Para escribir novelas… (3)
Ayer insistía en que cada escritor tendrá su
estilo. No estoy muy seguro, de si es como decía Bufón que “el
estilo es el hombre”. De lo que si estoy seguro es de que, el estilo es
esencial. No hay un escritor verdadero que no haya creado su propio estilo, su forma
personal de expresión literaria. Importará la solidez del estilo que el
escritor vaya adquiriendo con su experiencia. La historia puede no ser tan
relevante sino la manera de plantearla, la manera de decir las cosas será lo
que constituya el estilo del escritor. Después ya surgirá el tono de lo
relatado que no será otra cosa que la manera como se narrarán los hechos. Más
que un asunto de técnica narrativa, el tono vendrá dado por la interpretación
subjetiva de la historia que se escribe. De tal manera que la originalidad de
la obra residirá en el imaginario, en la memoria inconsciente y en la
conciencia misma del escritor; estos serán los pilares y conformarán un estilo
propio.
Quien escribe, buscará el tono que se adapte a los
requerimientos de la historia relatada en lenguaje literario. Sobre el tono ya
diremos algo más. La trama de la novela se vinculará con la organización
estructural de la misma. Será como una urdimbre donde la manera de cruzar los
hilos, enfrentar nudos e inventar el laberinto por donde transcurrirá la
historia, será potestativa del escritor. Algunas veces los episodios podrán
aparecer anticipados, en prolepsis narrativa, o contados hacia atrás en
analepsis, especie del llamado flash-back del cine, y así él podrá iniciar una
historia por su final, de atrás hacia adelante, de manera circular, por la
mitad… "La Odisea", se inicia al desembarcar Ulises en Itaca,
para retroceder luego la narración unos diez años atrás y finalmente llegar a
su encuentro con Penélope. Todos hemos leído aquello de: “Muchos años después, frente al
pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. A
partir de esa frase, García Márquez retrocederá hasta la fundación de
Macondo para regresar con la historia de “Cien años de soledad”. El
narrador en primera persona de “Corazón tan blanco”, novela de Javier
Marías, no ha nacido aún, cuando la novela se inicia con el suicidio de una
jovencita ante un espejo con la pistola de su padre, mientras su familia está
almorzando. En “Para subir al cielo…” la historia transcurre un día
domingo en Caracas, pero los personajes viven situaciones que giran en torno a
una autopsia en la morgue del día viernes y entretanto, se relata la vida del
pintor flamenco Hyeronimus Bosch muchos siglos antes.
El uso del llamado monólogo interior puede ofrecerle al escritor una capacidad
intimista que lo conecte psicológicamente con el lector. Si el escritor habla
consigo mismo establecerá una especie de soliloquio y esto puede parecerse más
bien a un monólogo, pero en el monólogo interior nadie habla. El monólogo
interior, o corriente del pensamiento, es una riada de ideas que pueden ser
traducidas al lenguaje escrito y las palabras y frases pueden ser vistas como
ideas dispersas, sin sentido o caóticas, sin embargo, la traducción del mismo
servirá para señalar que este discurso interno estará siempre dirigido por el
inconsciente y se rige por asociación de ideas. En realidad lo que se pretende
es escribir en palabras un fenómeno normal de la mente humana. No hay que
olvidar que el cerebro es como una máquina que mientras estemos vivos, hasta
donde conocemos, nunca deja de funcionar, no cesa de trabajar ni siquiera
cuando dormimos y una prueba de esto son los sueños. El cerebro estará siempre
hablando y no podremos hacerlo callar. Dujardin
en “Han cortado los laureles” fue el
primero en usar la técnica del monólogo interior que luego en el siglo XX Jamen Joyce lo haría magistralmente en
el “Ulyses”.
La lectura de un monólogo interior puede resultar inquietante
e incómoda, y precisamente por ello, escribirlo es pasearse por el lado oscuro,
posiblemente inhóspito de la mente pues se trata de que el escritor plasme en
letras lo que atraviesa por la región del inconsciente. En el fondo, estos
procedimientos del escritor al crear secuencias de palabras que son reflejos de
su inconsciente, pueden semejarse a la creación poética, o lo que se logra
expresar en una pintura. Es poner por escrito su parte de artista, poner en
palabras el yo interior que comenzó a vislumbrarse con el psicoanálisis. El
oscuro territorio de los sueños es atisbado desde el monólogo interior y puede
transformarse en una especie de escritura automática. Rosa Montero en “La loca de
la casa” dice: “Estoy convencida de que por las noches cuando nos dormimos y empezamos
a soñar, entramos en realidad en otra vida, en una existencia paralela que
guarda su propia memoria, su causalidad enrevesada”…”ambas cosas, los sueños y
las novelas, surgen del mismo estrato de la conciencia”.
Otros escritores también han utilizado como Joyce esta técnica, con excelentes
resultados. Luís Martín Santos, William
Faulkner, Miguel Delibes, Virginia Wolf y algunos otros han usado la
técnica con grandes ventajas, no solo de la mayor verosimilitud que se le da al
texto, sino que logran crear una especie de nexo entre el escritor y el lector
a través de los personajes cuya vida interior es cada vez mejor conocida por la
existencia de esos curiosos registros lingüísticos utilizados adecuadamente.
La novela “Tiempo
de silencio”, vino a ser el primer
intento sólido de ruptura con la estética realista en la literatura de España, entendiendo
que en la novela de Martín-Santos
hay una profunda reflexión sobre la realidad socio-cultural española, desde el
hombre humilde e inculto hasta las clases sociales profesionales, conservando
el germen de la atmósfera naturalista de la posguerra. “Tiempo de silencio” publicada en 1962 con veinte páginas
censuradas por el franquismo, debió esperar por la edición definitiva en 1981.
