Pieza teatral en tres escenas, con juglar y un bufón, ambos entusiasmados, harán al comenzar el drama, su aparición, y al final, rematarán la trama, más bien acongojados, tal vez, así ha de ser, pues juglar y bufón han de servir como pretexto, de pórtico y final, a un drama teatrero singular, sobre lo que puede ocurrir en nuestro medio, si una pasión rabiosa y desquiciada, se engendra, crece y fructifica, originando un cancerbero mental, en un ser, quien subsiste, dentro de la entropía tropical, puede que exista alguno que se las de, de sabrosón, pero de una manera por demás taimada, pueda tomar alguna decisión, evidentemente equivocada, frente a las veleidades de la investigación...
Antes de subir el telón, un juglar en su atuendo medieval, laúd en mano, subirá al escenario, sus calzas están rotas más su apariencia desgalichada, no implicará por lo vibrante y sonora de su voz de tenor y quizás al final le escuchareis cantar…
Detrás de él, renqueando avanzará un ser de estatura inferior, es jorobado, sin calzas sí más no pata peladas, sino en chinelas, luce un vestido pleno de colorido, es un bufón de lo más embutido, o imbuido en un radiante traje de polichinela, viene soneando cascabeles y sonriente, se sienta ante el juglar, pelota en mano y estará listo para su cháchara escuchar...
ESCENA I
JUGLAR: Respetable público, por ser fuente de dulzura, en hora malahada, estas las notas de mi canto airadas, canción sonora, ¿quizá desesperada?, va a descubrir, ¿un nido de ternura?, ¡Oh no!,!jamás!, de todos conocido, es el manto, han de romper su velo misterioso, rasgar, hender, he de gritaros mi verso cadencioso, desesperada entonación sublime… “aquí clavó su daga Casi”, o para que conozcáis los hechos, aunque estos sean… ¡Son de terror!, quizás producto del despecho. ¡Oh pasión desquiciada! Sucesos lúgubres y odiosos. Estime usted, amable y entusiasta espectador, público amigo, la calidad de esta obra infausta, ha de dar -manque péseles deciros debo-, sobre el busto de Palas, que, a lo hecho pecho, palos como el del puerto ¿y la cornisa? Dudo que conocerla puedan mis señores, sin cortapisas, por ahora será la única premisa. La problemática será de lo más llana y será lisa, la de este drama singular, que, con su trama, su terrible temática, que por demás es cruel y es inhumana, todo es sencillo y natural, versa sobre el mal de la rabia, la hidrofobia que es el horror al agua, ache dos o, ácua prístina. Rabia que no es lo mismo que otros mientan como arrechera, sobre eso he de cantaros, cántaros de agua lanzados con airado tono, sí, al final ya veréis que lo deploro, cuanto, más lo acepto, lo diréis y hasta en coro, es fatal, está mal, es cierto, es pésima a mi juicio, la obra, sí, como pieza dramática refiérome, removeros debe el corazón, obra emblemática, de vicio y de pasión, con una exaltación paradigmática de la figura protagónica, vendrá a poneros encima del tapete, ¿no era un manto?, y en eso, este bufón zoquete me ayudará con sus entonaciones, con su encanto, gracias a sus canciones, sones, suavizarán el tema de la rabia, y las investigaciones, con su bel canto, recreará la envidia y hasta la desidia, más las buenas razones aducidas, germinarán en singulares personajes ¡Dios bendito!, en franco maracucho yo diría, sin duda que gentil mayoría, cual avechuchos, andan de mollejón, y es que el hombre en cuestión, el de las llaves, el cuasiausente, el pobre, es un demente, más tristemente, habrá de ser, es que es, el personaje clave!
Aparece al subir el telón una oficina, pintada de amarillo ñema, y mientras hace silencio la orquesta, el juglar ha escapado, -no per la finestra- ha salido por un lado, el bufón que es jorobado hará mutis por la salida lateral opuesta. Existe un escritorio de metal en el centro del escenario está cubierto de torres de papeles, hay una silla giratoria y al fondo dos ventanales, con sus vidrios chorreados, que están cerrados, pues en el centro de la pared un aparato de aire acondicionado, trabaja, mientras muchas tiritas de papel, tiemblan, se agitan y flotan con el gélido viento, tan solo para dar fe de su funcionamiento. Sentado en su silla, ante el escritorio, un médico de lo más serio, es un sanitarista, quien firma un petitorio. Es el doctor Eligio Salazar, luce una bata blanca, y al comenzar el acto, él se pone de pie, es decir se levanta, al escuchar que llaman a la puerta, en ese instante subirá el telón. Se abre una puerta lateral, y en el lado derecho de la habitación entra el patólogo… ¡Palarrevergación! Es Rodrigo Gartán, y su apariencia, en camisa de manga corta y de cuadritos y un pantalón de caqui, es la de cualquier cosa, menos de la de un médico, de esos normales, de los que ven pacientes, de esos que bien conoce toda la gente...
ELIGIO: Extendiendo la mano. ¿Que tal Rodrigo, como te va?
RODRIGO: Aceptando el saludo y estrechándole la mano. Bien gracias. Aquí me tenéis, como los boys scouts, siempre listo. Me dijeron por teléfono que me necesitabas con urgencia y me vine más rápido que inmediatamente. Decíme. ¿Que tenemos ahora?
