Pablo Lasala y el asbesto, con
música de Rachmaninoff
Estaba escuchando
el Concierto No 2 para piano y orquesta de Sergei Rachmaninoff y regresó a mi
mente la imagen de Pablo Lasala, sentado en el piano Wurtlizer de mi casa, Los
Arrayanes, en la avenida Santa Rita, en el Maracaibo de mi juventud… Éramos compañeros
del bachillerato. Recuerdo a “el viejo”, tecleando sin acompañamiento orquestal
y de oído, el concierto de Rachmaninoff que aprendimos a escuchar admirando a
Marilyn en “The seven year itch”, la comezón del séptimo año. Recomiendo volver
a ver el filme, no solo porque es, el de la emblemática secuencia del aire que
asciende del subsuelo del metro para dejarnos ver las piernas de la hermosa
Marilyn, sino por la inolvidable actuación cómica de Tom
Ewell, el neuyorkino de “la comezón”.
A Pablo, puedo
verlo como ayer, el primer día cuando lo vi ingresar en el autobús, de lentes, pantalón
conto y tirantes, flaco y con apariencia desvalida. Después aprendí de sus
crisis de asma que ellas mejoraban corriendo alrededor de la casa, según la
explicación, aprendida de su padre, para provocar dilatación bronquial por
efecto de la adrenalina secretada por las carreras. Pablo, quien tocaba a
Rachmaninoff en el piano y con quien dibujábamos ciudades del futuro, cada uno
por separado para discutir sobre ellas, cuando ya el germen de la arquitectura
estaba floreciendo en él, y a quien por miedo a los números, no quise acompañar
en sus estudios universitarios. Hace ya 15 años que nuestro compañero, Pablo,
quien fue un destacado arquitecto, nos dejó. Pablo “el viejo”, recién graduado,
ganaría el concurso para diseñar el emblemático edificio capitalino de La
Previsora y años después sería el Decanato de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Central de Venezuela(UCV) para
dejar allí una huella imperecedera. Pablo era hermano de Aurora, ambos hijos del
doctor Pablo Lasala, brillante odontólogo, profesor de la Escuela de
Odontología de la Universidad del Zulia, quien había llegado a Maracaibo con su
esposa la Señora Pablita y sus dos hijos, exiliados de la España de Franco,
cuando recién nosotros estábamos terminando la escuela primaria.
Durante uno
de doce años de mi ejercicio como director del Instituto Anatomopatológico de
la UCV, tuve la oportunidad de volver a ver a Pablo, quien cumplía su gestión
como Decano de Arquitectura y a quien le solicité auxilio y apoyo técnico en un
intento por arreglar parcialmente un problema de contaminación con asbesto. Como
patólogos, conocíamos de las alteraciones pulmonares y pleurales padecidas por
los trabajadores que habían respirado niveles de asbesto bajos, en particular
sabíamos del Mesotelioma, un cáncer de la pleura provocado por el asbesto
(amianto) y estábamos conscientes de que este no aparece inmediatamente, sino
que se manifiesta después de varios años, entre 20 y 40. Posiblemente todos estos detalles provenían de la historia de uno de
nuestros héroes del cine. En aquellos años recién había fallecido Terence
Steven "Steve" McQueen (1930-1980), y ya en los primeros días de octubre de 1980, el propio actor
McQueen confirmaría el rumor de que padecía de un mesotelioma
pleural. Rumores sobre la enfermedad del actor circulaban desde
hacía más de un año y la causa había sido atribuida a la exposición al
asbesto sostenida durante filmaciones donde la protección sonora de los
estudios se lograba usando asbesto, aunque se pensó igualmente que exposición
de tipo masivo podría deberse a que en su época en la Marina norteamericana
(antes de dedicarse a la interpretación) manipuló indiscriminadamente amianto "friable" (que
desprende fibras con facilidad) utilizado como aislante de los motores y además
había trabajado como estibador de puerto descargando minerales de amianto. Todo
lo anterior habría que sumarlo a cuatro cajetillas de cigarrillos diarias que según
se decía fumaba.
El asbesto en
la construcción está conformado por una serie de minerales sumamente fibrosos
constituidos por silicatos de hierro, aluminio, magnesio y calcio entre otros. Su
presencia en edificios puede deberse a que un edificio se construyó o se reparó
empleando asbesto o materiales que lo contienen, o porque se han introducido
materiales conteniendo asbesto en edificios nuevos. Determinar su presencia o
no en los edificios es fundamental para la salud de los trabajadores que los
ocupen, y especialmente para los que intervengan en su reparación, remodelación
o derribo ante la elevada contaminación ambiental que se puede producir al
manipular materiales que contengan fibras de asbesto. En Venezuela los techos de
asbesto-cemento fueron ampliamente usados en aplicaciones de vivienda,
industria e institucionales hasta que se prohibió su fabricación hace más de 20
años por demostrarse que el asbesto era cancerígeno. Se empleaban principalmente
láminas pesadas de onda alta.
Detectamos
asbesto cubriendo los techos de algunos de los espacios del IAP-UCV y se hizo
necesario saber si existía esta situación en otros de los edificios de la
Universidad, los cuales realmente mostraban lo que detectamos como superficies
aislantes de asbesto, especialmente en los techos, con frecuencia ya deshilachando
fibras colgantes en techos que antes había sido ubicados en edificios y
laboratorios de la UCV. Teníamos en el IAP un gran auditórium con un techo muy
alto y desde abajo divisábamos las peligrosas estalactitas de asbesto. La única
manera de reparar aquello era creando placas que aislaran el techo, una tarea difícil
por la altura del mismo, pero no habría otra manera de hacerlo. El tema se tornó
controversial en la UCV, hasta que finalmente se consideró como una necesidad y
cumplimos con el apoyo de Pablo, nuestra labor de medicina preventiva.
Hace ya más
de 15 años desde que regresé a mi ciudad natal, Maracaibo, pero Sergei
Rachmaninoff sigue sonando y trayéndome el recuerdo de Pablo, así como también el
de Marilyn y de Steve McQueen, y de este
asunto que por primera vez relato, entre tantas de nuestras luchas en el IAP de
la UCV donde siento que consolidamos toda una generación de patólogos, mujeres
y hombre médicos especialistas, que destacan con brillo propio en todas las
regiones del país nacional.
Toronto bajo cero, con recuerdos tibios de Maracaibo y
de Caracas, en un 20 de diciembre del 2016.
Add. Pablo Lasala falleció el año 2001 y su trabajo tuvo
gran influencia en las nuevas generaciones de arquitectos en Caracas. Sus dos
hijas, Isabel y Ana son también profesionales graduadas en la Facultad de
Arquitectura de la UCV y prosiguen la labor de su padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario