viernes, 21 de julio de 2023

La pintura de Árraga


En 1895, fue en el marco de la Exposición con motivo del centenario del Gran Mariscal de Ayacucho, cuando Julio Árraga expuso entre otros su cuadro histórico Una Conquista por el que gana una de las medallas de oro, y gracias a este triunfo, el gobierno regional, a cargo del presidente Jesús Muñoz Tébar –a quien Árraga se refería como “nuestro protector” por el acuerdo de fecha 5 de julio de 1896, cuando les otorgo una beca de estudios (https://tinyurl.com/ytxwnpy8 ) a Árraga y a Puchi-, para estudiar pintura en Italia desde el 28 de julio de 1896. Ambos regresaron el 3 de septiembre de 1897.

Sobre el estilo de la pintura de Julio Árraga, Roberto J. Maggiolo reconocería tres etapas: una neoclásica que obedece a su educación en Florencia y que culmina con “la Caída de la Nieve”, otra que se caracteriza por la narración histórica y los temas religiosos y, por último, la etapa impresionista. Pero más que hablar de etapas, resulta evidente que cuando ya había iniciado su tendencia impresionista Árraga pintó también cuadros realistas, e históricos, por lo que no es fácil delimitar su carrera en etapas.

Julio Árraga comienza a pintar entre 1908 y 1910, en ese su estilo “impresionista” con el cual pareciera apartarse de “de toda intención académica” (Calzadilla, 1977: 61). Además de retratos, cuadros costumbristas y paisajes, el motivo principal de sus pinturas eran el Lago y el puerto, las calles de Maracaibo, sus casas y edificios. Entre sus paisajes encontraremos algunos de los Andes, pintados durante dos giras por la ruta trasandina que realizó en 1918 y 1920 (Rodríguez Díaz, Ana A. Rev de Artes y Hum UNICA 17)

Continuando con la misma clasificación que hace Calzadilla cuando habla de estilos realistas - por la educación clásica que recibió en Italia- e impresionistas como primariamente registra su arte pictórico, los de Árraga en estilo realista eran cuadros que se destacaban por tratar de describir hechos históricos o religiosos- la Caída de la Nieve, La Campos y Bolívar en San Mateo, fueron obras que calaban muy bien en el gusto del pueblo zuliano de la época encontraban expresión los ideales y valores en que creía el público (Calzadilla, 1972: 64). Gracias a estas obras Julio Árraga ganó reputación en el medio artístico regional junto a Manuel Puchi y Pedro Villasmil.

Además del éxito que disfrutó a su regreso de Italia y con sus exposiciones, esas últimas décadas del siglo XIX, el centenario de Urdaneta (1888), el de Bolívar (1883), el del Gran Mariscal de Ayacucho (1895), donde se llevaron a cabo exposiciones pictóricas, sumadas a las de 1898 de 1901 para celebrar el 5 de julio, estos salones culminarían en el centenario del 19 de abril de 1810, finalizando la época de apoyo a los artistas, que en Venezuela venía desde el gobierno de Guzmán Blanco.

La falta de estímulo que iba a caracterizar al período post-guzmancista, y la difícil situación económica en que se encontraba Árraga, fueron razones que le condujeron a alejarse de ese estilo realista para orientarse hacia el impresionismo (Calzadilla, 1972: 26-30). Árraga terminaría por adoptar un estilo más libre, de tendencia impresionista (Rodríguez Díaz, Ana A. La obra de Julio Árraga: ¿Reaismo versus Impresionismo? Rev de Artes y Humanidades UNICA. 2022)

Árraga sin duda, quería obtener una representación fiel de la realidad, y los detalles o impresiones de lugares de la ciudad, eran producto de una pintura al aire libre y de rápida ejecución con la técnica de empastado rápido. Es en este estilo, en el cual encontramos sus obras más auténticas y personales. Árraga conoció en 1909 a Samys Mützner (1869-1958) un pintor de origen rumano, que permaneció en Venezuela de 1915 a 1918, aunque muy poco influenciaría en su pintura ya que Árraga había comenzado a pintar con ese su personal estilo cerca de 1908 a 1910. Samys Mützner en nuestro país, viajó por Caracas, Margarita, Carúpano y Maracaibo, e influiría sobre los artistas Federico Brandt, Manuel Cabré y hasta en Armando Reverón, entre otros (Boulton, 1973: 275).

