdad de un olvidado caso... En nuestros tiempos existen hombres y mujeres, quienes han pasado a ser casi los únicos que afrontan la realidad de los hechos cambiantes; ellos libran sus batallas en el plano profesional, plenos de valentía, y algunas veces corren más peligros que un reportero de guerra en los Balcanes, - y recuerdo “El pintor de batallas” de Pérez Reverte-, y… ¡Vaya que se juegan la vida! Lo vemos a diario en la Ucrania recién invadida y en los predios de los dictadores… A veces caen presos, pero siempre salen adelante. Logran su objetivo; como Hernando...

Él vivió todas aquellas vicisitudes en su afán de investigar la vida palpitante de un instituto de investigación médica ya desaparecido -como casi todas las cosas en nuestro portátil país-, y en ese intento, recreó en palabras escritas su experiencia. Con la idea de mostrarnos retazos de quiénes habían sido los polifacéticos habitantes de una efímera institución, examinó acuciosamente los pormenores de múltiples historias, a todas luces disparatadas y hasta sacó algunas conclusiones. Recopiló extrañas aventuras que revivían pintorescas versiones personales de los sucesos en boca de cada uno de los interlocutores, para culminar en una caleidoscópica visión del asunto.

Debo señalar como una acotación esclarecedora, de que el tema ratonil ha estado presente y ha sido revisado desde años atrás en este propio blog (lapesteloca) y como un ejemplo puede verlo aquí (https://bit.ly/35rLZqB) en este “link” para demostrar que no todas las cabeza ni las colas han estado desprovistas de pelos como sucedería en el caso que nos ocupa… Lástima que sea difícil conseguir ejemplares de la obra editada por elotro@elmismo, la editorial que el respetado profesor Víctor Bravo instalara años atrás en la ciudad de Mérida.

Curiosamente, los personajes de mi novela, aparecerían ante los lectores, cohabitando bajo el mismo techo con camadas de ratones desnudos. Eran parte de un proyecto científico bien encaminado, pero los animalitos, enloquecidos, tal vez por el clima de la ciudad de fuego, ¿temperatura inductora de pasiones?, o por la ansiedad de querer hacer investigación científica -entretanto el personaje clave está encerrado en la cajuela de un auto- ¿calor de ansias de poder o humedad de sexo?, seguramente desesperados, los unos y el otro… ¿Quién podría saberlo? El caso es que ellos, los animalitos, los “Ratones Desnudos” pudiesen haber sido por igual, los chillones protagonistas de los hechos... 


Con estos comentarios hechos al inicio, se marcarían las primeras páginas de una de mis novelas que terminó por pasar de haberse titulado “La cabeza del ratón”, a transformarse, no en la “cola del león”, sino en un título que provocaba risa y confusión en los interesados futuros atrevidos lectores: “Ratones desnudos”. Al decidirme a ponerle aquel título cuasi obsceno o cruel por dejar en cueros, o en pelota, a unos animalitos cuya remembranza nos retrotrae al ratón Pérez o a Mickey Mouse, no fue una temeridad; por el contrario, quise hacer una especie de homenaje a mi admirada Ayarit quien ama a los gatos, y sería ella quien al leer el manuscrito me estimuló con sus comentarios a atreverme a publicar la novela que nominalmente quedó protagonizada por unos impúdicos ratones.

Maracaibo, viernes 8 de abril del año 2022

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