Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor (1328-1423), nació en Illueca, provincia de Zaragoza, en el Reino de Aragón. Era miembro de la familia Luna, uno de los principales linajes aragoneses, emparentado con arzobispos y reyes. Cómo era usanza para los segundones de las casas importantes empezó la carrera militar, pero luego pasó a la iglesia. Estudió leyes en la Universidad de Montpellier, donde más tarde fue profesor de Derecho Canónico.
Pedro Martínez de Luna fue nombrado cardenal por el papa Gregorio XI en diciembre del año 1375, durante los turbulentos años de la sede de Aviñón y acompañó al pontífice cuando, a instancias de Santa Catalina de Siena, este se atrevió a regresar la sede Papal a Roma, pero el Papa Gregorio XI falleció durante los preparativos para su vuelta a Aviñón, huyendo de los conflictos y revueltas en Roma.
El Cautiverio de Babilonia o Cautividad en Babilonia es el período en el año 586 a. C., cuando parte de los habitantes del Reino de Judá estuvieron exiliados en Babilonia: la deportación y el exilio de los judíos comenzó inmediatamente después de la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo por Nabucodonosor II. El año 538 a. C., el rey persa Ciro el Grande conquistó Babilonia, destruyó su imperio, y autorizó en 537 a. C. a los hebreos a regresar a la tierra de Israel. La expresión Cautividad de Babilonia es aplicada también al periodo del siglo XIV entre los años 1305 y 1377, durante el cual la Santa Sede cambió su residencia de Roma por la ciudad provenzal de Aviñón, período conocido por Papado de Aviñón. El traslado de los Papas fue una imposición del rey de Francia, quien consideraba a los Pontífices sus prisioneros. Se denominó igualmente, el Cisma de Occidente para criticar la residencia Papal en Aviñón.
Tras la muerte del Papa Gregorio XI, el cónclave para elegir su sucesor se inició en Roma el 7 de abril de 1378, con la sola presencia de 16 de los 22 cardenales electores. No se esperó la llegada de los que se encontraban en Aviñón. Los cardenales estaban divididos en tres facciones, lemosinos, galicanos e italianos. Solo el cardenal Pedro de Luna y Roberto de Ginebra, se consideraban neutrales. El pueblo de Roma, temeroso de la elección de un papa francés, pedía en la plaza de San Pedro, un papa romano, o al menos italiano.
El cardenal Pedro de Luna, para para contentar a los romanos y para superar el conflicto entre las dos facciones francesas (lemosinos y galicanos)-propuso la elección del arzobispo de Bari, Bartolomeo Prignano, quien no era cardenal (no estaba en el cónclave), pero así se hizo, el 8 de abril Prignano fue elegido Papa, tomó el nombre de Urbano VI. La cristiandad entera se persuadió de que Urbano había sido elegido legítimamente. Luna, junto a los cardenales que quedaron en Roma, participó de la ceremonia de coronación del nuevo pontífice, el 18 de abril de 1378 en la basílica de Letrán.
Urbano VI se mostraría poco diplomático, lo que llevó a varios cardenales a tener la idea de que se podía declarar nula su elección. Luna nunca estuvo de acuerdo y cuando supo de las intenciones de los cardenales franceses, que se encontraban en Anagni, el 24 de junio, se reunió con ellos e insistió en que habían elegido a Urbano con plena libertad, pero los demás le aseguraron que ellos habían actuado bajo presión y que en circunstancias normales no habrían elegido a Prignano. El cardenal Luna comenzó a dudar.
Cuando llegaron los restantes cardenales que no habían podido acudir a Roma a tiempo para la elección del papa, se consultó nuevamente a Pedro de Luna sobre la legitimidad del cónclave y le convencieron de que la elección de Urbano no había sido legal, y que se había votado, por miedo; y el 2 de agosto de 1378 firmaron un documento en el que declaraban nula la elección del papa, por los motivos planteados. Los cardenales se trasladaron a Fondi, donde el 20 de septiembre se reunieron en cónclave y eligieron a Roberto de Ginebra como papa, quien tomó el nombre de Clemente VII, quien volvió a Aviñón. Pedro de Luna rindió obediencia al nuevo papa, siendo partícipe de uno de los periodos más convulsos de la historia de la Iglesia Católica, el cisma de Occidente.