ELIGIO: Nos pasa Rodrigo, que otra vez tenemos un grave problema. Ya es la tercera vez en este mes, pero creo que en esta ocasión si es verdad que solo vos nos vais a poder ayudar. Mirá. Hace una semana se murió una niñita con mal de rabia. Ella se murió en el hospital Clínico, pero en realidad ella venía del otro lado del Lago, de la costa oriental. Como siempre en estos casos, hubo un inconveniente con la autopsia, se la hicieron, pero como que no guardaron material en fresco, ni se hizo el Sellers, ni dieron para hacer la inmunofluorescencia, menos aún la prueba biológica. Como comprenderéis, no tenemos manera de corroborar el diagnóstico clínico. Sabemos del caso desde que el perro mordió a la niña, fallamos en la vacunación por problemas con la familia y ahora fallamos en el diagnóstico en la autopsia, una verdadera tragedia!
RODRIGO: Cuño!, eso si es lo que se llama poner la torta. ¡Suena Eligio, como un error imperdonable! Una cosa tan elemental como enviar las muestras a la Sanidad, eso… ¡Todo el mundo lo sabe! ¿Qué le pasó a los patólogos? ¿Por qué no congelaron el material?
ELIGIO: Nada Rodrigo. Pasó, pasó. Ese es el caso y ahora dependemos de que vos nos digáis con el microscopio electrónico si de verdad hay virus de rabia en las muestras que tenemos del cerebro de la niñita. Lo peor del caso es, que la niña era hija de un policía y él le está echando la culpa al médico rural de Quisiro, aunque hay unos familiares que lo culpan a él porque en vez de vacunar a la niña, dizque se la llevó a un brujo. Son de Quisiro, vos sabéis como es esa gente con los asuntos de los espíritus. Solo se le pudieron poner tres dosis.
RODRIGO: ¡Pero que cachaza! ¿La dejaron morir? Así no más. Casi igual al caso de Milady, hace tan solo unos meses. ¿Te acordáis? Razón tenía el doctor Boissart al decir que la rabia entre nosotros es como el olor de la orina, sui generis. Con la rabia cualquier cosa pasa. ¡Es impredecible! ¿Te acordáis del paciente de la clínica psiquiátrica? ¡Internado por psicópata y era un rabioso! En ese caso también el microscopio electrónico nos sacó las patas del barro... ¡Qué buena vaina! Cuando no es porque al niño no lo vacunaron, porque… ¡Pobrecito para que le van a puyar la barriga?!, es el patólogo que no pensó en guardar material del cerebro congelado, o se pierden las muestras en el camino hacia la Sanidad. ¡Caray, vamos patrás como el cangrejo!
ELIGIO: Si, y ocurre que de pronto, pues no funciona la inmunofluorescencia y nos enteramos de que se debe a que no conjugamos bien los anticuerpos, o más bochornoso es el hecho de que nos veamos obligados a esperar por la muerte de los ratones inoculados, la muerte en Caracas, porque la prueba biológica, solo la hacen en el Instituto de Higiene, en la capital. Si no fuera por el microscopio electrónico tuyo Rodrigo, te digo que ya nos hubiera llevado CristoPadre.
RODRIGO: Si, verdad que estamos trastocados, ¡Que mondenga! Todo es, como al revés…
ELIGIO: ¿Te acordáis de hace un par de años, cuando teníamos la incidencia tan alta de rabia en la región de la costa oriental del Lago? ¿Recordáis como mejoramos la situación con las campañas de vacunación casa por casa? Eso sirvió para demostrar que entre nosotros se imponen esquemas nuevos, más agresivos, diferentes. Pero seguimos teniendo casos y las fallas siguen dándose en las cosas más sencillas, las más ridículas...
RODRIGO: Es que todavía hay mucha rabia animal en los montes de los caseríos que rodean el Estado. Tal vez los conductores de automóviles en la intercomunal de Cabimas nos han ayudado más que nadie, sin saberlo, especialmente de noche, cuando se echan al bigote por lo menos a una docena de perros, identificados al amanecer, adornando la autopista, de lado y lado, aventándose bajo la canícula, hasta la hora del medio día...
ELIGIO: ¿Cuándo explotan bajo el sol? Si. Esa es la parte tragicómica de la rabia canina, pero cuando vivís situaciones como esta de la niñita que te cuento, se te amuñuña el corazón...
RODRIGO: Despreocupate Eligio, hoy mismo voy a hablar con el doctor Wagner y no habrá ningún inconveniente, con el material en formol, que estará en el frasco, podemos solventar la situación y en un par de días tenemos el diagnóstico.
ELIGIO: Manteneme informado, ve que ya el doctor Wagner está en cuenta.
RODRIGO: Despidiéndose. No te preocupéis, en cuanto sepa algo, te aviso. Chao.
Hace un gesto con la mano derecha y sale por la puerta.
Cae el telón.
Esta es la primera parte de 3, de una tragicomedia de está publicada en mi novela “La Entropia Tropical”(Ediluz, Maracaibo, 2003)y apareció en este blog en octubre del 2014.
Maracaibo, sábado 15 de abril del año 2023
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