lunes, 20 de octubre de 2025

De la escritura…(2)


En esta segunda vuelta sobre el asunto (iba a decir “el negocio”… ¡Que pretensión!) de escribir literatura, hoy trataré de centrarme en el tema de “La voluntad de crear”.

 

Con el bagaje de todas las experiencias provenientes de la lectura de textos, con las variables que los autores de los mismos nos ofrezcan, sumadas a lo que nace de la introspección y de las experiencias adquiridas, amén de las habilidades personales de cada cual, todavía puede ser que la creación literaria se vea restringida si no existe una firme y decidida voluntad de trabajar seriamente para crear una obra literaria.

 

A eso me refería con lo de “la voluntad” de crear. La memoria literaria de cualquier texto siempre tendrá algún elemento autobiográfico, aun inadvertidamente, las cosas que se escriben deben surgir de la persona misma, de quien escribe. Lo que se escribe -recordemos que estamos hablando de la voluntad de crear- aunque sea inequívocamente ficcional, el escritor las alimentará con la memoria personal. 

 

Roland Barthes dijo una vez que “toda autobiografía es ficcional y toda la ficción es autobiográfica”. Podemos decir que la ficción unirá los retazos de momentos que han resultado ser significativos para quien escribe, aunque parezcan hechos banales, esos instantes serán con instancias imaginadas, los que conducirán hacia la creación de la escritura para cualquier relato novelado o no. 

 

Rosa Montero afirmaba que “la ficción es la manera de sacar a la luz un fragmento muy profundo del inconsciente”. Al narrar, usualmente se recrearán escenas, algunas veces imitando secuencias cinematográficas como si estuviésemos en el cine y no importará que sean reales o imaginarias, cualquier situación llegará con el recuerdo de algo visto, o leído, de alguna ficción o de algún suceso históricamente real; estos son hechos que no ameritan dudas, son así.

 

Rosa Montero ha opinado sobre la escritura de las novelas lo siguiente: Cuando te encuentras escribiendo una novela, en los momentos de gracia de la creación del libro, te sientes tan impregnado por la vida de esas criaturas imaginarias, que para ti no existe el tiempo, ni la decadencia, ni tu propia mortalidad. Eres eterno mientras inventas historias”.


La literatura, decía Oscar Wilde“es el arte de mentir”, y esta frase resume la gran verdad sobre el escritor quien tendrá la opción de ser él y ser otro. Por eso la literatura puede verse como el ejercicio práctico de eso denominado, “la otredad”. Lo más interesante de todo este asunto, es que en esa búsqueda de cuanto se tenga que decir, el escritor solo contará con un instrumento, y éste será el lenguaje.

 

Según Goethe, todo ya está dicho, lo difícil es saber cómo decir las cosas otra vez. Por estas razones, sobre el tema del escritor y del escritor de novelas en particular, el planteamiento de cómo escribir y específicamente de cómo escribir literatura, no es tan sencillo, pues no basta con repetir historias, no se trata de volver a decir ciertas cosas, hay que escribirlas y hay que cumplir ese cometido de cierta manera, de un modo especial que conlleve siempre un nivel de excelencia en el lenguaje.

 

Lo hemos conversado en otras ocasiones: si vamos a escribir, con la voluntad de hacerlo, no se trata de “echar un cuento”. El asunto es más difícil de “como decirlo”, el asunto está en “como escribirlo”. Por eso repetimos que escribir puede ser un verdadero “oficio” y que este no es fácil, requiere mucho trabajo y en particular en el caso de las novelas, el cometido debe ser cumplido con paciencia, resistencia y mucha pasión. 

 

La escritura como oficio requiere un estricto régimen de disciplina, el cual puede ser variable en sus formas, pero sin duda alguna, la disciplina es indispensable, especialmente para quien se decide por la tarea de escribir novelas. Hay escritores rigurosos, quienes por su cuenta fijan horarios y hasta número de páginas a ser escritas en determinados períodos de tiempo; algunos de estos, trabajan como jornaleros, piensan posiblemente como decía Miguel Ángel Asturias que el escritor de novelas es “la araña de la literatura”.

 

Estos insignes trabajadores de las letras, quienes a veces resultan ser, como dijera Carlos Fuentes que “no creen en la inspiración sino en las nalgas”. También existen otros escritores, más lentos, quienes se toman su tiempo, al estilo de algunos cuentistas como fueron Julio GarmendiaAugusto Monterroso, de quienes sabemos que produjeron sus obras literarias pausadamente.

 

Lo importante del tema, es que para crear, para sentarse a escribir lo más importante es tener la voluntad de hacerlo. Alejo Carpentier le confesó una vez a Antonia Palacios su sistema para haber creado esas sus obras de largo aliento, y decía él, que “el único secreto es la página diaria”. Cada una, sumada, va a hacer 365 páginas al año. Evidentemente, que hay que tener disciplina para cumplir diariamente con esa tarea pautada. Todo lo dicho, viene a reforzar lo antes expuesto y ratifica que para decidirse a escribir una novela, es muy importante la voluntad de querer hacerlo. Estos datos los obtuve hace ya unos años a través de quien fuera mi maestro Eduardo Liendo durante un par de años cuando tuve la suerte de asistir a su Taller de creación literaria en los 90 de pasado siglo XX.

 

El éxito de un escritor dependerá de su capacidad de convicción. Para esto, será importante la manera de enfocar el asunto que se tenga en mente, bien sea fantasioso o realista, la verdad personal de quien escribe deberá prevalecer en el texto. Esta premisa puede sonar extraña pues cualquiera se preguntará ¿Cuánto de verdad y cuanto de ficción puede haber en un relato, o en una novela?

 

El escritor, y en particular el escritor de novelas, debe estar muy atento, pues el camino para la creación de las mismas estará sembrado de trampas. No se debe escribir para relatar la vida, se tiene que escribir para inventar la vida. Así pues, el éxito de quien escribe dependerá de sus poderes para involucrar al lector, persuadirlo de lo que dice y para ello, repito que solo vas a contar con las armas del lenguaje que habrás de usar para transformarlo en escritura.

 

Citaré de nuevo a Eduardo Liendo sobre el tema de lo real y lo ficticio. “El escritor no puede dejarlo todo al capricho de su imaginación y saqueará constantemente la realidad real”. Así, con esa redundancia pareciera recordarnos que la realidad prevalecerá e igualmente refrendará su idea al expresar. “Podría decirse que la calidad de la imaginación es la levadura que puede producir una transmutación poética de la realidad”. Paradójicamente John Updike, escritor y periodista estadounidense, quien escribió 20 novelas, decía en Conversaciones de escritores. “Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que escribo.”


Para mí, personalmente, prefiero pensar que quien escribe debe sentir que está viviendo lo que relata. Si el escritor no se sumerge en su historia, sino la siente y la padece, le sucederá como al niño cuando su barco pirata zarandeado por un huracanado temporal se le trasforma en la realidad de su cama. Asediado en una trinchera, él deberá padecer como su personaje las consecuencias de sus actos.

 

El lenguaje textual de una novela revelará un estado consciente e inconsciente del escritor, los símbolos y las metáforas que habitan en su mente habrán de transparentarse en su escritura. Por eso es que no habrá grandes diferencias entre las historias, bien sean reales o imaginarias, no podemos sustraernos al hecho bien conocido de que, en ocasiones, la realidad supera con creces la ficción.  

Esta aventura de conversar sobre literatura continuará mañana…


Maracaibo, lunes 20 de octubre del año 2025

 

 

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