Lo cierto es que Árraga logró convertirse en un gran paisajista. Aun cuando la intención de los impresionistas no es precisamente la de narrar algo, sino simplemente captar el momento, muchas de sus obras son claro reflejo del ambiente dentro del puerto y el Lago de Maracaibo, durante su época de mayor esplendor. En esos cuadros podemos encontrar las lavanderas, los pescadores, las embarcaciones, los trabajadores del puerto descansando, gente bañándose, es decir vemos cómo se relacionaba el hombre con el Lago de Maracaibo.

El movimiento impresionista nacido en Francia y su nombre surgió del cuadro de Monet llamado “Impresión”. El impresionismo y su relación momentánea con la luz es un estilo suelto caracterizado por el uso del color, sobre la marcha y al aire libre, donde más que el retrato fiel de la realidad la obra resulta en la impresión que el artista tiene de la realidad.  Muchas de las obras de Árraga son impresionistas y en ocasiones recuerdan a Monet y a Pissarro (Calzadilla, 1972: 82) y hasta en algunas ocasiones tiende al expresionismo.

Calzadilla ha comparado la obra de Cabré con la de Árraga: expresando como en la obra de Cabré se puede identificar la luz de Caracas en el paisaje, pero no en el de Árraga, donde “es difícil reconocer en un paisaje de Árraga la luz de Maracaibo”; esto lo afirma Calzadilla (1972: 82) y si bien es cierto que Árraga hace uso un poco reservado de la luz, podemos ver como en La Cañada Morillo está plasmada la luz del atardecer similar a la de Maracaibo, así como también en su obra Al Amanecer, en la cual se ve la luz de la mañana reflejada en los personajes principales y en el Lago.

Árraga es también llamado “cronista de su tiempo” por Calzadilla y hay muchos otros que lo consideraron cronista de la ciudad, del puerto y del Lago. Pero es necesario aclarar que, si bien algunos de los cuadros que aquí se mencionan, no fueron pintados durante la llamada época de oro, sin embargo, representan una imagen de aquel puerto que recibía a visitantes -y a nativos- que llegaban a Maracaibo, durante la última década del siglo XIX “...el espíritu de una época no tiene una fecha precisa para concluir. Sus expresiones y personajes continúan activos en un tiempo y en un escenario que ya les resulta un tanto ajenos” (Palenzuela, 1994: 170).

Así como el Ávila es el motivo emblemático de la obra de Cabré, Árraga es reconocido como el artista del Lago de Maracaibo. En las escenas del puerto y del Lago se encuentra representada como figura principal, el emblema de la ciudad y en ellas se encuentra expresada la relación del hombre con el Lago. Hay encuentros humanos, que giran en torno al comercio, el disfrute, a las tareas diarias de las lavanderas y se observa el movimiento, el ritmo del trabajo, en la gente y en los barcos anclados o en reparación, durante distintos momentos del día en el puerto. Gracias a ese su estilo típico del impresionismo, Árraga copia de la realidad la muestra de Maracaibo a través de sus ojos.

En el Lago, Julio Árraga encuentra el símbolo de la ciudad, aquello que la representa y desde el año 1910 vemos como el tema de la playa predomina en la obra de Árraga, y con él surgen los temas infantiles, niños jugando, y escenas de pescadores, lavanderas, y astilleros. Su interés por las luces del amanecer y el ocaso, nos muestra las horas de más movimiento en el puerto y en el Lago y en algunas de esas escenas, sobre todo en las del ocaso, la luz ilumina la composición de una manera muy especial. Sirva este recuerdo de la pintura impresionista de Julio Árraga para insistir en la urgente necesidad de salvar el lago de Maracaibo contaminado ante la inercia eterna de las distintas autoridades gubernamentales.

Maracaibo, viernes 21 julio del año 2023

 

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