En mi novela La Entropía Tropical (pags 185 a 195) está publicado el guion de “HIDROFOBIA” una obra de teatro, denominada “pieza teatral en tres escenas, con un juglar y un bufón que dirigen las acciones”. En su ESCENA III Antes de subir el telón, el bufón se sienta en el borde del escenario y súbitamente chifla con los dedos en la boca llamando al público.
BUFON: Aprovechen
este instante, el juglar mi compañebrio, está en el baño, vamos a sonreírnos en
este previo, o a carcajearnos, solo un momento, antes de que el cantante, con
cara de jumento, se limpie su cargada, mente, de tunante. ¿Os reís? Oigo unas
risitas vacilantes, diviértanse señoras y señores, antes de que regrese mi
estimado juglar, sin trovadores, su cante es deprimente, es¡puachff!, si acaso
no se ha ido por el caño. ¡Para allá me voy yo! Se pone de pie y prosigue. ...Antes de que
suban el telón, ¡voy a hacer mutis por el forro! ¡Oh! ¡Horror! ¡Ya asciende el
cortinaje, telón develador!
Escapa, corre, y renqueando, sale por un lado del
escenario
Al subir el telón aparece un área del laboratorio
del doctor Rodrigo Gartán quien con y su asistente técnico Chuchú Terán, están
sentados ante un microscopio y examinan varias láminas de vidrio con
preparaciones histológicas.
RODRIGO: Bueno
Chuchú. ¿Vos te acordáis de los cortes que dimos para microscopía electrónica
del cerebro de la niñita? ¿Te acordáis que los dividimos con cinco números,
porque teníamos cinco fragmentos de cerebro distintos? Bueno, caete de a patrás.
¿A que no sabéis que es lo que estoy viendo ahorita mismo? CHUCHU: No
sé, pero, para mañana ya salen todos los bloques y los podrá ver en el
electrónico. RODRIGO: No
te preocupéis, vos sentate y mirá por los oculares que yo te digo lo que vais a
ver. Mirá bien, porque te voy a mostrar los cinco trozos de cerebro que me dio
el doctor Aranda, y ¿sabéis que?, son de tres casos diferentes, casos que no
tienen nada que ver con el cerebro de la niñita con rabia. ¿¡Cómo te quedó el
ojo!? CHUCHU: Mirando por el microscopio. ¿Pero usted está seguro?
¿Cómo pudo ocurrir eso? RODRIGO: recordá que la niñita del caso tenía más de
dos años, esa lámina que estáis viendo es de un recién nacido. ¿Me entendéis? Le
entrega una lámina de vidrio con un corte histológico y toma la que Chuchú le
alcanza. ¿Veis unas masitas doradas alrededor de los vasos? Bueno, eso
es lipofuscina, pigmento de las neuronas que se han muerto, porque ese cerebro
es de una persona mayor de edad, se nota también algo de arterioesclerosis en
los vasos cerebrales. Le entrega una nueva lámina a
Chuchú quien la coloca en la platina del microscopio y mira de nuevo.
¿Vos veis una cosa azul, con nidos y cordones de células?; eso es un adenocarcinoma metastásico, puede que
sea del colon, o del pulmón. Ahora decime
vos Chuchú... ¿Cómo vamos nosotros a hacer en estas muestras el diagnóstico de
rabia? Decímelo. CHUCHU: Solamente será como dice José Luis,
con las de Billy Queen. Lo que no comprendo es como pudo ocurrir esto.
Es ese instante, súbitamente, el
juglar y el bufón sueltan una estruendosa carcajada y comienzan a cantar a duo
esa ranchera que dice: “Ando volando bajo”. Rodrigo y Chuchú, parecieran
oírlos, miran hacia un lado y al otro, y parecieran no comprender que es lo que
sucede, hasta que la ranchera entra en la frase de: “tú y las nubes me traen muy loco, tú y las nubes me van a matar”. Ambos
entonces miran hacia el cielo… RODRIGO: Son cosas locas. ¿Verdad? Esto no es ni tan
siquiera una broma de mal gusto, no es un disparate, es una mala jugada que
refleja el grado de estupidez de mi colega Cesar Aranda. El pensará que nos
engañó y estará muerto de risa imaginándonos en la búsqueda de un virus
inexistente. CHUCHU: ¿Será que él no sabe lo de la niñita y las
vacunas y los familiares? ¿No habrá pensado que le pueden clavar las ampolletas
en la barriga a un puño de muchachitos en el pueblo? RODRIGO: ¡De
bola que es verdad Chuchú! Por eso es que la Sanidad está tan urgida de que
lleguemos a un diagnóstico rápido. No sé qué hacer, esto no es un error, es un
horror. ¡Creo, que no puedo, no debo silenciarlo!
