Oh Cumaná quien te viera…
No puedo precisar la fecha, pero cuando llegó para hacer el postgrado de Anatomía Patológica, JoséDavid era un joven médico espigado, oriental, con tanto entusiasmo que terminaría viviendo en la biblioteca del Instituto. Fue tal su capacidad de aprender y sus deseos de progresar que siendo aún residente lo enviamos a que aprovechara unos meses en Pittsburgh bajo la tutela de Hernando Salazar. Lo hizo brillantemente y se habría de transformar en un excelente patólogo. Me tocó conocer a Cumaná cuando nació su hija, que venía a ser la hermanita menor de los morochos, y conoceríamos a su esposa, también médico… Esa fue mi primera visita a Cumaná, una ciudad que por numerosas razones está muy metida en mi corazón…“¡Oh Cumaná quien te viera y por tus calles paseara y a San Francisco yo fuera a misa de madrugada”…
Viajaría muchas veces a Cumaná, y lo haría manejando y por su única ruta, la que deja todo el tiempo a la izquierda el mar Caribe, y saliendo de Barcelona al pasar la fábrica de cemento, te lleva a rodar para inicialmente ver la Playa Colorada y así llegar hasta la entrada de la maravillosa Mochima, y un poco más allá, curvas más o menos, podrás percibirte orillando la fosa del Golfo de Cariaco. Así uno aprendió a acercarse a la histórica ciudad mirando al norte, oteando la costa de enfrente, queriendo imaginar que atisbaba quizás a Manicuare, el pueblo del poeta Cruz Salmerón, el del “Azul” infinito, (https://bit.ly/3os22Le) para luego, arribar a la ciudad del Gran Mariscal de Ayacucho, la de Andrés Eloy y de Ramos Sucre y del río Manzanares “déjame pasar que mi madre enferma me mandó a llamar”…
En ocasiones manejando avanzaríamos hacia Carúpano y Río Caribe que gozan de tranquilidad ante el azul del Caribe y regresamos por la península hasta Araya y sus inmensas salinas, imaginando “corocoro fresco, cororcoro fresco” y oteando un paisaje pedregoso, de aspecto cuasi lunar, y siempre desde allí, resultaba difícil hacerle creer a cualquiera que si uno decidía regresar y escaparse subiendo monte arriba, sorprendido quedará por el clima pronto entre 16 y hasta 12 grados C° mientras serpenteando (https://bit.ly/3j8e2w2) nos podíamos dirigir hacia Cumanacoa, o tomar la vía de Caripe y así uno podrá si quiere, sentirse como el barón vonHumboldt al visitar la impresionante Cueva del Guácharo para luego regresar a Cumaná…
Y recordaremos que en 1521, Cumaná fue la primera población del Nuevo Mundo en recibir el título de ciudad, y que su nombre proviene del dialecto indígena de los Cumanagotos, que significa unión del mar y del río. El río Manzanares que siempre lo asociaría a la figura del general Román Delgado Chalbaud Cardona, el militar padre de futuro presidente Carlos Delgado Chalbaud asesinado en 1950. Allí ante el Manzanares donde su padre Román, caería muerto en 1929, en aquel puente donde está una placa conmemorativa, al otro lado del Manzanares que obligadamente nos lleva a recordar la trágica aventura del Falke e imaginar a las huestes armadas del tirano Juan Vicente Gómez. “Oh Cumaná quien te viera y por tus calles paseara…”
En octubre de 1515, un grupo de indígenas cumanagotos liderado por el cacique Maragüey, vengando la incursión de esclavistas españoles cerca de la zona, destruyó el convento matando a los frailes que se hallaban en él. En noviembre del año 1515, fray Pedro de Córdoba volvió a levantar los conventos y el poblado, y la Real Audiencia en Santo Domingo envió a Gonzalo de Ocampo al frente con un grupo de soldados a pacificar la zona. Entonces Ocampo apresó y ajustició a un buen número de indígenas y comenzó a reconstruir una fortaleza llamada Santa Cruz de la Vista. En el convento se hospedarían fray Pedro de Córdoba y fray Bartolomé de las Casas, y dicen que andaban denunciando los abusos contra los indígenas en el Nuevo Mundo. Otros alzamientos indígenas y el fuerte terremoto de 1530 debilitaron las fundaciones españolas, y la ciudad tendría que ser reconstruida por sus habitantes y en el año 1543, fue invadida por piratas franceses...
Existió un médico, Luis Daniel Beauperthuy, nacido en la isla Guadalupe quien por su dedicación a la población de Cumaná golpeada por un terremoto en 1853, epidemias de cólera y fiebre amarilla fue conocido como “el médico de Cumaná” (https://bit.ly/2Yn9Wrc). En “El año de la lepra” (https://bit.ly/2rjMKhr) su historia de cómo en 1854 descubrió en Cumaná que la fiebre amarilla era trasmitida por un mosquito de patas rayadas de blanco y le propuso a la Academia de Medicina de Francia, la transmisión insectil de la enfermedad pero no le creyeron. Él quien creía que la lepra era provocada por un germen creía saber cómo curar la lepra y trabajó durante años en eso y publicó todo lo que hacía. Se fue a morir curando leprosos en una islita en medio del río Esequibo, donde con el Mazaruni desemboca en el Mar Caribe...
