Requesens, tortura cruel y degradante…
El parlamentario por el estado
Táchira, Juan Requesens, fue
arrestado, el 7 de agosto, en casa de sus padres sin ninguna orden judicial,
cuando catorce hombres del Sebin
(Servicio Bolivariano de Inteligencia), a golpes, secuestraron al diputado y a
su hermana Rafaela. Ante ello, sin que existiese ningún “debido proceso”, y en
conocimiento de que constitucionalmente es la Asamblea Nacional legítimamente
elegida por el pueblo quien tiene siempre la última palabra sobre si hay o no
allanamiento en la inmunidad parlamentaria, el diputado aún permanece en las
mazmorras del régimen como otro preso político más… Los diputados de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento)
denunciaron que el Gobierno “de manera sistemática, emplea tratos crueles y degradantes, así como
métodos de tortura a quienes han sido privados
de libertad arbitrariamente por razones políticas, en lo que califica
como un crimen de lesa humanidad”. En el caso de Juan Requesens, el Legislativo repudió el trato que le ha
dado el Ejecutivo, la Fiscalía y el Poder Judicial. La Cámara insiste en
calificar como “desaparición forzada” los cinco días que pasó el legislador sin tener contacto con familiares y abogados, y
durante los cuales el chavismo publicó videos en los que se muestra al diputado de 29 años
semidesnudo, en absoluto silencio y con lo que parece excremento en su ropa
interior, imágenes que muestran las condiciones que reflejan no solo tratos
crueles y degradantes, sino incluso torturas, por lo que además el Parlamento
acusó a Maduro de haberse referido a este episodio “en tono degradante”.
La “habitación 101” de la novela 1984 de George Orwell, es
un espacio de tortura,
donde los sospechosos son sometidos a aquello que les causa más terror. En el
caso de Wiston Smith, personaje central de la novela, es su aversión a las ratas. El historiador de la tortura Edward Peters
se ha ocupado de “la Habitación 101”, en la que
cada víctima es amenazada con una tortura que consiste en la cosa del
mundo que más teme. El prisionero confiesa crímenes que no ha
cometido, es capaz de denunciar a la mujer que ama y hasta termina amando al
dictador, el Gran Hermano. La aspiración del totalitarismo es dominar no solo
los cuerpos; también las almas. A pesar
de que 1984, una ficción
literaria, está basada en la realidad del totalitarismo del siglo XX,
caricatura del estalinismo, en la realidad mundial no ha desaparecido.
Las purgas estalinistas alrededor del año 1937, son un
ejemplo de la tortura donde se juzgó a la primera generación de bolcheviques,
los héroes de la Revolución de Octubre, personajes con altos cargos en el Partido Comunista: Bujarin, Zinóviev, Kámenev, Majakovski,
Piatakov, Rýkov… Todos fueron acusados de haber cometido pecados contra la
revolución agregándoles cargos producto de mentes crueles y paranoicas, les
acusaron de sabotear la producción, de intentar agredir al partido y lo más
impresionante fue ver como los propios acusados llegaron a reconocer tales
crímenes, y se despreciaron a sí mismos con epítetos como “fascistas pérfidos”
y “trotskistas degenerados” considerando que así podrían pagar sus pecados
contrarrevolucionarios. ¿Cómo se puede llegar a un espectáculo tan lamentable
de autohumillación? ¿Cómo estos revolucionarios pudieron llegar a culparse a sí
mismos? Las confesiones forzadas, de las que estos regímenes se han hecho
maestros, es parte de esa caricatura de la justicia. Stalin murió en los años
cincuenta y la Unión Soviética se pulverizó a finales de los ochenta, existen
otros herederos de sus métodos, hay mucha tortura, violencia, maldad y opresión
en los regímenes que copian estos tratos crueles e inhumanos contraviniendo los
derechos humanos.