A la muerte de Clemente VII, en 1394, Pedro de Luna fue elegido pontífice por 20 votos de 21 y tomó el nombre de Benedicto XIII. No obstante, Francia se opuso a este nuevo papa de Aviñón que había mostrado no ser tan manejable como sus antecesores, y que además era súbdito de la Corona de Aragón, por lo cual resultaba difícil obligarle a mantener lealtad a la monarquía francesa. En 1398 Francia terminó por retirar su apoyo político y financiero a la sede papal de Aviñón y se presionó al Papa para que renunciara, a lo que Benedicto XIII se negó alegando un daño irreparable a la Iglesia.
Tras un bloqueo militar de los franceses sobre su palacio papal en Aviñón, Benedicto XIII logró huir de la ciudad en 1403, buscando refugio junto a Luis II de Nápoles. El fin del apoyo francés hizo que también Portugal y Navarra dejaran de reconocerlo como Papa, mientras que 17 cardenales abandonaban la obediencia a Aviñón, quedando solo cinco cardenales leales a Benedicto XIII. Su papado era reconocido ahora solamente por los reinos de Castilla, Aragón, Sicilia (vinculados a la Corona de Aragón) y a Escocia. La lucha que mantuvo el papa Luna contra sus enemigos sirvió para que surgiera la frase popular de "mantenerse en sus trece" en referencia a la negativa de Benedicto XIII de renunciar a su posición de papa.
En un momento dado hubo tres papas simultáneamente (Juan XXIII, Gregorio II y él, Benedicto XIII X, quien siempre adujo que su papado era el válido dado que él (era el único papa que había sido elegido cardenal antes de que se produjese el Cisma de Occidente) era el único realmente legítimo. En 1406 Benedicto XIII inició conversaciones con Gregorio XII para renunciar de manera conjunta y unificar la sede papal, pero esta posibilidad fracasó al insistir Benedicto XIII en su exclusiva legitimidad. Benedicto XIII promovió la llamada Disputa de Tortosa en 1413 entre canónigos católicos y dirigentes religiosos judíos, en un intento de revitalizar su actividad papal y de contrarrestar el menguante apoyo a su causa.
Finalmente, las tesis conciliaristas, que defendían que el concilio era superior al papa, triunfaron y, al negarse nuevamente a renunciar, Benedicto XIII fue condenado en el concilio de Constanza de 1415 como hereje y antipapa, y depuesto junto con el antipapa Juan XXIII. Mientras que el papa Gregorio XII de Roma renunció a favor de la unificación de la Iglesia y el Concilio designó a Martín V como pontífice único. El antipapa gozó aún de la protección de Alfonso V de Aragón por cuestiones políticas, pero sin real influencia en el resto de Europa. “El Papa Luna” murió el 23 de mayo de 1423, a los 94 años, en el Castillo de Peñíscola, antigua fortaleza de la Orden del Templo donde había trasladado la sede papal.
A su muerte sus cardenales eligieron a su sucesor, Gil Sánchez Muñoz, que tomó el nombre de Clemente VIII, último papa de la obediencia de Aviñón, en el Salón del Cónclave del castillo de Peñíscola, lugar donde residió hasta su abdicación en Martín V. Esta se produjo en San Mateo, en el Maestrazgo castellonense, el 26 de julio de 1429, principalmente debida a las presiones políticas del rey de la Corona de Aragón, Alfonso V, inmerso en la conquista del reino de Nápoles. Con esta abdicación se considera que finalizaba el Cisma de la Iglesia ya de vuelta a su sede natural en Roma.
Tema revisado en Londres el martes 27 de septiembre del año 2022
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