¿Sainete o drama presidencial?
El drama de una primera dama de Venezuela ha sido
recientemente rememorado en Facebook por Juan Carlos Morales Manzur, en una
excelente crónica que concluiría considerando que el marido de aquella Señora
Primera Dama fue sencillamente “un presidente bochornoso”… “Ya el otro
gordito lo había dicho previamente, “apriétense el cinturón, especialmente mis
súbditos más pobres, ¡se acabaron los cobres!” ¿Será paque no se esperdiguen
los cadáveres?... Esta molleja está, que se compara con la peste y, ¡no mejora
nada el enfermo! Se nos devaluó la moneda, pero esta monada nos está llevando
al caos y conseguirá ir sumiendo al país en una desesperante onda de
desprestigio de las instituciones nunca antes vista, ¿o sí?, ¿acaso podrá algún
ser caer más hondo? ¿Será la peste del poder acaso la que vuelve locas a las
gentes?” Con esta reláfica hoy, en días de pestosos, iniciaré
mi atrevimiento al volver (en negrillas) sobre algunas frases
ya publicadas en mi novela “La Peste Loca” (Maracaibo 1998) que indiscretamente revolotean sobre el tema “presidencial”
en cuestión ya antes mencionado…
“Cucurrucucú
paloma, un oscuro viernes de Febrero, el signo monetario había sido devaluado,
y el país se encontraba hipotecado. Se encuentra, ¿no?, más bien, se halla,
anda perdido, ¿desorientado?, ido, hip, ¿hipotecado dices?, hip, hipócritas,
jalamecates, hipódromo, me encanta, por eso, hip, me gusta, es mi oportunidad,
soy como un padre, soy un amor, soy como tú, sí, de gallo mamador, sonrisita
meliflua, rosagante, facie de bambino, soy como un bebé, ¡jodas!, bebedor, hip,
empedernido, no, tanto no, ¿empecinado?, no mejor digamos jodedor, pero eso sí,
muy enamorado, Esculapito is enloved…¡Ay
ríquiti!”...
Precisamente un 2 de febrero, pero del año 1984, había tomado posesión de
su cargo como presidente de Venezuela un pediatra. El doctor Jaime Lusinchi. El
nuevo mandatario llegaba a Miraflores acompañado de quien era su esposa desde el
año 1947, Gladys Castillo Cardier, graduada de médico cirujano como él y
perteneciente a una distinguida familia del Oriente del país. Con Gladys, Jaime
se instaló en La Casona, que es la residencia oficial de los presidentes
venezolanos, aunque pocos meses después, el doctor Lusinchi dejaría La Casona y
decidiría irse a vivir en el palacio de Miraflores…
“Bebé feliz y de
familia blanca, paloma, que bebe unida, a la blanca paloma de gentil plumaje,
permanece unida, ¿a la banca?, soy hip, soy como un monje, soy Ye monk on the rocks, serio pero
bonchón, ¿rochelero?, ¡epa!, ¡sin motoneta!, correteando por los salones de
Miraflores… Era un Esculapito
enternecedor... …Él se ganó la silla, ¿acaso era tracalero?, el partido lo
presentaba como la panacea; el tipo discurseaba en los mítines entre una y otra
pea, para colmo de males el contendor era demasiado formal, ¿qué va usted a
hacerle?, la gente siempre detrás de medio real, prefirió un presidente que
quisiera bonchear, él, ¡mal no la iba a pasar! Palomita blanca, copetico azul”...
La
doctora Gladys Castillo, viviría en la residencia presidencial, sola con sus
hijos, todo el tiempo vigilada y frecuentemente menospreciada, durante el resto
del quinquenio presidencial de Lusinchi, cuya propaganda electoral,
curiosamente decía: “Jaime es como tú”. La amante del presidente, Blanca Ibáñez,
parecía haber pasado a ser “la dama de
Miraflores”. Lusinchi inventaría para ella el cargo de “secretaria privada del presidente”, un cargo que no existía ni existe legalmente y
la secre-privada desplazaría a la Primera Dama. Se popularizó el mote de la “Barragana”,
término usado para denominar a las amantes o concubinas, y siempre presente al
lado del Presidente, la Blanca pasaría prontamente a adueñarse del poder que
habría de ejercer sin rubor alguno.
“Blanca paloma,
haceme la caridá, palomita. Mirá decímele a Manuel que no sea tan frijolillo,
que se venga, que no diga como el gocho, si no me vengo me matan, que se
esmachete pacá y deje la taguarita, que nos acompañe, pero se lo avisáis con
tiempo no lo vayáis a encontrar echogolilla, en un solo raspinflay, nomelo
creáis si vos no queréis pero. ¡asíes! Cogito ergo sum, ¡así está funcionando
el país!
Algunos estudiantes se han visto manifestando. ¡Hasta el oro del país lo están
canjeando! Es sombrío el panorama, a esta alturas, ni la mitad de lo habitantes
está en capacidad de cubrir sus necesidades básicas, estamos sobreviviendo y
los servicios públicos no funcionan y la asistencia social es una vergüenza,
con la desnutrición, la hepatitis, el paludismo y hasta el SIDA haciendo
estragos, la educación vive en una crisis permanente y no hay ningún poder
divino ni humano que influya en el gobierno para que acometa la reforma del
Estado”…
El Presidente de la República buscaría un juez al
que acababa de condecorar para solicitar su divorcio de Gladys Castillo. Adujo
una supuesta separación de cuerpos de cinco años de duración, pero doña Gladys
no lo aceptó, y el juez se vio obligado a negarle el divorcio al presidente. En
aquellos días ya, él era un hombre de 63 años de edad, pero no se daría por
vencido y recurriría entonces a una nueva demanda “por abandono y ofensas
graves”. Gladys Castillo se había casado con el doctor Lusinchi en 1947,
precisamente el mismo año cuando había nacido Blanca Ibáñez… La señora Gladys decidiría
hacer valer sus derechos como esposa legal esgrimiendo el argumento de que fue
él quien abandonó La Casona y quien decidió litigar el divorcio.
