Regreso a hablar de la película Moby Dick protagonizada por Gregory Peck, con Richard Basehart, Leo Genn, James Robertson Justice, y Orson Welles en los papeles principales, cuyo guion, basado en la novela de Herman Melville, fue escrito nada menos que por Ray Douglas Bradbury (1920-2012) (https://bit.ly/2NSNil5) el escritor estadounidense del género fantástico, terror y ciencia ficción, mejor conocido por sus obras “Crónicas marcianas” y la novela “Fahrenheit 451”. Por primera y única vez, Ray Bradbury aceptó elaborar el guion final de una película y con John Houston trabajó duramente para hacerlo en Moby Dick. Cuentan que el escritor, estuvo ocho largos meses en Irlanda dedicado a hacer su trabajo para el que se leyó ¡nueve veces! la novela asegurando que terminó en una horrible depresión sintiéndose aplastado, casi transfigurado por la figura de Melville. Bradbury no sólo cultivó la ciencia ficción y la literatura de corte fantástico, escribió también libros realistas e incluso incursionó en el relato policial. Su prosa estuvo caracterizada por una gran universalidad y también habla de la condición humana. Sus temáticas fueron logradas a través de un estilo poético.
Regresando al tema que nos ocupa, algunas escenas de Moby Dick fueron grabadas en la costa oeste de Irlanda, pero el director decidió que en ese lugar la película tendría una atmósfera lúgubre, y sólo se filmaron allá en días de niebla. Los exteriores de Moby Dick fueron rodados en aguas de Gran Canaria y de la portuguesa isla de Madeira donde se hicieron reales tomas de la caza de ballenas, lideradas por los balleneros madeirenses. El rodaje en la bahía de Las Palmas de Gran Canaria se realizó durante la Navidad de 1954, y la presencia en la isla del director de cine John Huston y del actor Gregory Peck hizo que este rodaje fuese hasta ahora el más comentado de los realizados en las Islas Canarias.
En unos astilleros del Puerto de La Luz en Las Palmas de Gran Canaria, la casa Firestone construyó la maqueta de la gran ballena blanca y para la secuencia final de la película estuvieron presentes en Canarias varios especialistas de la cinematografía norteamericana. En sus memorias, John Huston relató cómo el plano más importante de la película, aquel cuando el brazo inerte del capitán Ahab a lomos de la gran ballena blanca se mueve al vaivén de las olas como señalándole a sus marineros que prosigan la caza, surgió de forma imprevista, gracias a una mezcla de fortuna y pericia por parte de los técnicos que se encargaban de transportar sobre las aguas la gran maqueta del animal.
Curiosamente, el barco que se usó para la filmación de la película Moby Dick fue una goleta de 1870 que ya había sido utilizada para la grabación de Hispanola, la adaptación de Walt Disney de La isla del tesoro. Esta observación me retrotrae a mi infancia y al libro de Stevenson,( https://bit.ly/3CmDoTW) y es que leí muchas veces La isla del Tesoro y me aprendí de memoria un poema en su inicio que siempre pensé era del autor y que no resisto la tentación de escribirlo, aunque sea linealmente como si fuera en prosa: “Si las leyendas de islas ignoradas/De tesoros ocultos, de bandidos/De naves y goletas destrozadas/De náufragos perdidos/De piratas y efigies del Averno/Que en mi mocedad fueron lectura/Te interesan a ti, lector moderno/Abre y lee este libro de aventuras. Si por lo nuevo echaste en el olvido/A los Kingston, a Cooper el viajero/Al viejo Ballantyne, tiempo perdido!/Deposítalos conmigo en una fosa/Donde reposa la musa que inspiró libros tan bellos/Libros y autores, todo en una fosa”. Regreso a La isla del tesoro que Disney produjo después de la adaptación de la novela de Robert Louis Stevenson emprendida por Victor Fleming en el año 1934. Walt Disney encargó una nueva versión a Byron Haskin conminándolo a que se centrase en la relación entre Jim y John Silver. Tal opción conllevaba cierta fidelidad no sólo hacia la historia ideada por el escritor, sino también hacia su sentido dramático . Lo cierto es que para mí resultó inolvidable el papel de Robert Newton como John Long Silver con un ojo que giraba casi independientemente y el de Bobby Driscoll como el niño Jim Hawkins en aquella película del año 1950. Todavía recuerdo el loro gritando “piezas de ocho, piezas de ocho”.
Con tanto mar y peces grandes no es posible dejar de mencionar la aventura del viejo lobo de mar Santiago, en El viejo y el mar (Spencer Tracy en 1958, o Anthony Quinn en 1990), quien tras 84 días de mala suerte sin pescar, se hace a la mar con el objetivo de atrapar un gigantesco pez espada. John Sturges, Henry King y Fred Zinnemann, dirigieron el film en 1958 (The old man and the sea) basado en la novela homónima de Ernest Hemingway; la fotografía y el actor (Spencer Tracy) fueron nominados al Oscar ese año 58 y ganaría la banda sonora del film dirigida por el gran compositor ruso Dimitri Tiomkin.
Pero como hemos hablado de mamíferos y peces grandes, no debo dejar de mencionar el film de Tim Burton Big Fish, con Ewan McGregor, Albert Finney, quien padece una enfermedad terminal y Jessica Lange como su mujer, con las interminables y fantásticas historias que cuenta el padre (Albert Finney) de William Bloom (Billy Crudup). Como comentario final, con tantos regresos a la infancia o adolescencia y el cine, debo mencionar a Bobby Driscoll porque el niño actuó para Walt Disney en Canción del sur (1946), Dentro de mi corazón (1948), y ya lo mencioné al hablar de La isla del tesoro (1950) ya que ese año, recibió un Premio Óscar Juvenil por su excelente trabajo actoral e igualmente sirvió como modelo de animación y le dio la voz al personaje principal de Peter Pan en la película de dibujos animados de Disney del año 1953. Peter Pan, el personaje inolvidable del niño que no quiere crecer y vive en la tierra de Nunca Jamás, del escritor inglés James Matthew Barrie,(https://bit.ly/3dRfG8X) famoso por haber creado a Peter Pan, basándose en sus amigos, los niños Llewellyn Davies en 1904.
Este cuento ha sido llevado al cine en más de 15 películas, algunas poco conocidas, sin duda, para mí en particular, pero debo destacar que me resulta inolvidable el film de Steven Spielberg Hook: el capitán garfio, con la genial actuación de Robin Williams, quizás porque la asocio a la vez primera cuando la vimos en el cine y mi hijo Pablo (el niño lector de Moby Dick) la disfrutó con una emoción tal que sus risas y gritos todavía regresan a mi memoria, con mucho más agrado que volver a las prédicas sobre los fenicios o recordar las complejas situaciones de mis verdes años inniciándome en la investigación científica.
Fin de ¿Para qué investigar? (1 y 2) en Londres el domingo 2 de octubre del año 2022
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