Para escribir novelas… (2)
Para asumir la escritura como oficio, se requiere
un régimen de disciplina que puede ser variable en sus formas pero que sin
dudas es indispensable. Hay escritores rigurosos, quienes fijan horarios y
hasta número de páginas a ser escritas en determinados períodos de tiempo;
otros trabajan como jornaleros, y quizás piensan que como decía Miguel Ángel Asturias que el escritor
de novelas es “la araña de la literatura”, o como dijera Carlos Fuentes que “no creen en la inspiración sino en las
nalgas”. También existen otros escritores, quienes se toman su tiempo,
al estilo de algunos cuentistas como Julio
Garmendia o Augusto Monterroso,
quienes produjeron sus obras literarias pausadamente. Lo importante debe ser
que para escribir hay que tener la voluntad de hacerlo. Alejo Carpentier creaba sus obras de largo aliento, según decía él,
“el
único secreto es la página diaria”. Lo antes expuesto ratifica que para
decidirse a escribir una novela, lo más importante es la voluntad de querer
hacerlo. Estos datos ya hace unos años que los aprendí a través de Eduardo Liendo.
El éxito de un escritor dependerá de su capacidad
de convicción. Para esto, es importante su manera de enfocar el asunto que
tenga en mente, bien sea fantasioso o realista, esa “verdad personal” de quien
escribe deberá prevalecer en el texto. Esta premisa puede sonar extraña y
cualquiera se preguntará ¿Cuánto de verdad y cuanto de ficción puede haber en
un relato, o en una novela? El escritor, y en particular el escritor de
novelas, tienen que saber que el camino para su creación estará sembrado de
trampas. Él no debe escribir para relatar la vida, tiene que escribir para
inventar la vida. Su éxito dependerá de sus poderes para involucrar al lector, para
persuadirlo de lo que él dice. Para lograr esto, solo contará con las armas del
lenguaje que habrá de usar transformándolo en escritura. Citaré de nuevo a Eduardo Liendo sobre el tema de lo real
y lo ficticio. “El escritor no puede
dejarlo todo al capricho de su imaginación y saqueará constantemente la
realidad real”. Así, con esa redundancia pareciera recordarnos que la
realidad prevalecerá e igualmente refrendará su idea al expresar. “Podría decirse que la calidad de la
imaginación es la levadura que puede producir una transmutación poética de la
realidad”.
Personalmente, prefiero pensar que quien escribe
debe sentir que está viviendo lo que relata. Si el escritor no se sumerge en su
historia, sino la siente y la padece, le sucederá como al niño cuando su barco
pirata zarandeado por un huracanado temporal se le trasforma en la realidad de
su cama... El lenguaje textual de una novela revelará un estado consciente e
inconsciente del escritor, donde los símbolos y las metáforas que habitan en su
mente habrán de transparentarse en su escritura. Por eso no podemos sustraernos
al hecho de que, en ocasiones, la realidad supera con creces la ficción. Rosa Montero afirmaba: “Escribir
novelas en una actividad increíblemente íntima que te sumerge en el fondo de ti
mismo y saca a la superficie tus fantasmas más ocultos”. “Los
fantasmas de escritor son aquellos personajes o situaciones que persiguen al
autor como perros de presa a lo largo de todos sus libros”.
La creación literaria, emerge en un espacio
transicional, el cual implica que el escritor, para lograr convencer al lector
debe percibir la situación que describe como si fuese real. Una novela puede
parecer el resultado de una suma de historias, pero en el decir de Rosa Montero, “aunque cada autor tiene su
ritmo, la redacción de una novela es un proceso muy lento”. Ella
afirmaba cómo, “…yo suelo tardar tres o cuatro años y de ese tiempo, la mitad lo
empleo en desarrollar la historia dentro de mi cabeza, tomando notas a mano en
una infinidad de cuadernillos”.
