domingo, 24 de enero de 2016

Julio Florez, poeta colombiano.



JULIO FLOREZ.  Poeta colombiano

Mariposa te llaman, no por hermosa
sino porque te cubres con ricas galas;
tú bien sabes que es siempre la mariposa...
un gusano con alas.
(Julio Flórez de “Gotas de Ajenjo”)

       Destacado bardo de la poesía, nació el 22 de mayo de 1867 en la ciudad de Chiquinquirá (Boyacá) y murió el 7 de febrero de 1923 en el municipio de Usiacurí (Atlántico). Como poeta colombiano, fue el más popular de su tiempo, romántico y becqueriano tardío. Julio fue el séptimo de los diez hijos del médico liberal Policarpo María Flórez, presidente del Estado Soberano de Boyacá en 1871, y de Dolores Roa de Flórez. Fue educado en los colegios de Chiquinquirá, nacionalmente conocida como la Villa de los Milagros, sede de la Orden Dominica devota de la Virgen del Rosario, Patrona de Colombia. En 1881 la familia se trasladó a Bogotá, y Julio entró a estudiar literatura en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Las guerras civiles, incidieron afectando su estabilidad socio-económica y malogrando sus probabilidades de educación, por ello tuvo que interrumpir sus estudios. Dada la condición bohemia de su carácter, nunca retomó la senda académica, no obstante, comenzó a frecuentar los ambientes literarios donde entabló relaciones con diferentes personas de gran valor artístico y humano, como el poeta Candelario Obeso, contraviniendo los cánones de vida ordenada impuestos por la Iglesia y la sociedad bogotana.

        Su hermano Leonidas fue herido en un mitín armado en la Plaza de Bolívar, de cuyas secuelas psicológicamente destruido moriría cuatro años después. En 1884 Candelario Obeso se suicidó y en su sepelio el joven Julio Flórez, de 17 años, exaltó su memoria en versos emocionados. Flórez quien fue considerado el último romántico, era de naturaleza enfermiza, de temperamento bohemio y aventurero, fue un hombre de gran éxito con las mujeres, pero su educación católica le creó dificultades para deslindar los conceptos de amor carnal y el amor platónico, y durante 42 años no se identifican mujeres en su vida, siendo curiosamente el erotismo uno de los rasgos más marcados de su poesía. La sensualidad de sus rimas que hoy día se ha convertido en la mayor fuente de sus éxitos, sirvió muchas veces de escándalo para sus seguidores. Cuando se suicidó el poeta José Asunción Silva, en 1896, Flórez declamó en sus funerales una elegía que fue condenada como blasfémica por el obispo de Bogotá, quien le propinó al poeta una seria amonestación. Su nombre aparecía ya en la antología “La lira nueva” (1886), años antes de que publicara su primer libro, “Horas”. En su obra se cruzan el fervor religioso, la blasfemia y la entonación pagana; triste y sentimental, su dolor es sincero y con él llega a lo hondo del pueblo.

        En medio de guerras, penurias y de la censura, los colombianos se agrupaban en cofradías o hermandades de tipo cultural. Julio Flórez fundó la Gruta Simbólica, una tertulia literaria de 70 miembros, que permaneció desde fines de 1900 hasta fines de 1903. Estando en el punto culminante de su carrera literaria, Flórez fue señalado como sacrílego, blasfemo y apóstata. En 1904, el caudillo militar general Rafael Reyes, le "aconsejó" abandonar el país y en 1905 Flórez se dirigió a la Costa Atlántica, y luego a Caracas. Desde allí, inició una gira poética por los países centroamericanos que se prolongó por dos años (1906-1907). Tuvo un recorrido triunfante en países como Venezuela, Panamá, Nicaragua, El Salvador, México, Cuba, Costa Rica y España. Pasó algún tiempo en Caracas. Fue declarado "ciudadano de honor" en México y estuvo en Madrid como agregado a la Legación de Colombia en España. Conoció a personalidades literarias españolas y latinoamericanas como Emilia Pardo Bazán, Francisco Villaespesa, Rubén Darío, José Santos Chocano, José María Vargas Vila y Amado Nervo. En febrero de 1909 Julio regresó a Colombia, y luego de un recital en Barranquilla, desapareció. Se había retirado al balneario de Usiacurí de aguas medicinales y en ese pueblo se enamoró de una colegiala de 14 años de edad, Petrona Moreno Nieto, su verdadero e inmortal idilio con quien se casaría.

       Regresaría a Europa. Publicó nueve títulos, dos de ellos en España: “Fronda lírica” (Madrid, 1908) y “Gotas de ajenjo” (Barcelona, 1909). Fue invitado especial para dar recitales en Francia y en Alemania, alcanzando grandes éxitos. Durante las celebraciones del primer centenario de la Independencia de Colombia en 1910 ofrecería un recital en el Teatro Colón de Bogotá. En 1917 se editó “De pie los muertos”, recopilación de sus versos alusivos a la primera Guerra Mundial, que recitó en el Teatro Cisneros. En 1922 publicó la segunda edición de su libro “Fronda lírica”, última obra publicada en vida, “Oro y ébano” apareció como edición póstuma, en 1943. En la aldea de Usiacurí llevó una vida de hogar tranquila y ordenada, al lado de su esposa y sus cinco niños. Sus tendencias populares y su afán de soledad lo convirtieron en un hombre "incomprendido" y en un poeta subestimado; cuando se le tributa el homenaje nacional de su coronación, le faltaban veintitantos días para su muerte. Pese a la incomprensión de los mejores, Flórez fue uno de los poetas más populares de su tiempo. Fue coronado poeta nacional poco antes de morir, en su retiro de Usiacurí.

