APUNTES DE VIAJERO EN TIERRAS LEJANAS.
V
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WASHINGTON D. C.
Desde el
aire, él va volando sobre Washington Distrito Capital, el Capitolio y el
Obelisco parecen manchas blancas y él piensa en Arlington, y busca el
cementerio, ¿dónde estará la tumba de Kennedy?, voltea, no lo divisa, pasan las
nubes y él piensa... Fue un veintidós de noviembre en Dallas, lo liquidaron, es
la fecha de mi cumpleaños, curiosa coincidencia, Santa Cecilia es la patrona de
los músicos, así decía mi madre, los cerezos deben estar floreciendo, pero tan
solo se ven allá abajo y grises los tejados de las casas, termina el frío de
marzo y comienza el mes de los tontos, april showers bring me flowers... La
primavera del año sesenta y siete llega a Washington antes de que arribe a las
onduladas planicies de Wisconsin. Él quien es un médico residente del
Departamento de Patología de la Universidad de Wisconsin, vuela hasta la
capital de los EUA, con pasajes y viáticos pagados por los gringos. Por eso tal
vez, se pregunta a sí mismo... ¿Estarán tratando de conquistarme para que me
quede a trabajar con ellos? Debo tomar con seriedad sus proposiciones, son muy
buenas, como para pensarlas. Tan solo un médico-residente y me han enviado para
que presente los resultados de mis trabajos experimentales ante una pléyade de
expertos, en una audiencia donde estarán los mejores patólogos de Norteamérica,
estoy seguro. Ya me lo habían dicho… Desde el aire él reflexiona. Me han pedido que me quede en Wisconsin y no
regrese a mi país, ellos creen que aceptaré, pero yo sé que no lo haré, por muy
buena que sea la oferta, no puedo, no quiero, siento que me debo a mi gente...
Es la
reunión de los patólogos de Norteamérica, y le han dado la alternativa, él la
aceptó y decidió presentar ante una gran audiencia su trabajo de investigación.
Él es maracaibero, de Venezuela, y por extrañas circunstancias del destino, le
ha tocado conocer la capital del país de los gringos llegando por el aire y
enviado por la Universidad de Wisconsin. Él lo piensa y se dice a sí mismo que
es una gran suerte y a la vez es muy curiosa su situación, paradójica por
demás... En definitiva, él quien se siente hijo de la tierra más amada por el
sol, cree que ha sido una especie de curso de pingüinología el cursado durante
todos esos años vividos en Madison-Wisconsin, con inviernos de ocho meses a
muchos grados centígrados bajo cero, nieve y frío interminablemente...
Las
luces se encienden indicando que deben extinguirse los cigarrillos. No más humo
y carcinógenos para los macrófagos pulmonares... Él lo piensa, y es que está
convencido de que el pulmón es un campo virgen para la investigación, será el
área del futuro, los intereses de la NASA con sus astronautas del proyecto
Apolo apuntan hacia un detallado examen de la patología pulmonar. La cabina
presurizada del Jet de Eastern Airlines donde viaja le recuerda las cámaras de
baja presión donde habitan sus acuritos, o concretamente los de Enrique
Valdivia, y entonces él recuerda a su amigo investigador y sonríe. Mira por la
ventanilla. Las nubes pasan rápidamente ocultando el paisaje. Washington está
allá abajo con su Capitolio y el Pentágono, allí donde se dictan pautas y se
delibera sobre la vida y la muerte en la interminable guerra de Vietnam...
Fugazmente él recuerda una de aquellas películas francesas de guerra en el cine
Venecia, a una cuadra de su casa... Dien
Bien Fu, y cientos de paracaidistas en blanco y negro que van descendiendo en la selva mientras las ametralladoras siguen tableteando... El
avión también ahora desciende, rápidamente. ¡Indochina! Muy pronto he de pisar
el suelo donde se decide la suerte de los soldaditos americanos, soldaditos de
plomo, ahora de plástico, jugar a la guerra, como jugar a ser doctores y abrir
y suturar iguanas, duro el cuero pero la aguja gruesa y la sedalina de la
abuela las dejaba como nuevas, y se iban corriendo, cayendo y corriendo, así
salían las iguanas… Ahora despanzurro acures, estudio la actividad de la
fosfatasa ácida en el alvéolo pulmonar de acuritos hipóxicos en cámaras con
baja de presión de oxígeno. ¿Entenderán mi inglés?... Mentalmente comienza a repasar las posibles
preguntas, y las probables respuestas. ¡Tener que decirlo todo en el idioma de
Shakes! ¡Que molleja! Lo dice en voz muy baja y mirando a su alrededor sonríe.
