Después
de leer la obra del investigador: Dr. Ceferino Alegría, profesor Titular de
Historia de la Medicina en la Universidad Central de Venezuela, podemos llegar
a la conclusión, de que el Dr. Rafael López Baralt, a partir de haber
tenido un incidente personal, con el bachiller Rafael Rangel, en Maracaibo, cuando éste tenía 19 años, afectaría
negativamente durante toda su vida.
Los testimonios de aquella
época, señalan que cuando Rangel cursaba su último año de bachillerato en 1896, llegaron noticias desde Bogotá, donde
estaban realizando la curación seroterápica de la Lepra, según un novedoso
procedimiento seguido por el doctor Juan de Dios Carrasquilla. La Junta de
Lazareto del Zulia, decidiría enviar a Bogotá, una comisión con el objeto de
estudiar el procedimiento utilizado por el doctor Carrasquilla.
Rangel, quien finalizaba sus estudios de bachillerato en Maracaibo, de inmediato, se ofrecería voluntariamente, para ir en calidad de ayudante; pero el director de la Sección de Seroterapia del Instituto Pasteur de Maracaibo, pero el Dr. Rafael López Baralt, lo rechazaría. Rangel insistiría, pero nuevamente su petición sería rechazada por el Dr. López Baralt. Acto seguido el joven estudiante Rafael Rangel, exaltado y ofuscado, le enrostró al Dr. López Baralt, su pequeña estatura, diciéndole que la trataba de compensar con unos zapatos de tacones altos, asignándole el calificativo de “Enano Engreído”. Rangel, previendo las consecuencias de ese incidente, con el Dr. Rafael López Baralt, ante la gran influencia política y científica del Dr. López, en Maracaibo; decidiría irse a seguir los estudios en la Universidad de Caracas.
El
doctor Juan de Dios Carrasquilla Lema había nacido en la ciudad de Bogotá, el día 19 de marzo de 1833. El
doctor Carrasquilla fue un hombre de ciencia forjado en la medicina del siglo
XIX estudioso de la naturaleza y supo aplicar diestramente sus conocimientos en
el terreno de las ciencias naturales al de las ciencias agropecuarias y al
desarrollo técnico de las mismas; fue un experimentador en los campos casi
desconocidos de la malaria; un investigador que indagaría en los misterios de
la lepra con el anhelo de doblegar la enfermedad y de vencerla.
El doctor Carrasquilla estudió Medicina en los Colegios de
San Bartolomé y el Rosario e hizo sus prácticas en el viejo hospital de San
Juan de Dios hasta obtener su grado de Doctor a los 19 años, Ejerció la
medicina durante seis años en las zonas rurales de Antioquia, en donde debía
competir con los curanderos ambulantes que combatían los cólicos con “cayetanas de humo” y la
indigestión con “enemas de
caldo de pollo tierno”; que atacaban las lombrices con
agua de siete hierbas y la debilidad con parches de Vigo aplicados sobre las
sienes; que utilizaban la cañafístula en el tratamiento de las afecciones
propias de la mujer, la otoba para tratar las niguas y el hinojo en las conjuntivitis,
y pretendían curar la erisipela adhiriendo sapos a las áreas afectadas para que
en forma mágica la enfermedad pasara a los sapos liberando al enfermo.
Con un artículo
aparecido en noviembre de 1881 en “El Agricultor”, titulado “La elefantiasis
de los griegos”, el doctor Carrasquilla dio comienzos a sus estudios
sobre la lepra. En Colombia aún se consideraba a la lepra como la más temible
quizás de las enfermedades. Los periodistas tomaban parte en discusiones
acaloradas con los médicos sobre cómo tratar la enfermedad y opinaban en pro o
en contra sobre la conveniencia o inconveniencia de aislar a los enfermos
leprosos en leprocomios regionales, o como lo aconsejaba el general Rafael
Reyes, en un Gran Lazareto Nacional que se establecería en una pequeña isla del
Océano Pacífico, frente a Panamá, para albergar los veinte mil o más enfermos
que se suponía que existían según “las más idóneas” estadísticas nacionales.
La clase más
privilegiada de la sociedad bogotana pensaba que de no adoptarse prontamente
medidas radicales, en corto tiempo el país habría de transformarse en una
República de leprosos. Escritores prestigiosos como doña Soledad Acosta de
Samper, el doctor Ricardo de la Parra y don Adriano Páez, al igual que lo hacía
en España doña Emilia Pardo Bazán, contribuían a mantener el clima de zozobra y
temor con relatos apocalípticos sobre una enfermedad que amenazaba destruir a
todos.
En su primera
conferencia sobre Seroterapia de la
lepra, presentada ante los médicos de la Policlínica de Bogotá, diría: “El
bacilo de la tuberculosis y el de la lepra se parecen hasta el punto de
confundirse; las lesiones de la lepra y la sífilis ocasionan a menudo errores
diagnósticos por su semejanza. En su segunda exposición, un mes más tarde,
anunció a la Academia que había iniciado el tratamiento seroterápico en
leprosos de la forma tuberculosa. He necesitado presentar día por día
los sorprendentes efectos de la medicación para adquirir el convencimiento que
hoy tengo de que la lepra se cura”.
En 1897 el doctor
Carrasquilla partió hacia Europa aceptando una honrosa invitación para tomar
parte en el Congreso de Leprología que se reuniría en Berlín en octubre de ese
año. Allí presentó sus trabajos de investigación y tuvo la satisfacción de
recibir el respaldo de muchos delegados al certamen científico y logró que sus
trabajos se a aceptaran como material de estudio de futuras investigaciones.
Pero al regresar al país, encontró con sorpresa que el Gobierno Nacional había
clausurado su Instituto basándose en un informe desfavorable que la Comisión de
la Academia había rendido finalmente sobre el tratamiento de la lepra por el
método de la seroterapia. Sus palabras, recibidas con
frialdad en la Academia fueron estas: “Cultivado
el Bacilo de Hansen en condiciones prácticas y relativamente fáciles, las
diversas cuestiones relativas a la naturaleza infecciosa de la lepra, y sobre
todo el gran problema de la durabilidad de esa terrible enfermedad, quedarán
definitivamente resueltas”. Pero al igual que Federico Lleras Acosta,
treinta años más tarde, Carrasquilla no había logrado cultivar el bacilo…
A
mediados del año 1900, Rangel conseguiría la aprobación de un aporte
presupuestario, con el primer Presidente del Estado Trujillo, Inocente de Jesús
Quevedo, recién nombrado por Cipriano Castro. Rangel esperaba viajar al
exterior a realizar su sueño, de estudiar serología inmunoespecifica, pero ya
en el mes de abril de 1901, fue nombrado Presidente del Estado
Trujillo, el médico y político marabino Dr. Rafael López Baralt, y
el aporte presupuestario aprobado, no se ejecutó en beneficio del joven
trujillano. Así lo dispuso el nuevo Presidente del Estado.
La alegría de Rafael Rangel, duró muy poco, pues en el mes
de abril de 1901, sería nombrado Presidente del Estado Trujillo, el Dr. Rafael López Baralt, el médico y
político marabino, que en 1896, había recibido en Maracaibo, las palabras del
emocionalmente alterado joven Rafael Rangel, y sus esperanzas tuvieron que
silenciarse pues con intenso dolor, se sintió lesionado en sus intereses
investigativos, nuevamente tropezaba con la misma piedra.
Esta
historia continuará y finalizará mañana…
Maracaibo, sábado 11 de octubre del año 2025
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