miércoles, 19 de abril de 2023

Platicando


Quisiera regresar, 16 años atrás, cuando justamente el año 2016 se publicó mi última novela “Vesalio el anatomista” cuya presentación en el Museo de Artes Gráficas de esta ciudad estuvo a cargo de mi amigo el sociólogo Miguel Ángel Campos. Inexorable el tiempo ha transcurrido y si bien, es cierto no he podido volver a publicar otra novela, he escrito en este blog más de 1800 artículos de no más de 3 cuartillas c/u que suman un promedio de 5.500 páginas, de muy variada etiología… Ahora, -así es la vida- sin haber vendido nunca mi novela, ando penando para recuperar algunos ejemplares de la misma…

Luego de estas pretenciosas aseveraciones, regreso a transcribir parte de una conversación novelada con mi maestro Ruy Pérez Tamayo sobre el personaje en cuestión que ayudarán a regresar con la memoria a vivencias que plasmadas en el texto nos traerán de vuelta recuerdos de un pasado lejano ya, más nunca olvidado.

Corría el mes de abril, iniciándose la década de los setenta del pasado siglo XX, cuando organizamos en Maracaibo, el Primer Simposio Venezolano de Patología Ultraestructural, y Ruy había asistido al evento como uno de nuestros famosos patólogos invitados; por ello, en el momento de re encontrarnos, el año 2013 en Oaxaca, México, no entendía yo el motivo de traer a colación el tema de su lejana visita a nuestra tierra, por lo que esperé atento por sus palabras.

-Es que, me dijo, -debes recordar cuando nos llevaste a tu laboratorio en aquellos días y lo digo porque tengo presentes mis comentarios sobre lo que allí ustedes estaban haciendo.

-Ciertamente, afirmé. -Para mí han sido imborrables aquellos días, y tengo presente su visita, así como la oportunidad cuando puede escucharle hablarnos de lo que usted llamó el experimento más romántico de la medicina, aquel que ideó Elías Metchenikov a orillas del Mar Negro, con la espina de una rosa clavada en una transparente estrella de mar. Desde entonces aprendimos como la observación de lo que allí aconteció le permitió a Metchenikov vislumbrar hasta donde habrían de llegar las fronteras de la inmunología. Ruy sonrió afirmativamente y me preguntó aparentando curiosidad.

-Es verdad, pero… ¿Cuándo te hablé yo sobre el pintoresco viejo, Elías?

Yo quise recordarle que había sido en la misma oportunidad de su primera visita a mi tierra natal, en 1971 durante una charla que ofreció en el auditórium del Colegio de Médicos del Estado Zulia con el sugestivo título de “El elefante y la Echerichia coli”. Nos hablaría sobre la patología experimental y la anécdota sobre Metchenikov fue uno de los muchos inolvidables detalles surgidos durante aquella plática.

-Es cierto, me respondió sonriendo.

Yo, quizás desviando la plática de mi maestro Ruy quise preguntarle algo sobre el sabio de Efeso.

-¿Es cierto que por sus proverbios es qué mejor conocemos a Heráclito? Él asintió, informándome que posiblemente influenciado por conceptos astronómicos heredados de la civilización mesopotámica, la visión del mundo y del universo del filósofo griego era cósmica, con el fuego como elemento básico. Le comenté que en algo me recordaba a Lavoisier por aquel aforismo de que nadie se baña en un río dos veces porque todo cambia en el río y en quién se baña. ¿Todo se transforma entonces?

