miércoles, 5 de julio de 2023

Parásitos manipuladores…


Todos hemos oído hablar acerca de los pequeños seres (a veces visibles y a veces no) que usan a un hospedero para subsistir; algunos son relativamente comunes como los piojos, hasta los hongos del género Cordyceps de los que ya (https://bit.ly/3FffWJ4) hemos hablado antes, señalando que la estrategia que exhibe el hongo para propagarse ha llamado la atención de muchos, pues pareciera que Cordyceps ejerciera algún tipo de “control mental” y/o especie de “zombificación” hasta entre los insectos (https://bit.ly/42RB4yt).

Pues resulta que existe un parasito que puede ejercer control sobre sus hospederos y no es un hongo, sino un protozoario microscópico. Es uno de estos protozoos dañinos, como son los responsables de enfermedades como la malaria, la disentería amebiana, la giardiasis y otras parasitosis; el protozoario del que en este momento hablamos es el Toxoplasma gondii, un parasito de animales y de humanos ya mencionado en este blog en 2021(https://tinyurl.com/mtzvv5ch).

Descubierto en 1908 y nombrado un año después como Toxoplasma gondii, su importancia médica no fue reconocida hasta 1939 cuando se identificó en tejidos de un bebé infectado congénitamente y no sería sino hasta 1970 cuando se dilucidó su ciclo de vida y se descubrió que los humanos sólo son hospederos intermediarios, ya que T. gondii necesita infectar a felinos para reproducirse sexualmente. Por lo tanto, los gatos son fundamentales en la replicación de este peligroso parásito.

La toxoplasmosis es una infección que pesar de ser relativamente común, no siempre es bien entendida. En la mayoría de los casos, las personas infectadas con toxoplasmosis no presentan síntomas o tienen síntomas muy leves similares a los de una gripe, como fiebre, dolor de cabeza y fatiga. Si no hay más síntomas, el Toxoplasma permanece en el cuerpo, inactivo y en esta situación, se confiere a menudo al paciente una inmunidad de por vida, de manera que, si vuelve a haber exposición al parásito, el sistema inmunológico lo elimina. Esto sucede en la gran mayoría de los casos, afortunadamente…

La transmisión de la toxoplasmosis en los humanos, generalmente se produce al ingerir alimentos o agua contaminados con heces de gato infectadas con el parásito. También puede ser a través de tierra contaminada, especialmente si se lleva la mano a la boca después del contacto, así como al ingerir carne cruda o mal cocida. En personas con sistemas inmunológicos debilitados, como los pacientes con VIH, la toxoplasmosis puede provocar problemas graves como inflamación del cerebro y de otros órganos. Asimismo, el toxoplasma puede representar un riesgo para las mujeres embarazadas y para los bebés por nacer, ya que si una mujer se infecta durante el embarazo, la enfermedad puede transmitirse al feto.

Ya dijimos que nuestro sistema inmunológico es capaz de controlar la presencia del parásito sin que logre hacer daño. Si la respuesta inmune no es eficiente, su aparición en el sistema nervioso puede desencadenar un proceso inflamatorio que llega a alterar la comunicación entre las neuronas, y se pueden producir convulsiones, debilidad muscular, dolores de cabeza y confusión. En casos graves, la inflamación cerebral puede ocasionar graves daños irreversibles. Cuando el Toxoplasma logra infiltrarse en el cerebro, se protege dentro de estructuras conocidas como quistes. Estos quistes que tienen la capacidad de evadir tanto la respuesta inmunológica como los medicamentos, son muy resistentes y difíciles de eliminar. Los quistes desempeñan un papel crucial en la transmisión del parásito a nuevos huéspedes.

Se ha comprobado que T. gondii en su estado de quiste puede “manipular” el comportamiento de su hospedero. En varios estudios se describe cómo ratones infectados comienzan a mostrar comportamientos de riesgo, como la atracción hacia la orina y/o la pérdida de miedo a olores de gato. Comportamientos similares también se han observado en especies como lobos. Se realizó una investigación en 2022 por Meyer y colaboradores donde estudiaron lobos grises y pumas (animales son el hospedero definitivo para Toxoplasma gondii en esa zona) en el Parque Nacional de Yellowstone en EUA. Meyer y col., descubrieron que los lobos que compartían territorio con pumas, tenían más posibilidades de estar infectados. Sobre los lobos, se supo que cuando estaban infectados tomaban decisiones poco comunes y más arriesgadas que lo habitual, como dispersarse y convertirse en líderes de manada.

Estos hallazgos sirvieron para demostrar que estos parásitos pueden tener efectos importantes en los animales, más allá de simplemente enfermarlos, donde pueden crear situaciones que pueden afectar a grupos y hasta al ecosistema mismo. Estas alteraciones de la conducta inducidas por el parásito, sirven para recordarnos que en entornos urbanos no somos simples huéspedes intermedios para que el parásito se reproduzca; que podemos infectarnos accidentalmente y en estos casos la persona puede experimentar efectos en su conducta.

Ya habíamos hablado en 2021, de cómo en la Reserva Nacional Masai Mara de Kenia habían notado que las crías de hienas infectadas en lugar de permanecer en la seguridad de la manada dejaban de tener miedo saludable y olvidaban la distancia prudencial que deberían de guardar frente a animales más grandes, era como si el Toxoplasma representase un mal consejero, instalado directamente en el cerebro. Según Kay Kay Holekamp, ecóloga del comportamiento en la Universidad Estatal de Michigan, la diferencia entre las hienas bebés sanas y las enfermas era notable, cuando no considerarían, ni de cerca, la posibilidad de enfrentar por su cuenta a los leones y otros felinos mayores, pero aquellas pequeñas con toxoplasmosis desestiman el tamaño de sus adversarios…

En los humanos, la infección ha sido relacionada con algunos trastornos neurológicos y psiquiátricos, como la esquizofrenia e incluso con intentos de suicidio. Otros estudios han demostrado una asociación entre la agresividad al conducir y la presencia de T. gondii. Además, se ha encontrado un aumento de testosterona en hombres infectados, lo que se ha asociado con un incremento de la impulsividad, la agresión y el comportamiento de riesgo, lo que da que pensar si es que estas conductas reflejan un comportamiento diferente este tal vez refleja la situación de neurotransmisión alterados. Sobre este tema y la epigenética, les prometo que hablaremos en otra ocasión.

Maracaibo, miércoles 5 de julio del año 2023

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