Para lograr una creación literaria eficiente y
sostenida, puede que el peor enemigo exista dentro del escritor mismo y tal vez
éste puede ser, precisamente, el factor tiempo. ¿Cómo lograr las condiciones
óptimas para concentrarse? ¿De dónde sacar el tiempo para que la rutina diaria
no interfiera con la creación literaria? Escribir en general puede requerir un
esfuerzo especial y por eso para escribir literatura como oficio, es necesario
sacrificarse. Luego, cuando ya estén escritas docenas de páginas, estas han de
sufrir un proceso de depuración, de relectura, de tachaduras, de borrones y de
terminar muchas veces, aunque nos duela, haciendo una bola de papeles que irá
al cesto de la basura hasta no querer recordar lo que con tanta emoción
habíamos escrito.
Habrá un centenar de opciones para hacerlo, y sin
duda cada cual en su momento habrá de buscar el espacio de tiempo más
conveniente y el horario más favorable… Hemingway escribía de pie ante su máquina
de escribir y otros lo han hecho a mano, acostados en la cama, o sentados ante
una mesa, por las mañanas al levantarse, con computadora, durante los viajes,
solos y en absoluto silencio, en las madrugadas, con música de fondo. En la
creación literaria para una novela tiene que existir una fuerza que se perciba
intensamente, un espíritu que esté vigente, algo esencial que tiene que
prevalecer y que estará expresado en el lenguaje particular del escritor. Esta
fuerza interior será lo que en cada escritor de novelas vendrá a transformar en
su propio estilo.
Quien se inicia podrá sentir evidentemente las
dificultades de la indagatoria sobre lo que se tiene en mente y de cómo
trasladarlo al texto para crear una novela. Quien se decide a escribir una
novela, generalmente ha escrito relatos, o especie de cuentos breves, pero estos
no valen para darle cuerpo a una novela. Se necesitará haber tomado la decisión
previa de escribirla con un plan definido. Un pintor no se lanza a pintar un
cuadro sin tener una idea aproximada del mismo, o sin hacer un boceto, por lo
que de manera similar, una novela puede llevarle al escritor meses o años
mientras la planifica antes de acometer esa tarea, y puede que sea necesario
entender cuánto tiempo, cuanta dedicación y constancia, requerirá para llevar
adelante esa tarea. También hay que entender que un relato no es una novela
corta, ni una novela es un relato largo, son dos cosas muy diferentes. Ambos,
si bien pertenecen al ámbito de la Narrativa, su ritmo, su estilo y los recursos
que se emplearán en ambos son muy diferentes.
Para Cortázar
el cuento es “un texto continuo y cerrado sobre sí mismo que exige un alto grado de
perfección para que sea eficaz”. En ocasiones he dicho que me parece
más difícil escribir un cuento bien logrado que una novela. El cuento se lee de
un tirón, la novela se suele leer por etapas y sus historias se mezclarán con
las vivencias diarias del lector. Quizás por estas características las novelas
parecieran quedar grabadas en la memoria de los lectores con mayor intensidad
que los cuentos. En el mes de mayo del año 1943 Enrique Bernardo Nuñez escribía: “La novela en nuestro país
necesita una renovación. En otros términos, necesita nuevos novelistas que nos
ofrezcan temas distintos de la vida venezolana”.
Cada novela debe responder a una intención muy
personal, la de investigar algo, de querer decir algo. Ese algo, tiene que
expresarse poniéndole mucha imaginación. No creo exagerar si digo que cada
novela debe reflejar de alguna manera el inconsciente del escritor. No se debe
escribir sin antes hacer una profunda investigación, sin sumergirse a fondo,
sin margullirse en determinado asunto, ese que revolotea en la mente del
escritor y que le lleva a batir las alas de su imaginación. Esas inquietudes
deberán ser plasmadas en letras, puesto que la novela es obra escrita y no
puede ser un simple relato, no debe ser, tiene que constituir algo que salga
del alma, que surja del interior, de lo más profundo de quien escribe y con una
dosis abundante de imaginación. Esto, la imaginación que Santa Teresa llamaba “la
loca de la casa”, según lo expresara en su brillante novela homónima, la
escritora española Rosa Montero,
la imaginación que fuera denominada por Baudelaire “la más alta y
filosófica de nuestras facultades”.
(Segunda parte de
algunas recetas, para escribir…novelas, finaliza mañana)
Maracaibo, viernes 27 de marzo, del año 2020
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