lunes, 26 de septiembre de 2022

En Babilonia


Estábamos en una taguarita tranquila, popular, como casi todas las de nuestro sector preferido de Babilonia, una covacha no visitada por mujeres, un cubil creado estrictamente para beber y beber tarros con cerveza espumosa mientras conversábamos interminablemente, sin atenderle al tiempo...  Aquella noche Ninibiones estaba inspirado... Levantó su jarra y nos miró fijamente mientras decía. -¡Coño, Toño! Tu lucha por el Santo Grial es una pérdida de tiempo asquerosa. Nini prosiguió su discurso. -Me recuerdas a Gilgames, el que buscó la planta de la inmortalidad con mucho afán, pero nunca pudo hallarla.

-Más vaina vamos a echar aque las putas, replicó Alonso interrumpiendo a mi inspirado amigo quien como si estuviese sordo continuó. -No obstante, en su vano empeño, Gilgames nos dejó una muestra de lo que vale el hombre, la amistad, la lealtad... -Bueno, si somos realmente amigos tendremos que acompañar a Alonso a que las putas, insistió Clavelo tapándole la boca a Ninibiones. -¡Vamonós par co ño pues!

Lo cierto era que todos sabíamos que Ninibiones con un par de cervezas tomaba el tema filosófico y eso era tan preciso como el número de tarros que ameritaba Alonso antes de ponerse a decir, “tengo que matar a mi mujer y me quiero ir pa que las putas” y de allí en adelante tendríamos que complacerle o soportar ese sonsonete toda la pea. Yo continuaba silente, pero insistí en escuchar a Ninibiones, quien sonriendo prosiguió como si nada. -Lo terrible es que la muerte es lo único que tenemos por seguro, ella es ineludible, inexorable, tan segura es como decirles que en las manos de cada uno de nosotros está la posibilidad de ser inmortales...

De repente me encontré apoyándome en aquella pared de mosaicos azules y blancos, sin que lo hubiese presentido ni un instante, ni tan siquiera cuando comenzábamos a beber cerveza y estábamos lúcidos, y percibí como mis sandalias se adherían a la tierra cenagosa de aquella calle oscura encerrada entre muros rústicos de arcilla. Si hubieras sido vos, te lo juro por Dios y mi madre que no hubieras podido entender la situación, porque era como un sueño, puede que vos no reconozcáis el sitio, pero yo me dije…¡Vértica!, tengo que estar en Babilonia, y en el mero centro, es que este tipo de jaibas solo se ven cuando bajáis pal centro...

Así pues, yo tenía ese rebulicio en la cabeza pensando que había sido un error táctico, y que no debía haber cambiado mi turno de la guardia, que quien sabe como estaría en ese momento la emergencia de niños, repleta de alaridos y oliendo a berrenchín y trapitoechina, que si aquello, que si esto, que si lo otro, que si acaso eso que llegaba a mi mente sería lo que llamaban, fallas en el concepto de la responsabilidad, y yo estaba en ese desideratum, dando más vueltas que mamón en bocaevieja o las que da un perro paecharse pero ¿que podéis hacerle?

A pesar de todo, pude notar como la brisa vespertina penetraba por la ventana a través de multicolores cilindros de madera; venía desde el patio trasero, un tierrero cundido de matas de mango. Ante la mesa llena de botellitas ambarinas, de nuevo hablaba el Toño y volvía a la carga. Discutía con Ninibiones, enfrascado en su empeño de relacionar el arca de Noe, con la Nave construida por Upnapistin. Su amigo quizás no le comprendía pues replicaba en voz alta. -Pero Toño. ¡Retoño del coño! Entendeme que no habría podido ser de otra manera, de no haber sido por el Dios Ea, se rejoden todos, y te dejo dicho de paso que los traicionaron par coño, el plan de los Dioses nunca le hubiera sido develado a Upnapistin, y entonces la simiente de los seres humanos no hubiese podido ser llevaba a la gigante nave y todas las criaturas habrían muerto ahogadas y punto final.