        La obra de Flórez consta de diez libros: "Horas", "Cardos y lírios", "Gotas de ajenjo", "Cesta de lotos", "Manojo de Zarzas", "Haz de espinas", "Flecha roja", "De pié los muertos", "Fronda lírica" y "Oro y ébano". Entre sus poesías más destacadas se recuerdas "Mis flores negras", "La araña", "Idilio eterno", "Abstracciones", "Resurrecciones", "La voz del río", "Reto", "Altas ternuras" y "Oh poetas. Sus temas son típicos del Romanticismo: el amor no correspondido, el misterio lunar, el fúnebre ciprés, la orgía de los cementerios, la vanidad de las glorias humanas, el dolor, la voluptuosidad y la muerte. A pesar de su torrentosa espontaneidad, la expresión formal de la poesía de Julio Flórez  posee poemas enteros dignos de figurar en la más exigente antología de la poesía americana. Por esta rara virtud, perviven en la memoria de las gentes poemas suyos como "La araña", "Idilio eterno", "Job", "La pedrada" o "La gran tristeza".
Como una muestra de su obra poética está aquí mostramos:

RETO
Si porque a tus plantas ruedo como un ilota rendido y una mirada te pido con temor, casi con miedo; si porque ante ti me quedo extático de emoción, sintiendo que el corazón se va en mi pecho a romper, piensas que siempre he de ser esclavo de mi pasión. Te equivocas, te equivocas, -fresco y fragante capullo-yo quebrantaré tu orgullo como el minero las rocas. Si a la lucha me provocas, dispuesto estoy a luchar: tú eres espuma, yo, mar que en sus cóleras confía. ¿Me haces llorar? Algún día yo también te haré llorar.    Te haré llorar; y después de que tú también rendida, me ofrezcas toda tu vida perdón pidiendo, a mis pies, como mi cólera es formidable en sus accesos, ¿sabes tú lo que haré en esos instantes de indignación? Arrancarte el corazón para... comérmelo a besos.

FLORES NEGRAS
Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, y en el fondo de esta alma que ya no alegras, entre polvos de ensueños y de ilusiones yacen entumecidas mis flores negras.       Ellas son el recuerdo de aquellas horas en que presa en mis brazos te adormecías, mientras yo suspiraba por las auroras de tus ojos, auroras que no eran mías.           Ellas son mis dolores, capullos hechos; los intensos dolores que en mis entrañas sepultan sus raíces, cual los helechos en las húmedas grietas de las montañas.      Ellas son tus desdenes y tus reproches ocultos en esta alma que ya no alegras; son, por eso, tan negras como las noches de los gélidos polos, mis flores negras.       Guarda, pues, este triste, débil manojo, que te ofrezco de aquellas flores sombrías; guárdalo, nada temas, es un despojo del jardín de mis hondas melancolías.

IDILIO ETERNO
Ruge el mar, y se encrespa y se agiganta; la luna, ave de luz, prepara el vuelo
y en el momento en que la faz levanta, da un beso al mar, y se remonta al cielo.
Y aquel monstruo indomable, que respira tempestades, y sube y baja y crece,
al sentir aquel ósculo, suspira... ¡y en su cárcel de rocas... se estremece!
Hace siglos de siglos, que, de lejos, tiemblan de amor en noches estivales;
ella le da sus límpidos reflejos, él le ofrece sus perlas y corales.
Con orgullo se expresan sus amores estos viejos amantes afligidos:
ella le dice "¡te amo!" en sus fulgores, y él prorrumpe "¡te adoro!" en sus rugidos.
Ella lo duerme con su lumbre pura, y el mar la arrulla con su eterno grito
y le cuenta su afán y su amargura con una voz que truena en lo infinito.
Ella, pálida y triste, lo oye y sube, le habla de amor en su celeste idioma,
y, velando la faz tras de la nube, le oculta el duelo que a su frente asoma.
Comprende que su amor es imposible, que el mar la copia en su convulso seno,
y se contempla en el cristal movible del monstruo azul, donde retumba el trueno.
Y, al descender tras de la sierra fría, le grita el mar: "¡En tu fulgor me abraso!
¡no desciendas tan pronto, estrella mía! ¡estrella de mi amor, detén el paso!
¡Un instante mitiga mi amargura, ya que en tu lumbre sideral me bañas!
¡no te alejes!... ¿no ves tu imagen pura, brillar en el azul de mis entrañas?"
Y ella exclama, en su loco desvarío: "¡Por doquiera la muerte me circunda!
¡Detenerme no puedo monstruo mío! ¡Compadece a tu pobre moribunda!
Mi último beso de pasión te envío; ¡mi postrer lampo a tu semblante junto!..."
y en las hondas tinieblas del vacío, hecha cadáver, se desploma al punto.
Entonces, el mar, de un polo al otro polo, al encrespar sus olas plañideras,
inmenso, triste, desvalido y solo, cubre con sus sollozos las riberas.
Y al contemplar los luminosos rastros del alba luna en el obscuro velo,
tiemblan, de envidia y de dolor, los astros en la profunda soledad del cielo.
¡Todo calla!... el mar duerme, y no importuna con sus gritos salvajes de reproche;
y sueña que se besa con la luna ¡en el tálamo negro de la noche!

Maracaibo, 25 de enero del año 2016


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