“La confesión” (1970),
el filme de Costa-Gavras (https://bit.ly/2LSU7EK) cuyo libreto estuvo a cargo de Jorge
Semprún, y basado en el libro autobiográfico de Artur London es un ejemplo
paradigmático de la confesión obtenida bajo tortura. Artur Ludvik, interpretado
por Yves Montand. 1951 es un leal comunista, héroe de la Segunda Guerra
Mundial, viceministro de Relaciones Exteriores de Checoslovaquia, espiado por
miembros de la policía secreta y él es capaz de discutirlo con sus amigos, todos se saben
estar siendo observados. Artur arrestado y encarcelado, en régimen de
aislamiento, pasará meses sin que se le informe el motivo. Veremos técnicas de
lavado de cerebro, privación del sueño, forzado a caminar de un lado a otro
todo el tiempo. Artur será presionado para que confiese crímenes inexistentes,
incluida la traición, con la perspectiva de indulgencia en la sentencia si
coopera. Pronto sabrá que sus amigos han sido arrestados y preparado para una
farsa de juicio público, la cual se transmitirá en vivo por radio y se exhibirá
en cines. Para mejorar su pobre apariencia después de años de maltratos, le darán
comidas sustanciosas, inyecciones de vitaminas y lo someterán a los rayos de
una lámpara solar, para terminar en veredictos de condena a muerte o de cadena
perpetua. Después de una larga prisión, Artur y algunos de sus colegas son
liberados y rehabilitados gradualmente entre 1956 y 1963, y quién no gozó de
esa fortuna, es porque ya fue ejecutado y cremado. Los responsables de las
torturas terminarán enfrentando sus propias persecuciones, incluido Kohoutek,
el interrogador de Artur quien se excusará insistiendo en que solo estaba siguiendo órdenes. La confesión nos
muestra una tragedia individual que es la síntesis de un patrón que han sufrido
y siguen padeciendo los países
totalitarios. El drama de Artur London y sus compañeros en Checoslovaquia es el
mismo que se ha vivido y persiste en otros regímenes comunistas.
“Para muestra un botón”: Gonzalo
Edmundo Celorio y Blasco (Ciudad de México,1948). Es un editor, ensayista, narrador y crítico literario, que fuera director del Fondo de Cultura Económica y es Licenciado en Lengua y Literatura y doctorado en
Literatura Iberoamericana por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), En el mes de mayo del año 2010, publicó
un trabajo en Letras Libres, titulado: “Abogado
del Diablo: el juicio al general Arnaldo Ochoa” donde señala
como “los casos de Orlando Zapata y Guillermo Fariñas son
ejemplos de la atroz “justicia cubana” que a finales de los años ochenta se
cebó con el general de división Arnaldo Ochoa, finalmente fusilado”. Gonzalo Celorio regresó a examinar ese dramático proceso, montado,
dirigido y protagonizado por el fiscal, juez y verdugo Fidel Castro. En esos días del 2010, la muerte del preso
político Orlando Zapata Tamayo tras 83 días en huelga de hambre para protestar
por sus condiciones de vida en prisión ocurrida en La Habana, Cuba, el 23 de
febrero de 2010, y la huelga de hambre y de sed que sostenía Guillermo Fariñas
Hernández en Santa Clara desde el 26 de ese mes, me instaron a buscar en mis
archivos las notas que había tomado
cuando leí el libro Causa 1/89. Fin de la
conexión cubana, publicado en La Habana por la Editorial José Martí, en el
que se reúnen los documentos del juicio contra el general Arnaldo Ochoa. Con base en ellas
escribí este artículo que señala las prácticas que adopta el régimen castrista,
igual hoy que hace veinte años o que hace cuarenta, con el caso Padilla, para enfrentar la discrepancia, la
crítica, la oposición o la disidencia. En 1989, después de su confinamiento
y antes de que el Tribunal procediese al interrogatorio, Ochoa será instado a
hablar, y sus declaraciones son lamentables, tristes y terribles. Aceptará sin
chistar todos y cada uno de los delitos que se le achacan, y reconoce
igualmente, sin la menor réplica, las impugnaciones de orden moral que han
recaído sobre su persona: ... “porque no son sólo ustedes y el pueblo el
que está indignado, yo también estoy
indignado conmigo mismo, porque si hay un ser humano que no tuvo nunca razón
para hacer esto fui yo.[...] creo que traicioné a la patria.[...]. La intervención final de Ochoa,
después del interrogatorio, es tan irreal y patética que obligará a González
Celorio a exclamar: ¡¡Carajo!!, y lo escribí en el margen de mi libro al final de esta declaración. Me
acordé de Heberto Padilla y su obligada contrición, sí, pero también de las
víctimas del estalinismo más recalcitrante, como Nikolái Ivánovich Bujarin y
Alexéi Ivánovich Ríkov, cuyos escalofriantes casos han sido relatados por el
escritor cubano Leonardo Padura en su extraordinaria novela El hombre que amaba a los perros ( https://bit.ly/1TK3HTe ) dedicada a Trotski. Recordé también a Milovan
Djilas y Arthur Koestler y Alexandr Solzhenitsyn
y Milan Kundera...
Hoy se cumple un mes desde que Juan Requesens fue secuestrado por las
hordas del régimen dictatorial que controla el poder en este país, tú país, mi
país…
Maracaibo 7 de septiembre 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario