Las Amapolas
En mi novela “La Entropía Tropical” describo un viaje por el Danubio desde Viena
hacia Budapest con mi amigo y colega Hernando Salazar, donde se lee: …“tú ya estás
impactado porque uno termina por creer que tú te impresionas ante cualquier escoba
con trapos. Piensas dubitativo que es un grave problema y te vas de vuelta a la
popa, donde el viento sigue siendo el mismo fabricante de heladas agujas, vas
con tu vasito de vino blanco, y piensas en tu tierra, en Saudy, tan lejos, y
entonces tarareas, murmuras y cantas... “Mi
canción de amor, viene a turbar, la calma y el silencio, y mi pobre voz,
alzándose en la noche te despierta”. Es la serenata que aprendiste desde
niño, “…debes perdonar y comprender mi
corazón tan necio, que por arrullar al azul de tus ojos, te desvela”... Hernando
entona con mucho sentimiento una canción que a ti te suena muy colombiana, y
que luego él te dirá que se llama “Amapola”. Tú
estarás sorprendido, pues no sabías que existiese otra Amapola
que no fuese la que tú adoras en los hierros
de su reja, la de, escuché la triste queja… Hernando te explica que su Amapola es una vieja canción de la época colonial,
pues él, como tú, cantando se ha transportado también a su infancia lejana, su
niñez en Ibagué… Luego la juventud, y ambos miran a Claudia quien se asoma por
la puerta de madera y los ve en cubierta, friolentos. Ella con su disfraz de
húngara parece una verdadera tarjeta postal para estimular el turismo. ¡Viaje
por el Danubio hacia Hungría con Claudia Hirsch! ¿De qué signo del zodíaco será
esta catirita sangre liviana? Piensas en Piscis y luego en escorpiones, el 21
de noviembre cumpleaños Hernando, sagitarios, limítrofes los del 22 de
noviembre, como tú, y analizas el asunto de las coincidencias, si hubiesen sido
compatriotas no congeniarían tan bien. La amistad no puede expresarse con
palabras, lo piensas y te parece curioso que sea con un colega del hermano país
con quien hayas encontrado tantos puntos de identificación… Para colmo, tiene
más de veinte años viviendo en los Estados Unidos, pero Hernando es a todas
luces más colombiano que el difunto Gaitán, solo tenés que verlo mijito, y si
lo oís, ya no te caben más dudas, venga le cuento y vea, ¿y cómo así? No les
digo pues que es un colombiano exiliado, y tú piensas que también eres un
exiliado, pero de Maracaibo, de la República del Zulia, ¿más cosas en común? La
amistad es también recíproca y por ello piensas que ha valido la pena viajar
sobre el Danubio azul, rumbo a Budapest.
(Este Texto con modificaciones puntuales ha sido extraído de mi novela “La
Entropía Tropical” Editorial Ediluz, Maracaibo 2003)
AMAPOLA es una
canción cuya creación se remonta al año 1928 cuando el compositor argentino de
tangos Luis Roldán escribió la letra que hoy conocemos: “De amor, en los hierros de tu reja/ De amor, escuché la triste queja/ De
amor, que solo en mi corazón/ diciéndome así con su dulce canción/. Amapola, lindísima amapola será siempre mi
alma tuya sola/ yo te quiero, amada niña mía igual que ama la flor la luz del
día/ Amapola, lindísima amapola no seas tan ingrata… Amamé, Amapola, Amapola,
como puedes tu vivir tan sola”. La música es de un famoso clarinetista, compositor y
director de orquesta español José María
Lacalle García (1860-1937),
conocido también como Joseph M. Lacalle por su vinculación profesional con los Estados Unidos.