No
te me descarriléis… Eso de pienso luego existo, bueno, ¡estáis pasaoeculto!… ¿Qué?
¿Er cogito era un gozón? Currucucú
blanca paloma... Cucurrucucú no llores. La botijuela está llena, lo dijo el
reyecito nada más iniciándose con su caraeyonofuí, se lo repitió al oído a sus
sucios, perdón, socios, cucurrucucú les repartirá a todos los amigos, y la
blanca paloma, les entregó a los banqueros el país entero, sus divisas y sus
reservas, y encima, nos puso a todos a pagar, sin distingos de clase o
condición social, edad, sexo, ni ná ni ná. Todos soñando con acceder a la
torcaza del Señor, muchos religiosamente convencidos de que lograrían algún
subsidio, aunque fuese con la Beneficencia, o del pote sin fondo del hipódromo,
o manque sea un pisito en el complejo Juan Veintitrés…
Estalló el escándalo. La Primera Dama sería víctima
de acosos, descortesías y bloqueos ordenados desde Miraflores, con censura para
los medios de comunicación sobre el asunto del divorcio. Se prohibió mencionar
a Blanca Ibáñez, a quien un columnista caraqueño bautizó entonces como “la
innombrada”. El 18 de diciembre de 1987, Gladys Castillo acudió ante la
comisión de Comunicación de la Cámara de Diputados para denunciar la
parcialidad de la justicia en el caso de su divorcio y la censura en su contra
en los medios de comunicación. Agentes policiales infiltrados como
“periodistas”, eran enviados para fotografiar a los legisladores que apoyaran a
la Primera Dama en sus reclamos. El diputado David Nieves describió a Blanca
Ibáñez como el “poder tras el trono”. y gritó:“¡Basta ya, colegas!”, Pero la señora
parecía tener corona y estaba por encima de los poderes Legislativo, Judicial y
particularmente, el Ejecutivo…
Cuando
al caballo le dan sabana, con sábanas de seda, ella envuelta se queda, paloma
blanca entiéndame, de billetes es como va forrado, ¿porque está viejo y
cansao?, blanca de gentil plumaje, con sábanas de blancura impecable, así se
queda… ¿Embarbascao? Lana, cobijas y sábanas y muchos dólares, de toajaiba lava
ese polvo con sus granos azulísimos, de copetico alzao, era azulillo purísimo,
no tenéis más que probarlo, es más te basta con aspirarlo… Blanca paloma, cuatromilmillones y
medio de bolívares del Ministerio de Sanidad y no se le pudo decir a la
Contraloría que se habían hecho, dónde estaban, o sea, ¡quien se había birlado
ese pocotecobres! ¡Se esfumaron, se volatilizaron, se los peinaron! ¿Sería algún iluso soñando
con acceder a la torcaza del Señor?
La demanda de Lusinchi, con todo el poder presidencial detrás, prosperó
a pesar del escándalo. El 12 de abril de 1988 el juez le otorgó el divorcio
provisional, ratificado el 2 de junio siguiente. Para evitar una boda palaciega
con “la barragana” antes de terminar el mandato de su marido, Gladys Castillo apeló
ante la Corte Suprema de Justicia y con ello frustró los sueños matrimoniales
de Blanca Ibáñez. Luego de su salida del poder, Lusinchi obtuvo el divorcio en
1991, pero su amante, con la que contrajo nupcias luego, jamás fue Primera
Dama. La doctora Gladys había ganado la partida.
“Había que verle la cara a esa
remollejamentasón de locos, hasta cienmil, bueno como unos quinientosmil más o
menos, e iban de pueblo en pueblo, de casa en casa, repitiéndole las mismas
vainas a todos, ¡pero con una ilusión del carajo!, ¡esperazados de bola!, ¡la
torcaza nos sacará de abajo!, ¡y ese tambor!, dale que dale, los chimbangles
sonando, culoepuyas, kukurbatas, minas y hasta bongós. ¿Y los látigos? No te me
vayáis a olvidar de los bejucos, con agujetas, corozos, cascajos, con
alfileres, hasta con alpitas los arreglaban y juqui y juaqui, con pepas de
guásimo, los más suaves, ¿vos me entendéis?, ¡dándose fleje mano! Es que así es
la esperanza…”
Pero el
destino que todo lo puede, como dice el tango, hizo que aquel picaflor eterno, fuese
abandonado años después por la secretaria que era su segunda esposa y el ex
mandatario regresó a Caracas para vivir los últimos años de su vida con sus hijas
y muy cerca de su ex esposa doña Gladys Castillo, quien volvió a ocuparse de
aquel hombre, ya con una salud muy frágil, hasta el momento de su deceso. Así
termina la historia de “el Señor Presidente” quien por tener amores con su
secretaria Blanca, había humillado inmisericordemente a su esposa durante su
mandato. Al final, al cuidar doña Gladys de su ex esposo, nos dirá Juan Carlos Morales
el autor de la crónica original: “siempre he pensado que la mujer venezolana
es muy noble, conozco muchos casos similares”... Un corolario, que es,
dramáticamente irrefutable.
Maracaibo, viernes 8 de mayo,
2020
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