domingo, 9 de julio de 2023

Arraga y Puchi Fonseca


El 31 de julio de 1872, un año 4 meses y 25 días después del nacimiento del gran poeta marabino Udón Pérez, nacería en la calle Independencia de la ciudad de Maracaibo, entonces Estado Independiente del Zulia, Julio Arraga. Un año antes, el 15 de febrero de 1871 había nacido en Maracaibo, otro pintor zuliano, Manuel Ángel Puchi Fonseca. Arraga y Puchi Fonseca son los pintores zulianos más importantes de las primeras décadas del siglo XX.


Julio Arraga, realizó sus primeros estudios en la Escuela del Estado e inició clases de arte en 1882 en la Escuela de Dibujo del Estado, bajo la dirección de Luis Bicinetti, donde tuvo por condiscípulo a Julio Arraga y recibió clases de Manuel S. Soto. Hijo de una humilde familia cristiana, Julio desde muy pequeño sintió pasión por el arte tal vez herencia de su padre, un ebanista cuyos trabajos eran impecables y a quien serviría ve de ayudante desde su infancia. Cuando apenas tenía doce años, dibujaba con una precisión increíble los perfiles del natural, por lo que fue inscrito en la recién creada escuela de Dibujo y Pintura creada por órdenes del presidente del gobierno del estado Dr. Jesús Muñoz Tebar. La escuela estaba dirigida por el pintor italiano Luis Bicinetti y más tarde se puso al frente al bachiller Manuel Soto. Allí, hasta 1886, la inspiración y ese don natural que poseía en un afán de robarle los colores a la naturaleza, va depurándose el genio del pincel que también incursiona en la escultura.

 

Manuel Puchi Fonseca realizó sus primeros estudios en la Escuela del Estado e inició clases de arte en 1882 en la Escuela de Dibujo del Estado, bajo la dirección de Luis Bicinetti, donde tuvo por condiscípulo a Julio Arraga y recibió también clases de Manuel S. Soto.Seis años después en la exposición de productos regionales que se monta en Maracaibo con motivo del centenario de Urdaneta, el joven Arraga muestra sus trabajos al público por primera vez. Su carrera artística regional da inicio, y sus oleos se multiplican, reflejando una inquietud que parece insuficientemente satisfecha por la escasez de recursos que posee, sin embargo el vigor de los colores que conjugados en trazos impecables dan forma a escenas extraordinarias, no pasan desapercibidos, y en 1896, impresionado por la calidad de sus obras, el Presidente del Estado, Muñoz Tebar, le beca con trescientos bolívares mensuales, más los gastos de traslado junto al también pintor Puchi Fonseca, para que vaya hasta Italia, a enriquecer sus conocimientos pictóricos.

 

Tres años después de que el periódico “Ecos del Zulia” hiciera una reseña sobre un cuadro de aliento del pintor, Manuel Puchi que representa a Bolívar en el campo de San Mateo, exhibido en el Teatro Baralt, el cual captó la atención de todos los visitantes. Con sueños al hombro y unas ganas inmensas de explorar los caminos del arte en la capital del mismo en Europa, el 26 de julio partiría en un viaje y Génova, Florencia, Roma, Bologna, Venecia y Barcelona, serán sus destinos en ese tiempo que le tendrá por dos años absorbiendo los conocimientos que le convierten en un artista singular.

 

A raíz del triunfo de Arraga y Puchi en un certamen, el Gobierno Regional resolvió otorgarles el 25 de junio de 1896 una beca de 300 bolívares. Ese año, contrariamente a lo que acostumbraban los artistas caraqueños, que buscaban orientación en la academia francesa, Arraga y Puchi embarcaron para Génova el 28 de julio; de allí se trasladaron a Florencia (Italia),

 

Julio Arraga estudiaría  en la gran academia Florentina bajo las enseñanzas de profesores como Faldi, Ursu y Ferrini y la amistad con el pintor Vigú, va obteniendo una nueva visión que plasmaría en la magia de sus oleos, lo cual le permitiría cabalgar sobre varios estilos sin perder la noción de la realidad necesaria e importante ante el ojo del neófito. En 1898 tras llegar vía Puerto Cabello y ser recibido calurosamente por sus coterráneos, sustituye a Manuel Soto en la dirección de la Escuela de Dibujo y Pintura del Estado hasta su eliminación en la administración del General Regulo Olivares.

 

Los dibujos al creyón de Puchi Fonseca fueron reconocidos tempranamente, como el retrato de José Andrade (1882, colección Palacio de Gobierno, Maracaibo) y el del doctor Gregorio F. Méndez (1892, colección Salón de Actos Académicos, LUZ). En 1888 participó al lado de Arraga en la "Primera exposición regional del Zulia" (Maracaibo) y comenzó a dar clases en la Escuela del Estado María Teresa Rodríguez del Toro (1889-1939).