El sábado 5 de
noviembre de 2016, en este mismo blog publiqué un artículo titulado “En Flandes crecen
las amapolas” (https://bit.ly/2Q3A4oc), donde trascribo las primeras líneas de un poema que se convertiría en uno
de las más famosos escritos en relación con la Primera Guerra Mundial. Su autor
fue el teniente coronel John McCrae quien falleció por una neumonía el 28 de
enero de 1918, y cuya traducción se lee así:
“En los
campos de Flandes las amapolas soplan. Entre las cruces, fila en fila, eso marca
nuestro lugar; y en el cielo las alondras, aun cantando valientemente, vuelan
apenas se escucha en medio de los cañones”. El título de mi artículo en el
blog en 2016, fue “En Flandes crecen las
amapolas” el mismo de un poema de mi tío Fernando C. Tamayo (https://bit.ly/2THhe8x) bravo tachirense quien batalló con los aliados en
la Primera Guerra Mundial, y lo escribiría el año 1918 después del armisticio:
“En Flandes crecen las amapolas/ entre las filas de cruces solas/
de
nuestras tumbas. Bravía, en el cielo,/ la alondra aún canta y anima el
vuelo./ Para nosotros su trino acalla/ el ronco aullido de la metralla.
Somos los muertos! Ha pocos días/ vivos, gozamos las alegrías/
de
alba y ocaso. Amados hemos/ y amados fuimos. Ahora yacemos/ en
Flandes, bajo las amapolas…
Seguid la lucha! De nuestras manos/ desfallecientes tomad, hermanos,/
la
tea sagrada: id, triunfadores,/ a
enaltecerla. Mas si traidores/ rendís la prenda, no dormiremos/ en
paz ya nunca, aunque yacemos/ en
Flandes, bajo las amapolas”…
Las amapolas son nocivas porque compiten con otras plantaciones,
robándole nutrientes a los cereales como el trigo, la cebada o la avena de
forma agresiva. Un cultivo plagado de amapolas puede causar hasta un 40% de
pérdidas para el agricultor. Su ciclo de germinación coincide con el de los
cereales, lo que aumenta las complicaciones para estas plantaciones. Pero… ¿Por
qué crecen en esas zonas de cultivo? Porque las amapolas son plantas nitrófilas,
es decir, que necesitan que se remuevan los nitratos del suelo para crecer. Por
ello podemos verlas en lugares donde hay actividad de cultivos motivo por el
cual se pueden ver tantas amapolas en campos cercanos a zonas pobladas. Crecen
especialmente en los terrenos en barbecho.
Las tres
primeras semanas de mayo son su época de floración más importante cuando los
campos se llenan de amapolas en flor. Es una planta que "dura muy poco en flor, no
más de dos o tres semanas, y produce miles de semillas". Cada amapola
puede llegar a producir unas 20.000 semillas de menos de un milímetro que
crecerán meses después con un poco de agua. No todas esas semillas crecen a la
temporada siguiente. Algunas pueden permanecer hasta nueve o diez años hasta
que germinan. Así, si un agricultor se deshace de todas las amapolas de su
campo, pueden seguir apareciendo y además se han hecho especialmente
resistentes a los herbicidas. Su distribución está más relacionada con aquellos
lugares donde se cultiven cereales que con el clima. Lo importante, que se
remueva el suelo. Durante las guerras, el terreno está expuesto a mucha
actividad. "En las trincheras de la Primera Guerra Mundial no crecía nada,
pero en la llamada tierra de nadie sí lo hacían las amapolas.
La amapola silvestre cuyo
nombre es papaver rhoeas, es una vistosa flor cuyas hojas
o pétalos son de un llamativo color rojo, siendo muy común verla crecer en
campos, descampados. En realidad, lo que ha llevado a la confusión a muchas
personas, para relacionar a las
amapolas con la extracción de opio, por su gran parecido con otra planta
muy similar llamada comúnmente adormidera(papaver somniferum) cuyas hojas o pétalos son blancas, rosáceas
o violeta claro, pero no de color rojo. De la adormidera sí se extrae el opio ya
que posee gran número de alcaloides como la morfina, la papaverina o
la codeína. La amapola silvestre, puede
resultar ligeramente venenosa si es ingerida por animales herbívoros,
pero cocinada o en infusión pierde su toxicidad. Los alcaloides contenidos en
la flor tienen propiedades sedantes, por lo que es
utilizada por algunas personas en casos de insomnio, ansiedad, depresión, y nerviosismo.
Maracaibo, viernes 13 de marzo, 2020
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