Para escribir novelas… (1)
Quiero, y lo haré durante varios días, en tres
partes, referirme a temas relacionados con la creación literaria, y sobre la
escritura como oficio. Particularmente, sobre la escritura de novelas. Con este
propósito volveré sobre algunas cosas que publicaría hace ya más de seis años a
propósito del ejercicio de escribir novelas, y en particular sobre el “escritor-lector”.
Decía ya antes, que un buen escritor tiene que ser
un buen lector. Todos los escritores han sido grandes lectores. Ya lo hemos
dicho antes “para escribir bien hay que leer bien”. Juan Nuño, escribió
una vez: “La clave de todo buen escritor es la buena lectura”. En una
reflexión similar, Jorge Luís Borges
dijo en otra ocasión: “Que otros se jacten de los libros que les ha
sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”. Rosa Montero ha insistido en que “para
aprender a escribir hay que leer mucho”, y a Eduardo Liendo, ya lo he citado al insistir en que: “Sin
lectura mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible”. Adicionalmente
haré una afirmación que he reiterado: “la literatura no se hizo para leerla, sino
para releerla”. Se ha insistido en que la lectura y más allá, la
re-lectura es obligatoria para el escritor y al respecto, y cito al ensayista
francés Roland Barthes (1915-1980) quien
con gran claridad afirmaría que: "Solo la relectura salva al texto de la
repetición, los que olvidan releer se obligan a leer en todas partes la misma
historia".
Sobre la premisa de leer bien para escribir bien,
pueden surgir algunas preguntas. ¿Cómo puede un escritor ser auténtico?
Autenticidad, sí, pero… ¿Cómo puede ser capaz de sustraerse uno de cuanto ha
leído? Si el escritor es buen lector, siempre tendrá algunos escritores
favoritos, o sus preferidos. ¿Cómo hace el escritor-lector para no imitar a
esos autores? Sin pretender imitar a Borges, un fanático de su obra, lo que
redacte y trate de ensamblar como un cuento… ¿Se verá como una parodia, como si
intentase escribir como el brillante invidente?
Surge entonces otra pregunta lógica. Pero… ¿Cómo se
puede ser original? Hallar un escritor absolutamente original tiene que ser muy
difícil... Sobre esta situación he citado en otras ocasiones a Eduardo Liendo, quien parafraseando a Federico Amiel se ha preguntado si acaso
todos los escritores no somos más que “copia
de copias, reflejo de reflejos”. García
Márquez, en su novela “Cien años de
soledad” repitió modalidades de forma y estilo ya usadas por Rebelais muchos años antes y eso no
desmerita la novela de El Gabo. Mijail
Bajtín había denominado realismo grotesco a la manera de enfocar la vida en
la obra escrita de Rabelais, autor
existió bastante antes del realismo mágico. Estas reflexiones podrían llevarnos
a hacer una pregunta de corte shakespeariano. Como el príncipe de Dinamarca,
entonces… “¿Leer o no leer he aquí el dilema?”. Pero no. No hay tal dilema,
porque definitivamente para poder escribir literatura, es necesario leer
literatura.
Una pregunta adicional surgirá… ¿Qué debemos leer? Es
imposible leerlo todo. ¿Será indispensable hacer algún tipo de selección? La
mayoría de los escritores lee todo cuanto les cae en sus manos. Hay que leer “los libros buenos”, los que son
realmente literatura, pero también, ¿Puede ser útil leer los “libros malos”? Cuando el escritor es
un buen lector, le será fácil sumergirse en las historias y percibir el
espíritu de quien narra, captar en detalle sus diversos puntos de vista,
igualmente deberá detectar las variables que funcionan para cada personaje
creado por el autor. El escritor-lector,
puede disecar el lenguaje, debe hacerlo y ese será un ejercicio de gran
utilidad para aprender sobre lo bueno y lo malo de lo que está escrito.
Sabemos que la escritura se nutre de lo vivido, de lo
que quien escribe ha visto o ha percibido en su vida, o lo que ha captado por
otros medios como el cine, la televisión, o por la información verbal. Todos
estos elementos que constituyen la vida misma del escritor-lector, así como el
escritor puede ser influenciado por lo leído, también en particular lo que él
pueda desarrollar de su propia imaginación, y así sus ideas estarán siempre
relacionadas con lo que él guarda en su subconsciente. Rosa
Montero ha observado este fenómeno así: “Cuando te encuentras escribiendo
una novela, en los momentos de gracia de la creación del libro, te sientes tan
impregnado por la vida de esas criaturas imaginarias, que para ti no existe el
tiempo, ni la decadencia, ni tu propia mortalidad. Eres eterno mientras
inventas historias”.
La memoria literaria de cualquier texto casi siempre
tendrá algún elemento autobiográfico, aunque sea inequívocamente ficcional, el
escritor alimentará sus relatos con la memoria personal. Roland Barthes dijo una vez que “toda autobiografía es ficcional
y toda la ficción es autobiográfica”. La ficción unirá los retazos de
momentos que han resultado significativos para quien escribe, aunque parezcan
hechos banales, esos instantes serán con instancias imaginadas, los que
conducirán hacia la creación de la escritura para cualquier relato novelado o
no. Rosa Montero afirmaba que “la
ficción es la manera de sacar a la luz un fragmento muy profundo del
inconsciente”.
La literatura, decía Oscar Wilde, “es el arte de
mentir”, y esta frase resume la gran verdad sobre el escritor quien tendrá
la opción de ser él y ser otro. Por eso la literatura puede verse como el
ejercicio práctico de eso denominado, “la otredad”. Lo más interesante de todo
este asunto, es que en esa búsqueda de cuanto se tenga que decir, el escritor
solo contará con un instrumento, y éste será el lenguaje. Según Goethe, todo ya está dicho, lo difícil
es saber cómo decir las cosas otra vez. Por estas razones, sobre el tema del
escritor de novelas en particular, el planteamiento de cómo escribir y
específicamente de cómo escribir literatura, puede no ser tan sencillo. No
basta con repetir historias, no se trata de volver a decir ciertas cosas, hay
que escribirlas y hay que cumplir ese cometido de un modo especial que conlleve
siempre un nivel de excelencia en el lenguaje. No se trata de “echar un
cuento”. El asunto es más difícil que “como decirlo”, el asunto está en “como
escribirlo”. Por eso repetimos que escribir es un oficio que requiere mucho
trabajo y en particular en el caso de las novelas, el cometido debe ser
cumplido con paciencia, resistencia y mucha pasión.
(Primea parte de
algunas recetas, para escribir…novelas continuará mañana)
Maracaibo jueves 26 de marzo, del 2020
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