FINAL DE UN “DISCURSO”
El 11 de diciembre del
año 1997, me correspondió decir unas palabras en el Salón de Situaciones del
Palacio de Gobierno del Estado Zulia, en Maracaibo en representación de “los
escritores publicados” por la Secretaría de Cultura del Estado Zulia. Recién
venía desde Caracas a “bautizar” la publicación de “La Peste Loca”, gracias a
la iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Gobernación del Estado y en
particular a los buenos oficios de Jesús Ángel Parra, quien se había entusiasmado
con mi novela y auspició su publicación para iniciar una nueva colección que
llevaría el nombre de “Madréporas”.
Comencé diciendo… “Hace un par de días recibí con emoción un
fax con la invitación de la Secretaría de Cultura del Estado para asistir a
este importante evento y debo confesarles que me llenó de preocupación una nota
al pie de la página. En ella se me anunciaba que tenía que intervenir en el
protocolo, y que debería hacerlo en representación de todos los escritores publicados.
Debo agradecerles sinceramente por esta deferencia y les confieso que lo hago
en medio del susto que me embarga frente a semejante compromiso”.
Luego quise abundar en
detalles sobre la evolución histórica de la literatura en nuestro Estado Zulia,
pero creo que se hará muy largo el discurso, por lo que al tropezármelo hoy,
decidí contarles tan solo la última parte, quizás para corroborar para mí lo
que en aquella época ni intuía, y que finalmente sería el terminar mi
existencia regresando al terruño, cosa que hice desde el año 2005, hace ya 11
años… Me cito, entonces:
“Por estas razones he querido secuenciar, parcialmente, sin duda
con muchas involuntarias omisiones, de lo que ha sido un breve recuento de una
verdadera gesta literaria, protagonizada en nuestra región durante el curso del
siglo XX por muchas personas, a quienes no he nombrado, pues la lista sería
interminable. Esta fructífera producción literaria, crecerá y se depurará en la
medida que gestiones como la emprendida por el Departamento de Literatura de la Secretaría de Cultura
sigan dando sus frutos transformados en obras publicadas.
Quizás el cielo límpido de
nuestra la “Ciudad de Fuego”, la de Américo Negrette, continuará brillando en
el próximo siglo, o en las noches cuando la luna “se encumbra y un cielo azul
de porcelana alumbra, y en el lago sin brumas, la onda medio caliente,
entumecida, coronada de espumas, soñando melancólica” siga recordándonos a
Yépez, pero en verdad después del holocausto ecológico a que lo hemos sometido,
el “lago de los poetas”, ya no es el mismo, no es el que soñara Lossada cuando
escribió: “ Siglos yo pasara
bordando quimeras, cual monje que escucha celestes bandolas, bajo tus paraguas
de azules palmeras, con la desmayada canción de tus olas”... Ahora quizás la
ciudad de las palmas está ante el lago del poeta Guillermo Ferrer... Más
contemporáneo... “Hoy las torres de acero, forman tu cielo oscuro y el lodo de
las piedras palpita desde el fondo, el alcatraz ha muerto, las gaviotas se
fueron, en las palmeras sube la savia del petróleo”, y ciertamente nos duele
repetir con Ismael Urdaneta que “la alberca de zafiro se hizo tina de aceite”.
Quizás pronto nosotros, los escritores y los poetas de esta región del
occidente venezolano, podremos volver a sentir que era cierto, aquello que
decía Udón, de los zulianos y del lago, aquella historia, de que... “és fama que le basta, ya encinta,
a la madre futura, somorgujar sus formas en la corriente pura, para que luzca
el hijo sobre su sien de esteta, la aureola que anuncia la gloria del poeta”
Muchas gracias.
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Maracaibo, 28 de enero
del año 2016
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