-Para Heráclito,- concluyó Ruy, -Todo fue, es y será fuego, en el fondo su pensamiento era el mismo de los presocráticos. Pero continuemos con nuestra conversación sobre Vesalio…

Yo insistí en que hiciera otro paréntesis, pues tenía gran curiosidad, para que me contase la manera cómo había llegado a poseer tan variada información alrededor de la infancia y de la juventud de Vesalio. Ruy me comentó sobre algunas de sus fuentes; me habló de un artículo que detectó el año 1982 en el Boletín de la Fundación Jiménez Díaz, en el cual se hablaba sobre uno de los médicos de Felipe II y como ese médico se refería al cáncer, un mal que denominaba el cancro y hasta mencionaba sus metástasis que denominaban las permutas. Ante mis preguntas sobre Vesalio Ruy me dio algunas pistas para entender el origen preciso de sus acotaciones. Me explicó para ejemplificar una de sus vías de acceso a documentos incunables, como lo había logrado a través de un viejo amigo, el profesor Alfred A. Knopf, un estudioso de la obra de H. Cushing “A bio-bibliography of Andreas Vesalius”. Él había logrado precisar datos de mucho valor en la oportunidad de conversar personalmente con el profesor Knopf durante varias reuniones sostenidas el año 1963 en Nueva York. Ciertos detalles sobre las ideas expuestas por Vesalio alrededor de su infancia y de su adolescencia, provenían precisamente de documentos manuscritos, algunos incunables que le fueron presentados para la época por su amigo el profesor Knopf. Me comentó Ruy, que Alfred Knopf era una fuente confiable. Había sido un importante historiador de la casa Random House y del Knopf Doubleday Publishing Group. Sobre éstos y otros legajos de quebradiza factura, pudimos volver a través de copias que gentilmente le habían sido cedidas, y que él había conservado celosamente, algunas de las cuales pude examinar personalmente en sus originales. Sobre varias de éstas evidencias, Ruy había trabajado arduamente durante una larga temporada a mediados de la década de los noventa en el pueblo de Bellagio. Es una maravillosa aldea situada frente al lago Como, me explicó, y luego me relató cuanto había disfrutado familiarmente, en aquellos días, Conversamos un rato sobre estos temas, más relacionados con la medicina medieval que con la historia del joven flamenco… Un momento después, Ruy prosiguió su relato.

-En 1528 el joven Vesalio ingresaría en la Universidad de Lovaina para cursar el Pedagogium Castrenses, regido por los Hermanos de la Vida Común. Allí perfeccionó su latín, adquirió conocimientos sobre griego, y siguió leyendo a los autores que ya había conocido en la biblioteca de su casa paterna. Desde entonces mostró definido interés en la anatomía de toda clase de animales pequeños, incluyendo, y esto lo decía él mismo, a “nuestras comadrejas”, a las que ya había disecado. Éste de las comadrejas, es un detalle que pareciera un dato post hoc, propter hoc. Así me dijo riendo Ruy y yo hice un ademán afirmativo, pues conocía de las tres comadrejas en el escudo familiar de los Wessel, además de la pasión que sentía Andrés por la disección de animales. Sobre éste asunto, Ruy insistió en un detalle particular diciéndome.

-En el caso de Vesalio, todos sus biógrafos apuntan a que, desde muy joven, el muchacho estaba realmente interesado en la anatomía de los seres vivos, lo cual vale para entender muchas cosas sobre la manera como encaminó el rumbo de su vida. Esto de la anatomía tendría que estar apoyándose, evidentemente, en su interés por ampliar sus conocimientos y continuaría con la suerte de poder acceder a la lectura de obras que para el común de los jóvenes de su época no eran accesibles. En eso, lo aprendido con su padre, su abuela y toda la tradición familiar fueron sin duda un acicate.

Mi maestro Ruy, quiso adelantarse a la oportunidad de ofrecerme detalles sobre la estrecha relación de Vesalio con su abuela, y de cómo y cuanto pudo influir ésta en su arraigo a las costumbres y tradiciones flamencas. Presiento que puede haber sido importante, me dijo Ruy, para considerar hasta cual punto esos resabios brabanzones, más que su visión italiana del mundo, influirían en las dificultades que años más tarde tuvo que soportar para que los españoles lo aceptasen en la corte de Felipe II.

( Como dicen en las charlas, aquí digo: fin de la cita ).

Maracaibo, 19 de abril, antes era un día de fiesta nacional… Estamos en el año 2023

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