Aterrizaron. El avión está ya rodando sobre la pista.
El hotel
Hilton de Washigton DC es el sitio donde se dará la reunión anual de la
Asociación Americana de Patólogos y Bacteriólogos. Luego de la inscripción con
una plaquita de plástico en la solapa que lo identifica como natural y
procedente de Madison-Wisconsin, él avanza hacia el salón principal y pronto
divisará una figura que se le antoja extraña y fuera de lugar. Casi sin poder
creerlo se encuentra de frente con Carmelo Solano, un anatomopatólogo
malgenioso de su ciudad natal, el mismo a quien los estudiantes de Medicina apodan
“el diablito” y en ese instante él no recuerda si lo de “Underwood” proviene de
sus cejas peinadas hacia arriba como flechas o de sus ojos bachacoides rayados
y amarillentos, o tal vez el sobrenombre se debe a lo despiadado que es con sus
alumnos en los exámenes. Crea fama y acuéstate, piensa él… Allí ante él, en
Washington, está nada más y nada menos que su Satanás vernáculo quien lo mira
en ese momento y le dice.
- Vos
tenéis que ser de por allá, y bírtica chico. ¿Vos no te acordáis de mí?
- Claro que
me acuerdo de usted doctor Solano, ya el doctor Itriago me escribió hace tiempo
contándome que usted estaba haciendo un curso en los Estados Unidos...
- ¡Sí
chico!, figurate que aquí hay un mollejero, es decir un bojote de patólogos
venezolanos, de Caracas, ¿vos sabéis?, desde allá vinieron a este Congreso y
todos son mis amigos, bueno, son conocidos y por allí andan...
- En
realidad yo no los conozco, a ninguno pues, sí claro que me gustaría que me los
presentara.
- Sí,
ahoritica mismo los vemos, están todos metidos en una reunión en aquella sala,
¿vos la veis? Mirá y decime una cosa. ¿Cuándo es que te vais a regresar? -
Probablemente en diciembre. Estoy haciendo neuropatología por recomendación del
doctor Wenger, ya completando mi cuarto año de entrenamiento como residente y
metido en otras cosas, especialmente en hacer investigación. Precisamente vengo a presentar en este
Congreso algunos de los resultados de mí trabajo.
-¿Así es
la jaiba? Eso sí que es algo bien raro, mirá y
decime. ¿De qué vais a hablar?
- Bueno,
es un trabajo experimental sobre la ultraestructura del pulmón en los acures...
-
¡Miergación! Mirá ya se terminó la conferencia, y van saliendo. ¿Veis allá,
aquel señor alto y flaco, es el doctor Rivero, él dirige el Instituto de
Patología más importante del país. El que está al lado, el alto, es Suárez,
trabaja con él, en Caracas. Vení que te los voy a presentar… Doctor Rivero, le
quiero presentar a un estudiante de patología que es maracucho.
Se dieron
la mano, él se presentó y el doctor Rivero quién al saludarlo le diría…
- Es un
placer. ¿De Maracaibo dice? Pero aquí en su tarjeta se lee, que usted es, ¡de
Wisconsin!
- Si, no,
bueno, en realidad soy de Maracaibo pero estoy terminando ya mi cuarto año de
residencia de Patología en Madison y vengo para presentar un trabajo...
-¡Que
interesante! ¿Cómo la pasa con el frío? Mire, le presento al doctor Suárez, es
también venezolano él es quien más sabe de patología del corazón en nuestro
país. Trabajamos en el Instituto de la Universidad...
Él se
impresionó gratamente con sus colegas. El doctor Rivero lucía una figura alta y
delgada y le recordaba a un personaje que él no podía descifrar, al final pensó
que era uno de los hermanos Soler del cine mexicano cuya imagen le llegaba en
blanco y negro, desde el cine Landia, a tres cuadras de su casa, muy lejos, en
su niñez. Sí, eso era. Su voz atiplada fluía en un inglés perfecto, con un dejo
británico. Lo escuchó disertar en público con un lujo de conocimientos que
impresionaba a la audiencia. Él admiraba su discurso desde un par de filas
detrás de sus compatriotas y pensaba que eran una buena representación de su
tierra lejana. Eran patólogos de la capital. Él solo sabía de los cuatro gatos
de su ciudad natal, quienes por cierto incluían a “Underwood”, todos siempre
giraban alrededor del profesor Wenger, le parecía a él que ninguno era sucesor
del otro patólogo el alemán, Eberhard Franz, quien había sido su profesor en el
cuarto año de medicina... De repente sus cavilaciones fueron interrumpidas por
el diablito quien se acercó para preguntarle.