El autor innovaría en esta novela, utilizar tres personas narrativas, el
monólogo interior, la segunda persona y el estilo indirecto libre,
procedimientos narrativos que venían ensayándose en la novela europea desde James Joyce pero que eran ajenos al
realismo social usado en la época.
La novedad de “Tiempo
de silencio” está más en su forma y su estructura, que en la técnica
narrativa y en particular en su lenguaje; en todas estas cosas y bastante menos
en su contenido. Es novelística en español, por ello, es necesario señalar que
la irrupción de Vargas Llosa, será para
la novela de habla hispana, más determinante que la ya comentada novela de Martín-Santos. Vendrá a acontecer lo
que Emir Rodríguez Monegal en 1972
denominaría “el boom”, un fenómeno que obedeció a una corriente que creo una
especie de desintegración del canon novelesco que se daba en aquellos años
sesenta. La concesión en 1962 del Premio Biblioteca Breve a Vargas Llosa, dará, en gran medida su
inserción en el panorama de la novela peninsular. En detalle, es interesante
entender que hablamos de un peruano Vargas
Llosa, de dos cubanos Cabrera
Infante y Carpentier, un argentino Cortázar,
un colombiano García Márquez, un
mexicano Fuentes, un chileno Donoso y un venezolano González León. Estos ocho novelistas
rellenaron un segmento que va desde 1962, hasta 1969, el cual viene a cerrar José Donoso con su novela Coronación.
Además del estilo, ya dijimos que puede ser
necesario precisar el tono de lo que se relatará para profundizar en el entorno
de los personajes, en la psicología del personaje principal, en saber quién
narra y como quiere hacerlo. En fin hay otra serie de detalles que ayudan a
concretar un tono adecuado a lo que se está relatando. Este proceso no es siempre
fácil, por lo que puede que quien inicia la escritura de un texto, le toque
enfrentarse al llamado “dragón del escritor”, también
denominado “el dilema de la página en blanco”, algo que puede representar
un bloqueo mental para la escritura. Esta situación ha sido descrita en el
escritor, y para algunos, se ha dicho que en ciertas circunstancias puede
hacerse irreversible. De producirse, puede ser aconsejable no darle mucha
importancia al fenómeno. Mi consejo se debe a que como consecuencia del
bloqueo, se puede caer en la tentación de darle larga al trabajo para luego
finalmente, abandonarlo. Esto sería ceder a la presión de “el dragón” y hay que
entender que si se quiere escribir, tiene que realizarse primariamente por el
placer de hacerlo.
Escribir debe ser un acto consciente y agradable. Inicialmente
no debemos querer ver de inmediato el producto de lo que estamos elaborando,
debemos aceptar a la escritura como parte del juego que constituirá todo el
proceso de lo que se estamos denominando “el oficio de escribir”. Para llegar
a un feliz término en la creación literaria, será necesario conciliar tres
cosas fundamentales: paciencia,
confianza y tiempo. Estas tres palabras tienen que ser fundamentales. Ellas
solo se asimilarán con el ejercicio de otra virtud capital, la disciplina. Estas virtudes deberán
irse consolidando en el tiempo, tendrán que ser examinadas concienzudamente y
finalmente aceptadas si se quiere emprender la tarea de escribir como oficio.
Quien se dispone a escribir una novela debe
entender que él ha de transformarse en un creador. Él tendrá que poseer una
imaginación fértil para inventar situaciones y episodios de los que él mismo
estará consciente, pero de los que puede ser que no tenga muy claras las
motivaciones de su creación; estas usualmente le llegarán desde muy adentro de
sí mismo, y representarán la voz de su inconsciente. Como hacen los buenos
actores cuando tienen que representar a ciertos personajes y para poder hacerlo
magistralmente entran en un estado de concentración muy particular, un trance
que podría verse como de locura puesto que deben dejar de ser ellos mismos para
sentirse en el pellejo de otro, así como quien padece una especie de rapto de
esquizofrenia transitoria, durante la creación literaria el escritor deberá
lograr un estado de búsqueda entre ser él mismo y ser a la vez otro, u otros,
los personajes de su obra. El escritor necesitará vivir dentro de sus
personajes, pensar como ellos, sufrir, amar y hasta morir con ellos. Lograr
esto y ponerlo por escrito con niveles de excelencia, repito que, no es tarea
fácil.
Hay algo especial que diferencia al escritor del actor,
y será su pasión por la palabra escrita, por el lenguaje literario. La creación
literaria es una labor individual, y ella va a depender de procesos
introspectivos personales, quizás tras años de lecturas y pensamientos que a su
vez deberán ser extrovertidos en palabras escritas, algo difícil. Ante los
miedos y las dudas pueden muchas cosas querer emerger del inconsciente, y el
escritor necesitará dejar que fluyan, que los fantasmas afloren, hasta que
broten esas ideas ocultas, hasta comprender que la novela, no es tanto de quien
la escribe, deberá ser más bien de los personajes que por ella transitan, y el
escritor como amanuense gratuito, irá traduciendo y plasmando en letras sobre
páginas en blanco o rayadas, lo que sus personajes le muestren al ir viviendo.
Al final el escritor deberá aceptar que el producto deberá ser más de los
lectores que de sus autores…
Jorge García Tamayo
(Tercera y última parte de algunas recetas, para escribir…novelas.)
Maracaibo,
sábado 28 de marzo, del año 2020
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