En este
momento ya ha cesado la ranchera y el juglar abandona la escena, por un lado,
mientras el bufón se adelanta al borde del escenario y chifla gesticulando para
que bajen el telón.
La Entropía Tropical (Ediluz 2003) es una publicación de cuya venta se
ha beneficiado absoluta y totalmente LUZ (actualmente está a la venta hasta en
un local de la Biblioteca Pública de Maracaibo). En las páginas mencionadas, se
relata el “drama” titulado “Hidrofobia”
sin darle los visos de tragedia que podría tener, pues la circunstancia y el
personaje cuyo nombre se ha falseado (César Aranda) son reales, o sea:
existieron.
Aranda aparece como un médico joven, y está recién llegado
de USA especializado en Neuropatología. Aranda había venido muy ufano y se
pavoneaba de flux y corbata… Estaba recién empleado como anatomopatólogo en un
hospital donde una niña atacada por un perro había fallecido con diagnóstico
probable de rabia. Su jefe, el patólogo, le pidió fragmentos del cerebro de la
autopsia para enviarlos a su estudio con el microscopio electrónico(ME) del Sanatorio,
siguiendo un procedimiento de rutina es esos casos en el Maracaibo en la década
de los 70 del pasado siglo XX. Aranda decidió jugarle una broma pesada a los investigadores
del ME y ese error habría de costarle su cargo en el hospital de la Sanidad.
Este asunto podría haber concluido aquí, -por la
broma de mal gusto fue despedido- pero él persistió en su empeño: el colega “Aranda”
decidió enviar una carta al Colegio de Médicos acusando a quien usaba el ME
para diagnosticar la rabia, de no estar calificado como neuropatólogo y exigía unas
aclaratorias o constancias sobre su capacitación. Lo insólito para quien
escribe esta crónica, es que el presidente y el secretario del Colegio de Médicos
del Estado Zulia para la época eran personajes probos, y mis amigos muy
conocidos, pero le dieron curso a la denuncia exigiendo constancias y demás
certificados que nunca habrían de ser presentados pues aquello no era “una
comedia de equivocaciones” sino un exabrupto, que nunca fue analizado con
objetividad. Me mostraron la carta con sus errores de ortografía y para mí, eso
bastaba y de sobra, mas no para ellos...
Un mes más tarde, me tocó dictar unas conferencias
por invitación de la Profesora Dra Isabel Téllez Nagel en la Universidad de
Nueva York (Yeshiva University) para hablar sobre la patogenia y
ultraestructura del virus de la encefalitis equina venezolana. La historia de Aranda y sus reclamos fue uno
de los muchos inconvenientes del Laboratorio de Microscopía Electrónica del
Sanatorio cuando ya transformado en hospital General de Sur estaba en
dificultades para financiar la investigación y aceleraría mi decisión de
aceptar el “Año Sabático” (1975) que me correspondía en la Facultad de Ciencias
Veterinarias para ejercer como Neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas
durante el año 1975.
En este Blog lapesteloca, en enero del año
2016, se hablaría sobre la Baronesa Dra
Gabrielle ZuRhein (https://surl.lt/sclwuf),
de su presencia en Budapest y de la importancia en la investigación y en la
formación de la especialidad de Neuropatología.
De manera que podemos resumir lo conversado, como una de esas actitudes
curiosas entre colegas y de equivocadas respuestas, supongamos que debidas
posiblemente por desinformación de los organismos gremiales. Se han visto casos
y cosas y se siguen viendo ejemplos como el que hemos querido reseñar en este
breve trabajo que se inició con teatro y terminó sin resolverse gremialmente.
Como decía mi primo Ernesto, quien tenga oídos, que
oiga y si tiene ojos, que vea…
En Maracaibo, el jueves 30 de octubre del año 2025
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