-¿Vos
conocéis al doctor Henry González? es un neuropatólogo que también trabaja en
Caracas.
Él saludó
a un joven en franelita blanca de manga corta y se imaginó que González era
otro médico-residente de patología como él. Pronto se enteró de que Henry un
experto neuropatólogo quien se especializaba en enfermedades neuromusculares y
se rió al notar el asombro del médico residente de Wisconsin ante su pinta de
baby-face.
- Estoy
en el Instituto de Las Fuerzas Armadas de Washington, ¡a la orden!
Casi se
le cuadra militarmente. Él, impresionado, hubiese querido contarle sobre su
profesora, la baronesa Zurhein y sus inquietudes para ejercer como
neuropatólogo cuando estuviese de regreso su tierra, pero entre la timidez y
sentirse cual extraño maracucho entre caraqueños, súbitamente ubicado entre
colegas, y en la capital de EUA, se quedó callado…
Así
llegaría el día siguiente. Se acercaba el momento de la presentación del
trabajo. En términos beisboleros, él pensaba que “el café iba a estar servido”,
e iba con Enrique Valdivia como coach en tercera. Los Senadores de Washington
no eran su equipo, porque Aparicio jugaba precisamente en el campo corto de los
Orioles de Baltimore. Visto como en un partido, él sentía que el estadio estaba
full, de bote a blicher, no cabía un alma. El umpire principal era nada menos
que Averill Liebow uno de los más sabios ya viejos patólogos pulmonares de la
nación norteña. Él en el círculo de espera se siente tranquilo, y hace swing
varias veces mirando al pequeño Liebow, con los pelos muy cortos, casi al rape,
con una sonrisa de oreja a oreja. El pitcher se inclina observando las señas
del receptor. Él se golpea los zapatos con el bate y se dispone a pararse en el
cajón. Entra en caja el pitcher, pisa la loma levantando los brazos, se impulsa
hacia la goma... Los resultados del trabajo y su discusión le salieron en los
justísimos diez minutos que le otorgaban. Tal y como él lo había ensayado y
fríamente calculado. Las diferencias entre los macrófagos pulmonares y los
neumocitos tipo II a través de la actividad de la fosfatasa ácida desentrañaron
insondables misterios y el doctor Liebow no necesitó estimular las preguntas de
la audiencia, ellas vinieron solas. Las respuestas ya estaban codificadas en la
mente de él y por eso también fluyeron precisas mientras para sí pensaba.
¡Bértica! ¡Parece que entendieron mi inglés zuliano! En primera fila, él veía
la cara complacida de su coach Enrique Valdivia mientras él continuaba respondiendo
preguntas del público, pero él no se escuchaba a sí mismo, no podía oír sus
propias palabras en inglés pero les
decía… -Es muy probable que la presencia
de escasa positividad para la enzima fosfatasa ácida en los sáculos del
complejo de Golgi de los neumocitos granulares, lejos de reflejar la existencia
de mecanismos de digestión celular, esté asociada con los procesos metabólicos
de las grandes células alveolares cuyo papel en la fisiopatología pulmonar es
cada vez mejor comprendido y cuyo activo metabolismo lipídico es de capital
importancia para la formación de dipalmitol lecitina, el surfactante pulmonar.
¡Cañonazo por encima de la segunda y la bola se mete hasta lo profundo del
center field cerca de la pizarra! El público ruge. Luego llegaría el comentario
del umpire Liebow con sus felicitaciones. Atónito él escucha su opinión sobre
la importancia de su trabajo presagiando el futuro de la patología pulmonar
como el preámbulo de una nueva era, la de los patólogos super-especialistas
quienes a través de la investigación y de poderosos nuevos equipos,
desentrañarán los misterios de la citofisiología y las alteraciones intrínsecas
de las grandes células alveolares...
Ahora son
casi todos recuerdos perdidos en el tiempo, en una maraña de años y de
vivencias idas, situaciones acaecidas en tierras muy lejanas del suelo nativo,
destellos del brillo del afamado viejo profesor, chief umpire?... Amigos del deporte, la publicidad Álvarez
López y Ecos del Zulia les presentaron su programa informaciones deportivas,
esperando que haya sido del agrado de ustedes, desde Washington, les saludamos
y deseamos suerte, y que disfruten de los cerezos en flor, nos despedimos, con
estos comentarios primaverales, el premier Arturo Celestino Alvarez y Nestor
López quienes les decimos como el musiú, vengan paque lovean porque como las
golodrinas de Gustavo Adolfo, estos días pasados no volverán, ¡ni de jaiba!
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