La historia de César Cuello en
cuatro partes (IV)
CUARTA PARTE
César sonriente acaricia ahora un nuevo paquete que está señalado en la
cinta como "Virginia". La playa Virginia había sido adquirida por el
Club del Comercio a orillas del Lago para esparcimiento de los socios y sus
familiares y allí incansablemente, los sábados y domingos, retrató a su esposa,
a sus hijos y a sus amigos. En una de las fotos se veía Clara Rosa con los
cinco hijos y a su lado Doña María Teresa de López Contreras. César la volteó
para leer la fecha. Veintiocho de Marzo de mil novecientos treinta y siete. Ese
año el Club le daría un agasajo muy especial al nuevo General-Presidente y las
posiciones comerciales, sociales y políticas del distinguido comerciante de la
ciudad del lago mejorarían aún más. Después vino la época de cosechar. Los hijos
creciendo estudiarían en los Estados Unidos, él aceptaría una posición
diplomática en Bélgica y en Luxemburgo. Los mayores se harían cargo de una
parte del negocio, crecerían sus bienes con las privaciones de la segunda
guerra y las posibilidades de beneficiarse de la importación de vehículos y de
maquinarias, amén del petróleo. El destino le recompensaría con creces,
amplificando la venta de refrigeradoras y rockolas y llegaría el momento de
abrirse en la línea de las estaciones de gasolina.
Fue en ese entonces cuando el Nuevo Ideal Nacional era más una consigna
que un deber patriótico y el regionalismo zuliano que se le había metido en los
huesos, llevó a César a la locura de hacer algunos comentarios ante el
General-Presidente Marcos Pérez. Allí sufrió la pérdida de sus aspiraciones
gasolineras. Así, también fue marginado en las negociaciones de los planes de
vialidad y a pesar de estar enterado de todo lo concerniente al puente y a la
inclusión del mismo en un sistema ferroviario para todo el Estado. Fue
catastrófica la entrevista con el Señor Presidente. Él no pudo contener un
malsano comentario al referirse peyorativamente a la tacita de plata capitalina
conocida como la sucursal del cielo. Fue más allá. César, envalentonado tenía
que estar cuando se atrevió a decirle al Presidente que aunque estuviese en el
poder, el General era tan provinciano como él mismo y que los andinos y todos
los olvidados zulianos que él sentía representar en ese fatídico momento,
sufrían una gran desazón al ver a Caracas cuidada con tanto afán en tanto que
sus olvidados pueblos provincianos, interioranos, cordilleranos o costeños
estaban en un estado de abandono total.
En su mullido sillón César revivió aquella, su metida de pata. Valió la
pena, lo pensó, cuando recapituló su alejamiento del sector oficial y lo
proverbial que resultara aquella situación. Muy poco tiempo después, gracias a
estas penosas circunstancias, él se autodenominaría, otra víctima de la
dictadura. Entonces recordó a Lucidio Soto y esbozó una amplia sonrisa. El
régimen democrático, el pueblo y tantas cosas, como había tenido que escucharle
esa mañana, tantos disparates dichos por el joven locutor en tan corto tiempo. Entonces
César comenzó a musitar en voz baja, casi para sí… Un muchacho, eso era tan solo,
un joven inexperto y además, ¡estudiante de periodismo! Todo aquello era su
versión, era como veía él a su tierra, otra visión, inversión, reversión,
revulsión, revolución, el enfoque era diferente, equivocado totalmente, los
problemas y la manera de ser de la gente no parecían contar para el muchacho
ante la entelequia creada por las letras, letras y letras. ¡Craso error! Sobre
todo, más que todo, por encima de todo, lo del estudio de periodismo en la
universidad, tenía que ver con esas ideas…
Al muchacho lo están influenciando con todo el palabrerío sobre el
Marxismo y el Leninismo. ¡Qué diferente es la mentalidad de quien no ha tenido
que luchar para obtener las cosas! ¡Creen que se merecen mucho los jóvenes de
ahora, que les deben todo, que todo se consigue fácilmente, que del cielo
llueven las cosas, que el país les debe dar, les tiene que dar las cosas y ¡carajo!
¿Esta es la juventud de ahora? ¡Cómo están de equivocados, cónchale!, ¡que
diferentes son las cosas! ¡Están bien pelados y fuera de contexto! Lucidio no
pasa de ser un muchacho, un iluso. Tal vez así hubiera sido su padre, el negro
Eusebio. Por tonto lo liquidaron. Con gente asumiendo esa actitud, dándole
oídos a los discursos de nuestros comunistas tropicales y esperando la
protección del Estado para la solución de sus problemas, el país no va a
progresar nunca. Por tener ideas como esas fue por lo que a Eusebio Soto lo
desapareció la Seguranal… ¿Quién sabe si hasta tendría ideas comunistoides?
Digan lo que digan, nadie puede negar que el General fue un hombre de ideas
progresistas... Fue el único Presidente que trató realmente de desarrollar al
país... Aunque quizás es cierto, él le dedicó demasiada atención a la capital.
Ese fue su error. El centralismo es un mal entronizado en este país...
Fin de “La historia de César Cuello
en cuatro partes”
DesdeToronto, y como regalo,
“La historia de César” que es sencillamente un relato aquí en cuatro partes y
presente, dentro de la novela “LaPesteLoca”;
diciembre del año 2016
La Peste Loca (Tapa blanda) publicada el 31 jul 2011: de Jorge García
Tamayo (Autor) En AMAZON Versión Kindle EUR 9,66
Leer con nuestra App
gratuita Tapa blanda EUR 31,55
No hay comentarios:
Publicar un comentario