En
febrero del 2022, un primo mío lejano (Carlos
Eduardo Ferrero Larralde) al leer en este blog (lapesteloca) algo copiado textualmente de mi novela “La PesteLoca” (Maracaibo 1997), escribió
un comentario diciendo que aquello le parecía ... “Una verborrea y un
exhibicionismo literario loco”… Acepto
su impresión.
Hoy quisiera
reproducir el texto que dio origen al comentario de Carlos Eduardo, cuando intentaba
yo regresar a un retazo de lo que publicara el Papel Literario de El
Nacional, en fecha y año del que lamentablemente no recuerdo ni tengo
constancia alguna… El tema era “La
Republica del Este” y citaba al escritor y periodista canario Juan Jesús Armas Marcelo
(1946) cuando el 14/03/2014 en “El Cultural” (España), escribió: “Hoy día, no sé si todavía hay venezolanos
que recuerdan a “La República del Este”. Ella funcionaba indistintamente en
tres bares de primera categoría, que formaban el llamado Triángulo de las
Bermudas: El Vecchio Moulino, Franco´s y el Camilo´s” …“Eran una troupe asombrosa, Salvador Garmendia y su mujer,
"la Negra", Mary Carrillo, Adriano González León, que lloraba
recitando poesía, David Alizo, experto en mitologías clásicas y en gamberros de
barrio, el pintor Carlos Altamirano y el gran cuentista Pancho Maciani”.
Va aquí el texto de la
novela LaPesteLoca: “El diputado Lucidio Soto escuchaba a su
interlocutor ante un vaso de whisky con hielo. A él le resultaban familiares
los ruidos de los autos, el monóxido, el aroma del tetraetileno de plomo de la
gasolina, el humo de los autobuses con su perfume de diesel, pero, sobre todo,
los rostros y las voces de los poetas, artistas, empresarios, abogados, jueces
y divas, escritores, periodistas, políticos y mujeres hermosas. En el local se
hallaban un académico, tres profesores, un italiano mafioso, dos locutores, una
estrella de la televisión y todos los habitantes habituales, de aquel triángulo
bermúdico en la avenida Francisco Solano, entre el Franco´s, el Vechio Mulino y
el Camilo´s. Lucidio había aprendido a conocer los aires gestuales de todos
ellos cuando el bullicio sofocaba las palabras y tan solo quedaban los
movimientos, las miradas y las sonrisas. Él era ahora otro de los asiduos
visitantes de “La República del Este”…
“Él mismo se consideraba
un individuo de número y era mucha la historia patria y el intríngulis del país
nacional que había captado, rumiado y digerido frente a su vaso de whisky on
the rocks. Tampoco todo el crédito se le podía dar a “La República del Este”,
él también había puesto de su parte. ¡Y como le había puesto! Fue nutriendo sus
inquietudes intelectuales con tantísimas novedades y de un modo muy especial,
su pasión por la escritura parecía alimentarse con las ideas que le iban
llegando con los comentarios de los contertulios amantes de la pasta, el vino,
el antipasto y las casattas. Cada vez le gustaba más aspirar los perfumes
caros, conocer a las jóvenes plásticas, algunas de ellas suculentas, vivían
revoloteando ante los reflectores que calentaban las pantallas cuadradas y
otras liberadas o liberales, de mente más amplia y más exiguas de carnes, sin
aureolas de Carón, pero adornadas con palabreríos cuestionantes o llenas de
curiosidad inocentona por el más mediato pasado.
“Entre el bouquet del
cognac, del anís del Mono o de un Sambuca chisporroteando en azul sus granos de
café, quizás un cointreau seco en productiva
sobremesa, y desde hacía un tiempo él fumaba pipa, envolviendo citas,
confidencias, cuitas, negocios y arreglos de política esencia, en humo
achocolatado, de manera, modo y forma tal, que sus evocaciones más íntimas y
muchas componendas quedaban impregnadas de cacao, aspirado por la boca,
ladeando la pitillera, expirado por las fosas nasales, con el más distinguido
refinamiento”…
“El
diputado Lucidio Soto apuraba su trago, convencido de que él había sido más
afortunado que
la mayoría. Me ha ido mejor que a casi todos ellos. Pensó nuevamente que con
todo y la historia patria lo que se avecinaba para el país era enea con
rinquincalla, en realidad ¡había una presión económica desde fuera del carajo!