El año 1995, las XXXIX Jornadas Anuales de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica (SVAP) se hicieron en Cumaná, y fue un exitoso evento que dirigido por Juan Carlos Menherb; tuvimos un día entero en el paradisíaco ambiente de Mochima, pero mi conexión de Cumaná con la patología se remontaba años atrás. Fue en esa ciudad del oriente venezolano donde conocería a mi discípulo dilecto, Eduardo, cuando era un muchacho flacuchento que se había graduado de médico y antes de hacer “la rural” pero estaba ya cursando una maestría en microscopía electrónica(ME) con Susan Tai para nosotros la famosa “chinita” quien nunca fue admitida como docente en la UDO pero logró hacer una fantástica labor, (https://bit.ly/2lSY3Km) creando un Instituto con varios MEs y un postgrado con Maestría y Doctorado en la Universidad de Oriente. Con Eduardo ya patólogo aprovecharía para conocer su familia y con él intercambiamos conocimientos con mucha gente en el Estado Falcón.
Cumaná fue siempre también poesía en los textos de Ramos Sucre. Copio aquí un epígrafe usado en mi novela La Peste Loca (1997). “Me enamoré súbitamente de una joven cándida, de epidermis suave. La descubrí sentada en un banco de piedra, debajo de las hojas flácidas de un árbol azotado por la llovizna. Había llegado furtivamente, arropada en los jirones de la niebla”. Es de Los celos del fantasma, en: Las Formas de Fuego. Regreso a mi infancia y a los poemas de Andrés Eloy Blanco en los primeros años de la primaria cuando mi amigo y compañero, Pepe Rodríguez Iturbe me hablaba de su madre fallecida, una hermana de Angelina la esposa del poeta. Esa relación me conectaría desde niño con la poesía del bardo cumanés, la que escucharía en frases del padre del Pepe, el doctor Rodríguez D´empaire. Desde aquel entonces ya sabía del “mar de Occidente y el mar de Colón”en el “El canto a España” y de regresar hasta el hilo desbaratando encajes en “La renuncia”.
En noviembre del año 2008, estuve nuevamente, y por última vez en Cumaná invitado por Héctor Finol mi gran amigo, recientemete fallecido en 2020, y en el XIII Congreso de ME y Microanálisis, me tocó hablar sobre patología ultraestructural. Sería allí en Cumaná donde vería nuevamente a Yoleida, joven veterinaria de quien varios años antes había sido su tutor en una Tesis de Maestría sobre los vampiros en la Facultad de Ciencias Veterinarias en Maracay.
Cumaná, ubicada en la entrada del golfo de Cariaco, junto a la desembocadura del río Manzanares, es la ciudad natal de uno de los venezolanos más ilustres: Antonio José de Sucre, vencedor en Ayacucho, la batalla que consolidó la independencia de la América Bolivariana. También fue el joven Mariscal Sucre el primer presidente de Bolivia, “el Abel de Colombia” lo llamaría El Libertador cuando supo que había sido asesinado en el bosque de Berruecos…
Cumaná posee atractivos históricos y culturales. El Castillo de San Antonio de la Eminencia construido en el siglo XVII, el Museo del Mar, el de Arte Contemporáneo, y el Museo Antropológico del Estado Sucre, la iglesia de Santa Inés la patrona de Cumaná, y la Casa natal del poeta José Antonio Ramos Sucre, como parte de la historia de Cumaná. Actualmente posee una población de cerca de 374 706 habitantes. Por todas estas cosas, siempre he querido regresar a Cumaná y pasear por la perimetral y ver si existen los Castillitos en la orilla…
Pero sé que ahora, ya las cosas no son iguales. Se sabe que en plena capacidad de abastecimiento la Represa de El Turimiquire no logra darle el agua que necesita la ciudad. Hay escasez y racionamiento del líquido. En Cumaná a media noche todo el mundo se levanta para recoger y llenar envases. Ya es costumbre vivir en la oscuridad a pesar de la planta termoeléctrica de Güiria. Ahora la moda es cocinar con leña; eliminaron las empresas privadas de gas, y hay mal servicio y escasez. Cumaná vive flotando en un mar de aguas negras que se adueñaron del Mercado Municipal, de calles, urbanizaciones, barrios, y escuelas; las plantas de tratamiento de aguas servidas, red de tuberías y estaciones de bombeo claman por reparaciones. Montañas de desperdicios se encuentran en todas las calles, avenidas, barrios, hospitales y mercados, pues no hay camiones de recolección, los destruyeron, o no les hicieron mantenimiento. Así pululan las moscas, plagas, ratas y otras alimañas que enferman a la gente… Cumaná usa camiones de carga, volteos, camionetas y hasta tractores con remolques para transporta a los cumaneses a sus lugares de estudio y trabajo, suerte de réplicas de “las guaguas cubanas”. Se reportan bachaqueros, matraqueros, delincuentes, ladrones, matones, colectivos o “dignos representantes del orden público con pistola y uniforme”. El alto costo de las medicinas, y la falta de equipos e insumos en los hospitales, así como de médicos y enfermeras, escasos como producto de la diáspora, hacen que en resumen, Cumaná y el estado Sucre, no sea diferente al desastre en el que se encuentra toda Venezuela. Luego de 21 años de “Socialismo del siglo XXI”, me veo obligado a repetir como decía mi primo Ernesto “Quien tenga ojos, que vea”
Maracaibo, miércoles 9 de febrero del año 2022
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