Roberto Bolaño (1953-2003) decía que en las novelas: “hay que ser un redomado embustero para ser un buen novelista”. Nacido en Chile, de donde hubo de exiliarse y adonde regresó solo en un par de ocasiones, la mayor parte de su vida transcurrió entre México y España. Bolaño se refirió a una curiosa afirmación de William Burroughs, según la cual el lenguaje “era un virus llegado del espacio exterior”, una frase para recordar a Philip K. Dick y sus relatos de ciencia ficción (https://bit.ly/3RDcDiS) por el que Bolaño sentía admiración y a quien calificaba de paranoico y esquizofrénico, como “una especie de Kafka pasado por el ácido lisérgico y la rabia”. En Bolaño, la literatura siempre pareció ser “un viaje incesante hacia la muerte”, aunque este discurso no lo haría en línea recta.
Roberto Bolaño Ávalos fue un escritor y poeta chileno, autor de las novelas “Los detectives salvajes”, ganadora del Premio Herralde en 1998 y el Premio Rómulo Gallegos en 1999; Luego de “Los detectives salvajes” y la breve “Estrella distante” (https://bit.ly/3Roj1L2), estos y “2666” figuran entre los mejores 100 libros en lengua castellana de los últimos 25 años. Al momento de su muerte tenía 37 contratos de publicación en diez países y su obra ha sido traducida a numerosos idiomas, el inglés, francés, alemán, italiano y neerlandés. Hoy día se considera a Bolaño, como uno de los grandes autores hispanoamericanos del siglo XX, junto con otros escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Julio Cortázar.
“2666” es una novela total, y Bolaños empleó el término comparando “2666” con la caótica novela (https://bit.ly/3AQwlAW) “Bajo el volcán” de Malcolm Lowry, que caracterizó como una “novela que se sumerge en el caos (que es la materia misma de la novela ideal) y que trata de ordenarlo y de hacerlo legible”. La novela “2666” se inicia en Europa, a finales del siglo XX cuando un grupo de académicos trata de dar con el paradero de Benno von Archimboldi, un mítico escritor alemán. En la ciudad de Santa Teresa, en el desierto de Sonora, viven los archimboldianos, curiosos personajes quienes entre sí, se envían mensajes cifrados, y la clave de los crímenes del desierto de Sonora puede que se encuentre en el útero de Lotte Reiter, la hermana de Archimboldi Benno von Archimboldi.
La novela “2666” se sitúa así en ese espacio intermedio esencial en la poética de Bolaños, el sueño, territorio separado de la muerte por una frontera porosa. Así los personajes de “2666” se adentran en este locus intermedio para comunicarse entre sí, con mensajes cifrados capaces de atravesar los límites de las distintas partes de la novela. Lotte Reiter, la hermana de Archimboldi sueña de manera recurrente con un cementerio y la tumba de un gigante. De la vidente se espera que arroje alguna pista para resolver los terribles asesinatos de mujeres en el desierto, mientras los críticos tienen la certeza de que el asesino está allí mismo, junto a ellos, pero no lo ven porque están despiertos.
“2666” sigue con la historia de Amalfitano, un exiliado chileno profesor y traductor de Archimboldo al español, quien da clases en la universidad de Santa Teresa. La historia se ramifica en intrigas en Barcelona y en el manicomio y el cementerio de Mondragón, lugar propicio al sueño y al sexo… Metástasis textuales, son el Testamento de Rafael Dieste, en las cuerdas de un tendedero, los diagramas jocoso-epistemológicos de Amalfitano que terminan refugiándose en un sueño que obliga al traductor de Archimboldo a despertarse, muy a su pesar. Telarañas de la muerte, tratan de envolver en Harlem, Nueva York, a un hombre llamado Destino. Cómo en una novela negra, protagonizada por el periodista deportivo negro, Óscar Fate, quien tiene que viajar a Santa Teresa para un combate de boxeo y el viento del desierto le susurra la historia de que están asesinando a cientos de mujeres en el desierto de Sonora. Así “2666” se orienta en el presidio de Santa Teresa, donde Fate oye a alguien que canta «Soy un gigante perdido en medio de un bosque quemado». Pudiera ser la voz de Archimboldi, pero Fate además no está seguro de no estar soñando.
Santa Teresa es el Yoknapatawpha (https://bit.ly/3D1dmX5) de Bolaño, y Comala tal vez sería su infierno (https://bit.ly/3AM3Dky). Santa Teresa, es también la transposición de Ciudad Juárez. “El infierno, nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra interpretación de la realidad y de nuestros deseos”. Bolaño eligió “un misterio” del que los medios de comunicación llevaban ocupándose doce años, los asesinatos de mujeres perpetrados en Ciudad Juárez y sus alrededores como una letanía escalofriante donde la mayoría de las víctimas son muchachas pobres y explotadas, violadas, mutiladas, que aparecen abandonados en barrancos, vertederos, y descampados. El escritor deja que los asesinatos salpiquen las páginas como gotas de lluvia en el desierto. Policías y detectives en la escena del crimen, lloran o vomitan, se ríen, o no pueden dormir, o, al fin se acostumbran y se olvidan de quienes trabajaban en maquiladoras. Un detective le recuerda a otro que “las que estaban muriendo eran obreras, no putas”.
El lenguaje de Bolaño es visionario, pero está lejos del realismo mágico al que, pareciera darle un carpetazo definitivo y genial. En el presidio de Santa Teresa los presos “se mueven como comandos perdidos en una isla tóxica de otro planeta”. Bolaño evoca con extraordinaria precisión la topografía de la muerte, anclando en la realidad, para, de repente, lograr catapultarse a uno de los crímenes que se comete en un lugar que antes se llamaba El Obelisco, porque, una vez hubo allí «un obelisco dibujado por un bebé monstruoso que vivía en las afueras de Santa Teresa y que se paseaba por el desierto comiendo alacranes y lagartos y que nunca dormía y que recién aprendía a dibujar”.
“2666” es el logro mayor y se da, de manera especial, en el plano del lenguaje. De Bolaño se puede decir lo que dijo Cortázar de Lezama Lima, cuando “Paradiso” era una obra maestra desconocida, o lo que dijo el propio Bolaño de Philip K. Dick: «Es bueno incluso cuando es malo». El lenguaje de Bolaño le hace justicia a la extrañeza del momento con imágenes irrepetibles. Bolaño, aquejado de una afección hepática incurable, escribe a las puertas mismas de la muerte y en la quinta parte nos catapulta a la historia de Hans Reiter, futuro escritor que nos remite directamente al mal lográndolo con una prosa mimética de remota filiación kafkiana. Con las SS hace cabalgar a Parsifal, así asistiremos al exterminio de prisioneros judíos y como en “Estrella distante”, con una prosa elíptica, de extraña frialdad, las frases de Bolaño alcanzan un estado máximo de depuración para llegar por otro camino, al blanco de la verdad. “2666” viene a ser la culminación de la trayectoria de Bolaño.
La lectura de “2666” deja una honda nostalgia de un todo perdido, difícilmente nombrable, la sensación de haber dado un largo paseo por la soledad y el caos. Bajo la superficie de sus páginas late una profunda humanidad, una visión compasiva de la existencia.
Redactado en Londres el día jueves 8 de septiembre del año 2022
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