 

Luego de un frustrado intento por llevar su obra a Nueva York, Arraga dedicó los últimos años de su vida a trabajar en la pintura de paisajes. En 1918 viaja a los Andes e inicia una excelente serie de cuadros como Paisaje de Timotes, y en 1920 realiza Proclama de la Guerra a Muerte para la Sala de Sesiones del Concejo Municipal de Valera. En 1921 expone 60 cuadros en el Club Venezuela (Caracas). Ésta será su última muestra individual en vida. En 1923 realiza uno de sus últimos cuadros históricos, La muerte de Negro Primero (colección Instituto Zuliano de la Cultura); en 1926 viaja a los Andes, y en 1927, tras una breve visita a Caracas, produce obras como Arco de la Federación.

 

Por muchos años también Arraga regenta una clase de Dibujo en el Instituto Pestalozziano del bachiller Hermágora Chávez. Para él, pintar es una necesidad, una forma de conectar el alma del artista con el cuerpo del hombre que lo posee, una catarsis que explota mágicamente dándole formas perfectas a lo que el ojo capta con una precisión envidiada por las mejores cámaras fotográficas, es un retratista impresionante.

 

Sus obras nacen como los suspiros del aire que trae el lago hacia su casa, se multiplican de tal manera que aún es imposible determinar cuántas nacieron de sus manos. Las más conocidas son “El Milagro de Betania” (1907), “La Caída de la Nieve” pintada en Italia y perfeccionada en Maracaibo, “La Recolecta del Dividive”, Los retratos de Bolívar y Miranda, “Frutos del Vicio” “El Primer Crimen de Berruecos” premiada por la Sociedad Mutuo Auxilio, “Callejuela Marabina” que retrata una de las viejas calles de arena adyacente al templo de San Juan de Dios, “Procesión de la Inmaculada”, “Viernes Santo”, “El Purgatorio”, “La Santísima Trinidad”, “Los Campos” y muchas mas, sobre todo la obra considerada por el autor como su mejor pintura, “El Calvario Épico”, creada en 1910, con una altura de dos metros y treinta y cinco centímetros, la cual representa la resurrección de Lázaro.

 

Indudablemente Arraga y Puchi Fonseca son los pintores zulianos más importantes de las primeras décadas del siglo XX. La tendencia realista, los encargos oficiales de retratos de próceres regionales y, bajo la influencia de Arraga, y la temática paisajística con predominio de los tonos claros, rigieron gran parte del trabajo de Puchi. Sin embargo, la crítica afirma que "la obra de Puchi difiere de la de Arraga; ya que estuvo más apegado a los principios académicos, de lo que derivó su tendencia a preferir los temas de la pintura de género y el tratamiento de la figura humana. Si hacemos excepción de sus cuadros de motivos históricos (retratos de próceres, batallas) con que se iniciara, encontraremos en la producción de Puchi Fonseca dos etapas: la primera se refiere a pinturas de género realizadas dentro de un concepto clásico, con un sentido académico, como puede apreciarse en su obra más conocida La violetera (colección Instituto Zuliano de la Cultura), donde se aprecia la intención de continuar en la tradición de los maestros venezolanos del siglo XIX; y se observa su estilo, el último de su carrera, en el que la técnica deviene más libre y espontánea, como conviene a su propósito de captar escenas características de Maracaibo, en una búsqueda paisajística a través de la cual es evidente el nexo que este artista estableció con la llamada Escuela de Caracas, tal como ocurre en su últimos trabajos, como han afirmado Erminy y Calzadilla, (1975).


Mientras Udón convierte la palabra y el verso en una saeta que impacta los corazones de la gente, la obra de Arraga penetra a través de los ojos complementando esa policromía artística que va legando grandes nombres a la región. Tampoco escapan ciudades foráneas a la avidez de sus pinceles, en Valera, Estado Trujillo, en la casa colonial “La Carmania”, Julio traza el esbozo, copiado al natural, del acto cuando el Padre de la Patria dicta su Inmortal Proclama de Guerra a Muerte (pintura en el Salón de Sesiones del Consejo Municipal de Maracaibo). Sus obras han impresionado con los años a muchos, esa perspectiva humana-artística que revela una pasión que se catapulta desde sus lienzos penetrando por la retina hacia el cerebro, provocando el placer de la armonía entre colores que juegan a retratar los momentos que trazan mágicamente el tiempo y los lugares recreados en ellos, deja sin dudas una visión de perpetuidad y un esbozo del alma de quien logró capturarlos.

 

Como entrelazado a un destino que extrañamente parece retratarlos, dos años después, en el mismo mes de Julio que llevó al poeta Udón Pérez a escribir sus versos al cielo, muere el pintor. La muerte lo sorprendió el 18 de julio de 1928 mientras pintaba. Tenía 56 años. Ambos se marchan a la misma temprana edad años, cuando sus plumas y pinceles aun reclaman nuevos tiempos. El primero un 24 y el segundo un 18.

 

Maracaibo, domingo 9 de julio del año 2023

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