-Eso es lo que yo mismo te vengo diciendo, le respondió Antonio. -Para mí esa jaiba no es más que el mismo Diluvio Universal de la Biblia ¿Me entendéis? Toño y Clavelo admiraban los conocimientos histórico-literarios de su compañero, pero Clavelo no era amigo de seguirle todo el tiempo la corriente a Ninibiones, sobre todo cuando se enfrascaba en aquellos temas esotéricos, especialmente cuando y como aquella noche, supuestamente habían salido tan solo a beber cerveza…

Ya lo que le estaba provocando a Alonso era “matar a su mujer” y en realidad, las historias de cómo Gilgames el rey de Uruk había derrotado al demonio usurpador Kunibaba, no le interesaban en lo absoluto. Por eso y por bastante más, todos dejaron la taguarita ya anocheciendo y cuando enfilaron por el callejón del Amparo hacia la casa de Astaned, estaban sin duda alguna, parcialmente confundidos por la cerveza. Así traspusieron el zaguán oscuro, revestido de mosaicos azules con dibujos amarillos y se encontraron en un cálido y reconfortante ambiente con blandas alfombras que se hundían suavemente bajo sus sandalias, y grandes lámparas en el techo que emitían una tenue luz amarillenta con destellos rojizos.

En una de las esquinas se advertían varias jóvenes mujeres con los brazos teñidos de púrpura; ellas tocaban flautas y cítaras y reposaban entre grandes cojines y almohadones tapizados con seda roja. Los amigos con la alegría del hígado provocada por los incontables tarros de cerveza, casi no percibieron el aroma de los dulces ungüentos que despedían los incensarios y se dejaron conducir en la penumbra ambarina hacia los recovecos más profundos del recinto.

Ninibiones ya había ordenado las cervezas y comenzaba de nuevo a hablar sobre Gilgames cuando ella con gestos felinos se acercó hasta la mesa. Sus ojos eran muy grandes y muy verdes, alrededor de ellos se había pintado líneas de color azul y violeta, los dientes parecían blancas perlas en su boca carnosa color sangre. Iba vestida con una túnica adornada con hilos de plata que llegaban hasta sus pies y que parecía nacer desde sus pechos descubiertos, como es costumbre en las mujeres cretenses, los pezones estaban pintados de rojo púrpura y la piel recubierta con fino polvo de oro, la cintura ceñida por dos correas con cientos de campanitas de plata que tintineaban quedamente y ante ellos inclinó su cabeza tocada con un extraño peinado lleno de cintas de colores que recogían su cabellera negra, sedosa y abundante.

-Soy Astaned, les dijo y se acercó hasta Antonio para tomarle la cara entre sus manos con largas uñas pintadas de azul. Mirando profundamente sus ojos ronroneó. -Tú me gustas, vente conmigo ahora y dame tus frutos, sé mi hombre y yo seré tu hembra, yo te regalaré un carro de oro y lapislázuli, con ruedas de plata y ejes de diamante, soy la hija de Anú y si entras en mí, serás el más sabio, el más dichoso y el más afortunado de los hombres. Ninibiones quien conocía el curso de todas las historias, sintió miedo porque estaba seguro de que el Toñito con su ridícula manía de la castidad y demás vainas que continuamente constreñían sus acciones, ante la propuesta del sexo débil rehusaría el pedido amoroso de la diosa Ishtar y al final como siempre y eso le constaba a él quien era su amigo de verdad verdad, les tocaría a él y a los demás compañeros de palos, padecer los horrores de aquellos maleficios demoníacos y así sufrirían como Enkidu, y se verían arrojados al reino arcano, la región donde todos van y de donde nadie vuelve y entonces, en aquel momento supremo, seguro estaba de que se cumpliría el designio de los Dioses cuando vieron regresar a la serpiente con la planta y luego sin escapatoria volvería a suceder lo mismo, ella se iría, desaparecería par coño, al igual que la serpiente, así… Ella sonrió y se sumergió ante todos en las profundidades del abismo, ella como la culebra también habría de esfumarse y así, presos del destino cruel e inextricable todos envejecerían y morirían.

Este fragmento de una vieja historia, es repuesta para los lectores, hoy lunes 26 de septiembre del año 2022, en Londres.


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