Afortunadamente él se sentía sobrevolando a los circundantes, como quien dice,
a los que vivían de las circunstancias, de hecho no era el viejo Parr quien lo
elevaba por encima de circunloquios y chismorreos, tampoco era el dinero a
manos llenas que le estaba entrando en sus labores de político honesto, no
pendejo que no es lo mismo ni se escribe igual, ¡que conste!, él con su
capacidad y con su inteligencia, presta para cumplir sus funciones, pero eso
sí, poniéndole precio a cada movida, era así, ¿qué hacerle? Desde la barra veía
a Carlos el marinero, al indio Ovalles, a Juan, a Salvador, a Edmundo y a
Francisco…
“Así, todo llega, a su
debido tiempo y él había arribado, finalmente, luego, un acuerdo y una de
acomodarse, ¡pero no podía quedarse esperando! ¡La suerte toca a tu puerta!,
pero vos tenéis que echarle una manito, un empujoncito, la oportunidad de tu
vida, calva la pintan, como cantante sueca. Así se hacían las locas, ¿las
suecas?, ante sus miradas, desde la barra, Margarita Gautier con su pechito de
tísica y la Fata Morgana, con su do casi de teutona, la británica pechuga
excalibúrica, más misteriosas ambas que catiras de film de Bergman, ellas
ensimismadas en una charla soterrada con Pico, el de la Mirándola y mirandola
también estaba Fabricius de Aguapendiente ¿y a donde me dejáis a Ludovico? A
todos los observaba Lucidio desde su silla, como loro en estaca, ellos
mascullando temas funambulescos, como era de esperarse, pues todos estaban de
lo más entretenidos, oyendo en el afrancesado acento que le hacía tan peculiar,
paeso la quiere dijo el chinito guajire, las historias sobre la peste y los
pestosos narradas por Gustavito Flaubert. El whisky se había volatilizado…
El diputado Lucidio Soto apuraba su
trago, convencido de que él había sido más afortunado que la mayoría. …
“Lucidio se escuchaba oyendo a su amigo y mirando luego hacia la concurrencia.
Orlando lo saludó con un gesto de su mano libre, la otra sostenía el vaso, en
ese momento volteó a mirar a Adriano conversando con Merlín y André Gide.
Lucidio observó por enésima vez como lo interrumpían Beaudelaire y Rimbaud,
ellos siempre secundados por Henry Miller, colorado y chapuceando el castellano
con el dublinés Buck Mulligan, le hacían objeciones ilógicas, requiebros
verbales, interrupciones etílicas a todo cuanto expresaba Adriano, y no
contentos con ello y a pesar de su condición de invitados, se deshacían en
morisquetas que parecían dirigirle a Miguel y a Rubén quienes charlaban con
Elisa y André Bretón, con María Teresa y con Cagliostro, tratando de asimilar
los cuentos locos del orate Maupassant eternamente en su nota cañera
infinitesimal.
Ellos trataban de beber lo más plácidamente posible, sorbiendo las palabras suavemente, ofrecidas por la fluidez poética incontenible de Omar Khayyan. Lucidio lo escuchaba también desde la barra; había adquirido una destreza especial en eso de darle oídos a dos o tres conversaciones a la vez y asimilar lo más conveniente, un ejercicio que su representación del pueblo le había proporcionado para facilitarle sus tareas, como esa de maraquear su viejo Parr en el vaso con hielo y oír poesías, en tanto su interlocutor lo llevaba de la mano hacia la zona roja de los comentarios nihilistas, sobre los defensores de las posturas actuales en los radicales de antaño, los irreverentes contertulios en vías ahora de pasarse al enemigo, ¿o a la acera de enfrente?, por lo menos, a barrera de sombra, ver los toros desde otro ángulo, sin eludir la veracidad de los procesos históricos, sin interpretar lo irreversible de los hechos cumplidos, solo enfocando con un objetivo más prístino, con más pupila, centralizando la atención en el chorro de oportunidades que se estaban dando, donde hasta los medios estaban abriendo de medio a medio sus compuertas. El diputado Lucidio Soto apuraba su trago, convencido de que él había sido más afortunado que la mayoría.
Nota complementaria: Lucidio
Soto, es con Crisanto Navarro y especialmente con Emidgio Ferrer -el hijo de
Evanan Jesus Ferrer-, uno de los personajes que con don Cesar Cuello protagonizan
una novela que desgarra años de historia local y nacional en los tiempos cuando
nacía y se desarrollaba el que fuera otrora, sistema democrático…
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