lunes, 19 de diciembre de 2016

Majoreros entre los ultimos de Filipinas


Majoreros entre “los últimos de Filipinas” y sus dos películas

A lo largo del siglo XIX nacía el imperio norteamericano mientras el imperio español se desmoronaba. En unas guerras injustas, miles de españoles salieron de sus pueblos, de sus huertas, de sus aldeas y fábricas, y se fueron a la guerra simplemente por el hecho de ser pobres; muchos de ellos murieron fuera de su patria. España en unos años perdió las colonias americanas, las continentales y las insulares, Cuba, Puerto Rico, Guam. A finales de 1897,  en un clima de aparente paz, el gobierno español redujo el número de efectivos destinados en algunas de sus guarniciones.  España tenía desplegados en esos momentos unos 28.000 soldados en Filipinas. Con la crisis de abril de 1898, Aguinaldo, líder filipino, volvió a las islas para dirigir una insurrección contra los españoles. Los filipinos en número mucho mayor, fueron tomando territorio; y los efectivos allí desplazados ya no eran suficientes para repeler los ataques de los filipinos, aunque estaban apoyados desde la costa por los buques de los Estados Unidos. Además de Cuba y de Puerto Rico, los norteamericanos querían hacerse cargo también de las Islas Filipinas, ya que resultaban puertos ideales para abastecer de carbón a sus colonias de Asia.  

Diez días después de la explosión del acorazado US Maine en La Habana, el 15 de febrero de 1898, el comodoro Dewey, al frente del Escuadrón Asiático en Yokohama, recibió la orden de prepararse para atacar Filipinas. Mientras el Capitán General de las Filipinas, Fernando Primo de Rivera, era partidario de defender a Manila, el contralmirante Montojo consideraba que la ciudad habría de sufrir numerosas pérdidas materiales y humanas exponiéndose a un bombardeo, y prefería batirse en la bahía de Subic, con mejores condiciones de defensa. Pero el 1ro de mayo de 1898 se produciría el desastre naval de Cavite, donde toda la flota española se perdió en una hora y media. Los españoles tuvieron  800 bajas y las de los americanos no llegaron a 20. El 13 de agosto de 1898 España firmó el tratado de Paris donde capituló y le entregó a los Estados Unidos, las Filipinas, Cuba y Puerto Rico. España desmoralizada, estaba hundida  ante una grandísima crisis económica.

Desde Manila los españoles le enviaron emisarios a Martín Cerezo, anunciando la rendición de España, e informándole que ya todo había terminado, que depusieran las armas y se rindieran. El capitán Olmedo llevó las noticias, pero Martín Cerezo desconfiaba de todos. Llegó la Navidad de 1898 y la situación era angustiosa. Los alimentos se habían terminado y solo les quedaban infusiones de naranja amarga. Los filipinos luchaban contra los norteamericanos al entender que el tratado de París había sido una traición que no les otorgaba la independencia sino que serían una colonia de los Estados Unidos. El 13 abril de 1899, los americanos decidieron ir en ayuda de los españoles y sacarlos de Baler. El cañonero americano, Yorktown   iluminaba por  la noche la iglesia de Baler y el teniente Cerezo interpretaba que eran los refuerzos que esperaban desde julio. Los 16 fusileros americanos del Yorktown y su teniente James C. Gillmore  murieron en Baler sin lograr rescatar a los españoles. El Yorktown se retiró.  Martín Cerezo ordenó seguir con la resistencia empeñados en una defensa a ultranza hasta el último hombre.

Con la firma del Tratado de París entre España y Estados Unidos, se había puesto fin formalmente a la guerra entre ambos países, y España le cedería la soberanía sobre Filipinas a Estados Unidos, no obstante, pese a los numerosos avisos por parte del gobierno español y de los propios habitantes de la isla, los soldados sitiados en la iglesia de Baler permanecieron inamovibles, ante la incredulidad sobre la cesión del imperio español a Estados Unidos, motivo por el cual los sitiados en Baler fueron conocidos como “los últimos de Filipinas”. A ellos se refiere la película recientemente estrenadam este año 2016, con el título de “1898-Los últimos de Filipinas”, dirigida por Salvador Calvo, escrita por Alejandro Hernández y protagonizada por Luis Tosar, Javier Gutiérrez y Álvaro Cervantes. Esta película tenía un antecedente del año 1945, en un filme titulado “Los últimos de Filipinas”, dirigido por Antonio Román con Enrique Alfonso Barcones y Enrique Jovet  como protagonistas. Entre los héroes que resistieron 337 días dentro de aquella iglesia en Filipinas, se encontraban dos nativos de la isla Canaria de Fuerteventura (majoreros), uno de Villaverde y el otro de Tuineje. Ambas películas, en esta oportunidad puede valer para recordar a los dos valientes majoreros que con grandes sufrimientos, vivieron una gesta que hermana el nombre de la isla de Fuerteventura con el pueblo de Baler.

En la iglesia de Baler el contingente español sitiado, era en total de 57 militares y tres religiosos. Desertaron seis, fallecieron 16 y 38 personas sobrevivieron al asedio. Del lado filipino, se produjeron 700 bajas entre muertos y heridos. Tras seis meses de asedio, el 8 de diciembre, falleció el soldado Rafael Alonso Mederos, agricultor majorero natural del pueblo de Villaverde, su muerte fue provocada por el Beri Beri, enfermedad producida por la falta de vitamina B1. Rafael Alonso fue enterrado en la misma iglesia, y tras la guerra, sus restos mortales fueron repatriados y enterrados en Madrid, junto a todos sus compañeros fallecidos. Después de la capitulación y al final del asedio, Eustaquio Gopar de 23 años, labrador natural de Tuineje, embarcó el 28 de julio de 1899, con los supervivientes en el puerto de Manila y llegó a Barcelona el 1 de septiembre. Eustaquio Gopar comenzó a involucrarse en la vida política y social de la Isla, llegando a ser dos veces alcalde de su pueblo natal, mandatos durante los cuales, se adquirió la primera bomba de agua con la que contó el municipio. Fue recompensado con los títulos de Hijo predilecto de Fuerteventura, Teniente Honorario del Ejército y Caballero de la Orden de Cisneros; Cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo y, en 1908, una pensión mensual vitalicia de 60 pesetas. La misma pensión recibieron las viudas (o las familias en caso de los solteros) de los soldados muertos en el asedio, por las heridas recibidas o por enfermedad. La familia de Rafael Alonso nunca llegó a cobrar dicha pensión.

Toronto 19 de diciembre del año 2016

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