miércoles, 7 de septiembre de 2022

Política y novelas ...


Quisiera poder conversar sobre una posible asociación que podría darse entre la política o lo que podemos considerar como hechos históricos y el quehacer literario. En particular me referiré a la más proteiforme de las creaciones literarias, cual es, la novela.

Ya en noviembre del año 2016 conversé sobre este tema en el blog, a propósito de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) un escritor que logró, relatando los magnicidios del abogado y líder político Jorge Eliécer Gaitán (1948) y del senador liberal Rafael Uribe Uribe (1914), trasladar a una novela “la preocupación de los colombianos con su pasado de violencia y el intento por dejarla atrás”. Juan Gabriel Vásquez destacaría la situación en una entrevista, señalando que “el problema de fondo con estos crímenes es que no tienen culpables”, (El País, enero 2016).

Los venezolanos hemos arribado a grados inconcebibles de impunidad, en medio de la grotesca politización de “nuestra Justicia” y si quieren podríamos arrancar con la muerte del fiscal Anderson, pero siguen presentes y repetidos decenas de crímenes impunes. En las ergástulas del régimen, la muerte regresa sesgando vidas, como ya lo hiciera en 2014 y 2017 con centenares de jóvenes valientes con deleznable complacencia de quienes impasibles llevan las riendas de un desgobierno que se inauguró con la populachera promesa de trasladar a los venezolanos a “el mar de la felicidad” y ha destruido al país llevándolo a la peor crisis de su historia.

Pero: acaso se ha plasmado esta tragedia nacional en la novelística de los venezolanos? Un episodio clave en la historia del pasado siglo XX fue el esesinato de León Trotsky que escindió al Partido Comunista de otras organizaciones izquierdistas, y ese hecho me lleva a la novela de Leonardo Padura “El hombre que amaba a los perros”, la cual al igual que a “La segunda muerte de Ramón Mercader” de Jorge Semprun, se inscriben en una tradición cercana a la de “Tres tristes tigres”, de Cabrera Infante y todas ellas nos obligan a regresar a La Habana, la raíz del mal…

Si volvemos sobre las conexiones del título de “El hombre que amaba a los perros” es el mismo de un cuento de la colección “Asesino en la lluvia” del escritor norteamericano de novelas policiacas Raymond Chandler, y pudiera ser explicable que el narrador, en la novela de Padura, aparezca casi como un doble de el detective “Conde” protagonista de la mayoría de sus novelas y el mismo autor lo percibe como un doble de Padura. Es decir, el personaje de Iván y el autor Padura vivirán en la ficción biográfica, la historia y la política que constituye la novela.

En “Tres tristes tigres”, la parodia literaria vale para reunir en el asesinato y la traición, las amargas realidades que definirían los resultados revolucionarios en La Habana del “infante difunto” quien en aquellos aciagos días recién abandonaba Cabrera Infante su patria. Ahora después de más de 60 años de oprobiosa “revolución” la novelística ha sido trastocada en realidades y el mundo comienza a entender con dolor la tragedia de un pueblo sumido en la esclavitud bajo la ferrea dictadura comunista; estas son realidades que superan lo ficcional.

Cinco años de dudas y miedos llevarían a Padura como autor a atreverse a escribir una especie de simulacro autobiográfico. El miedo, y una metáfora de la generación de Iván quien narra, no es otro que el mismo autor Padura. El asesinato como traición al proyecto revolucionario desencadena relatos y en todos ellos, las profecías de Trotsky, como bien señalaría Padura, “acabaron cumpliéndose”. Lo histórico y lo político se han mezclado en las novelas; la reflexión sobre la novelística ante la tragedia en Venezuela con más de 23 años nos lleva a preguntar por resultados en la novelística…

Regresando al tema que nos ocupa, no acuden a mi mente los novelistas venezolanos ni sus obras que hayan pretendido novelar -parafraseando al escritor Juan Gabriel Vasquez- “la preocupación por un pasado de violencia” y menos aún “el intento por dejarla atrás”. Como ya dijera el antes mencionado escritor colombiano “el problema de fondo con estos crímenes es que no tienen culpables” lo que resulta comprensible ante una “Justicia” complaciente, corrupta y postrada a los pies de una dictadura militarizada.

Me considero un escritor de novelas, zuliano (y me perdonarán la inmodestia pero son 9 novelas ya publicadas )y creo haber inicialmente desnudado las miserias de nuestro añorado sistema democrático en mis libros de ensayos publicados en 1991 y 1998, y en la novela “La Peste Loca” (Maracaibo, 1997). Escribí por la consolidación de la investigación en las universidades y destacaría reiteradamente las deficiencias y la falta de apoyo a esta labor (en “La Entropía Tropical”, “El movedizo encaje de los uveros” y en “Ratones desnudos”). Mostré la corrupción del sistema policial y judicial en medio del narcotráfico (en “Para subir al cielo…”). Llamé la atención sobre las falacias de la revolución cubana cuando nadie se atrevía a hablar de ello (en “Escribir en La Habana”), para finalmente destacar la tragedia político social en que hemos caído en esta “robolución” (en “El año de la lepra”). La última novela publicada es una historia del siglo XVI (“Vesalio el anatomista”) sobre un luchador que por sostener sus criterios termina siendo condenado a muerte.

He querido atreverme a personalizar este asunto de las novelas y de la política, ahora cuando pareciera haber en Venezuela un boom editorial donde se producen libros como un rentable negocio y hay “ferias” para promover sus ventas en lo que personalmente veo como una casi ausencia de lectores quienes parecieran no estar conscientes de lo que está sucediendo en el país que ha visto emigrar en unos 20 años al 45% de su población joven más capacitada y quienes escriben pareciera que no se atreven a relatar ni en cuentos y menos en novelas, la verdadera naturaleza de esta tragedia nacional… 
Como decía mi primo Ernesto…“El que tenga ojos, que vea”.

En Londres, el día miércoles 7 de septiembre del año 2022




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