La búsqueda
implacable
“Mucha gente, especialmente la ignorante,
desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca pidas disculpas por ser
correcto, o por estar años por delante
de tu tiempo. Si estas en lo cierto, y lo sabes, que hable tu razón. Incluso,
si eres una minoría de uno solo, la verdad es siempre la verdad” Mahatma
Gandhi
De todos los prolegómenos
escritos sobre la crisis que nos agobia, lo que más desconcierta es no
encontrar en ellos, propuestas efectivas
para solucionar la causa estructural de la misma. Seguimos en manos de quienes
desde cúpulas y cogollos han controlado los recursos patrios durante
décadas. Es evidente que de continuar de
esa manera displicente en la que no se tiene ni la más remota idea de cómo
salir del caos, ni mucho menos una concepción económica estructural capaz de
brindarnos aunque sea la mínima posibilidad inclusiva de aparecer en la lista de
naciones con perspectivas de competitividad hacia el futuro, el colapso hacia
adelante es de proporciones catastróficas.
Pareciera no existir en el venezolano,
una mínima capacidad de discernimiento para entender, que hemos fracasado rotundamente cómo país.
Una de las
rémoras más agobiantes que hemos arrastrado como país productor de petróleo es
el de habernos convertido en importadores “de todo”, y cómo contrapartida
nefasta, sin producir nada. Cómo corolario, somos una nación decadente y
sin remedio. Hemos caído en el foso de la ignominia, un barranco en el que estamos
atascados por culpa de la ignorancia y/o la ingenuidad. Esa brecha,
que ahora se ha hecho generacional y tecnológica, hasta hace poco podía enmendarse a “punta de real”. Ahora eso
no es posible, ni siquiera remotamente. Abandonamos la
Globalidad, el Mercado, las Patentes, la Innovación, la Ciencia, la
Investigación y la Tecnología entre otras importantes e indispensables
variables, necesarias para crecer en el
mundo de la modernidad competitiva. Y
precisamente, por no haberlas cultivado, hace años que las perdimos.
Somos campeones
haciendo leyes, como si de eso se tratara. Lo que menos necesitamos son
leyes. Lo que queremos en realidad, son
cerebros lúcidos que destierren todas las ideologías basura que han enfermado a
nuestros pueblos con leyendas y mitos.
Esas que pregonan el anhelo del hombre nuevo; al salvador mesiánico; al
carismático líder; o la del luchador social. Todas ellas, patrañas y espejismos
de artilugio, que los populistas
“manosean” como encantadores de serpientes,
atontando con discursos bonitos,
a los pueblos mansos y bolsas,
fáciles presas de la dádiva y el facilismo.
Aquí en Nueva
Esparta no somos la excepción. Hacemos énfasis
y le damos importancia no merecida a temas vetustos, más sinónimos de
remedo (malo) de la Venezuela (Saudita) petrolera importadora de todo y
productora de nada, que a una acción autonómica de estado moderno generador de
riqueza externa. Una sociedad fenicia que teme competir, cerrada a las
innovaciones productivas, no tiene futuro.
Ya vendrán los jóvenes del mañana, ojalá más temprano que tarde, capaces
de sustituir con innovadora creatividad la malsana y arcaica “manía” de querer
surtir un Puerto Libre a “punta de dólares”,
en vez de hacerlo con producción creativa autóctona que incluya patentes
y tecnología (Hecho en Margarita) en todos los ámbitos del saber y del
conocimiento.
Aún no
entendemos la gravedad de nuestra propia torpeza. Continuamos inmersos en un
marasmo de nunca acabar, ese que nos arrastra hacia los mismos vicios y errores
de siempre. Nos empeñamos en seguir produciendo programas de gobierno
conceptualmente atrasados, fundamentalmente, porque los hacedores de los mismos
son personajes intelectualmente atrasados. Lo paradójico es, que no lo saben, y mucho menos lo entienden. La verdadera
revolución pacífica, tiene que generarse desde acá, en la Provincia. FUERA EL
PRESIDENCIALISMO CENTRAL, VIVA LA AUTONOMÍA DE NUESTRAS ISLAS. Rompamos las
cadenas del yugo centralista que nos roba nuestra Libertad y la Autogestión
generadora de riqueza. Constituyámonos en verdaderos administradores de
nuestros propios recursos, no solo en materia fiscal, sino en todos los ámbitos
productivos. Solo así estaremos estableciendo las bases para cambiar el país
que merecemos y afanosamente no hemos sabido labrar.
Hay una realidad
global inocultable, que la gran mayoría
de los políticos venezolanos no han podido asimilar o entender. El mundo de hoy es diametralmente distinto al
de hace apenas una década. Venezuela está totalmente fuera y distante de las
fuerzas económicas que lideran y rigen los mercados del mundo. Venezuela no es competitiva, porque no tiene en sus perspectivas globales
una proyección a futuro cómo para desarrollar el país productivo integral que
se requiere. La materia prima principal, la más importante para afrontar tales
retos, su capital humano, está disperso
en una diáspora que costará mucho reorganizar para poder aglutinarla en torno a
esta realidad.
Todo está por
hacerse. Quienes durante décadas fracasaron estrepitosamente siguen en el
empeño de “ponerle la mano al coroto”, para seguir haciendo lo que solo saben hacer, cambiarlo todo, para que todo siga igual. Son auténticos
terroristas, sembradores del atraso, que
nos han privado de ser ciudadanos libres,
y siempre nos negaron la merecida y legítima autonomía. No me canso de
repetirlo. Puede sonar duro, pero es la verdad. La mediocridad es la constante
en estos tiempos difíciles. Son contados con los dedos de una mano y sobran
dedos, quienes asumen compromisos nobles y responsables con el país. Al final
uno termina siempre viéndolos sentados en la misma mesa, contando los mismos
panes para la misma merienda que satisface privilegios parciales desde el
reducto pequeño o grande que siempre han mantenido. No hay aún la voluntad
política para cambiar. Que Dios y la Patria se lo demanden.
Lorenzo
García Tamayo
Isla
de Margarita, 15 de diciembre de 2016
Para lapesteloca.blogspot.com
en Toronto, Canadá, el 15 de diciembre del 2016
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