Hemoglobinas
Hoy
voy a relatar algo que creo nadie conoce, porque resulta ser una vivencia
personal. Hablaré de cuando me tocó por suerte conocer al mítico doctor Arnoldo
Gabaldón. Sí, el doctor del paludismo y del dicloro-difenil-tricloroetano.
Nada más y nada menos que el doctor Gabaldón, quien para mi sorpresa, me
avisaron un día, que él quería hablar conmigo y debería acercarme a su oficina
en el Instituto de Higiene Rafael Rangel, en la ciudad universitaria de
Caracas.
Eran
los años cuando ya en Caracas utilizaba a diario el microscopio electrónico
(ME) insistiendo en su aplicación en todo cuanto me pasaba por delante. Desde
Maracaibo entre 1969 a 1975 con aquel instrumento venía preconizando su uso
para hacer investigación y hablar machaconamente sobre “la patología
ultraestructural”. En aquellos días iniciándose la década de los 80, había
observado varios casos de autopsias donde se pensaba en hepatitis y en otros
diagnósticos, pero resultaban ser casos de paludismo. Sobre la premisa de la
confianza que me daba el ME, me habían remitido muestras de un hígado de un
niño fallecido en los Valles del Tuy y tras mirar la muestra con el ME,
concluiría que era paludismo y además, que la enfermedad había sido provocada
por un plasmodium malarie…
Los
Valles del Tuy no era una zona de paludismo endémico y de allí la razón por la
que el doctor Gabaldón, reconocido por su lucha contra la malaria en Venezuela,
el mismo que entre 1950 y 1960 había protagonizado la primera campaña nacional
en el mundo contra el paludismo mediante la utilización del DDT que hizo a
Venezuela, mundialmente famosa por ser el primer país que erradicaba totalmente
la malaria, (ahora, tristemente regresamos a estar repletos de enfermo
palúdicos). Con gran curiosidad, el propio doctor Gabaldón me llamaba y debería
darle las explicaciones de rigor sobre mi diagnóstico, o mejor, sobre lo que me
decía el ME.
Pero,
el título de esta crónica dice “hemoglobina”
y es que lo que les contaré tiene que ver con los glóbulos rojos que son los
vehículos donde viajan los plasmodios, sean esporozoitos
o más probablemente merozoitos de Vivax,
Falciparum, o Malarie, cuando inoculados por un
zancudo provocan las fiebres palúdicas en los enfermos. Sobre este proceso, que
se da tanto en el humano como en el zancudo Anófeles,
ya conversamos en este blog y me parece que puede valer la pena regresar al
artículo publicado en abril 2018 (https://bit.ly/35ZLXCj).
Hacía
varios años que sabíamos que los eritrocitos dejan de ser redondos y toman la arquitectura
ovalada de un plátano (“camburcitos” les decíamos mirando las preparaciones
microscópicas de casos de autopsias con los residentes) y sabíamos que estábamos
ante ese fenómeno cuando la hemoglobina que transportan es “S”, y el ME nos la
mostraba como cristales dentro de los eritrocitos (ver imagen
del ME en uno de nuestros casos) que adoptaban microscópicamente la
apariencia de plátano, modificando su forma de eritrocitos redondos a
camburcitos. En enfermos palúdicos, aquellos cristales de hemoglobina S, no le dejarían
espacio para los plasmodios... ¿Sería esto de la hemoglobina S una ventaja? Así
me lo preguntaba yo… Ahora lo sé, pero mejor lo conversamos en otra ocasión…
Hace unos días, pude ver en Facebook una
conferencia ofrecida en 2012 por mi estimado maestro el doctor Rafael Muci
Mendoza con el juicio crítico al trabajo de incorporación a la Academia de
Medicina del doctor
José María Guevara Iribarren, titulada ¨Desarrollo del
Estudio de las Hemoglobinas Anormales en Venezuela¨, y recordé los
“camburcitos”, el paludismo y la visita al doctor Gabaldón, pero también vino a
mi mente la isla de Toas en la salida del Lago de Maracaibo cuando se abre a
través de “La Barra” al Golfo de Venezuela... I es que desde los estudios realizados por Núñez Montíel y col., en
los años 1962 y 1979, y luego por Lennie Pineda y Lisbeth Borjas publicados
en Investigación Clínica (27: 5·14) en 1986, se conoce que
Toas representa una de las poblaciones que con mayor frecuencia padecen de
hemoglobinopatia S en el país, y por consiguiente, de casos con anemia de
células falciformes. En Toas, no hay paludismo, afortunadamente…
Pero me desvié de lo relataba sobre la
visita al maestro doctor Gabaldón, a quien le mostré las fotografías de los
glóbulos rojos (que no eran camburcitos, pues el paciente no mostraba su hemoglobina
S cristalizada), pero los eritrocitos en aquel material procesado de una
autopsia, mostraban los parásitos en su interior, y aprovecho para mostrar dos
fotos de este caso (-ver-). Existía
además, un peculiar detalle que solo se observa con el plasmodium malarie, unos
depósitos de material electrón denso en la cara interna de la membrana de los
glóbulos rojos. Esa era la explicación de lo observado con el ME, y el doctor
Gabaldón me agradeció por la visita y poder examinar aquellas imágenes
ultraestructurales. Lo cierto es que a muy corto plazo, la investigación epidemiológica
rastrearía al inocente culpable: un vecino de la casa que viajaba como
camionero al Callao y había regresado con paludismo unos días antes y uno de
los zancudos que le había extraído su sangre les picó a los hermanitos en la
casa vecina y originó los casos mortales de aquella supuesta hepatitis.
Aquí le pongo punto final a este relato
que en otra ocasión, espero complementar con algo más sobre el paludismo y los “cambures
microscópicos” de los venezolanos con anemia o con rasgo drepanocítico.
Maracaibo,
sábado 17 de mayo, del 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario