Volver a “Sarita”
En
mayo del año pasado (2021), relaté en este mismo blog (lapesteloca) las experiencias vividas en un “Club de Lectura” capitalino, tras el análisis de una de mis novelas
que el personal de El Banco Exterior (https://bit.ly/2SabPIx) había
seleccionado para, tras su lectura poder conversar personalmente los lectores
-unos 30 empleados de la institución- con el autor. Era una novela sobre
ratones en cueros, y por ello intitulé la historia ya relatada en el blog como
“El Club de los ratones desnudos”…
Hoy
quisiera referirme a un fragmento de mi novela original “Ratones desnudos” (elotro@elmismo Ed. Mérida 2011) en
la que relataría la conversación de un periodista (HS) quien desea conocer detalles sobre la vida de los personajes de
un Instituto de investigaciones neurológicas ya desaparecido, cuyas siglas
fueron INP, e interpela a el antiguo fotógrafo (A) de aquella extinta institución…
“Salimos
del bar del hotel para irnos “a que Sarita”. Así es como le dicen a la
“taguara” donde inicialmente me había invitado Amador y de momentos; el sitio
más apropiado para continuar bebiendo cerveza. Me explicó que estábamos tan
solo a un par de cuadras de distancia, pero que dados los peligros de la noche,
una inseguridad tal que estaba ya caracterizando a todas las ciudades del país
desde finales del siglo XX, era preferible trasladarnos en su auto. . .
Los
personajes se dirigieron hasta “Sarita”, un sitio muy popular en Maracaibo,
para beber cerveza en las calurosas noches de la ciudad “amada por el sol”…
La
entrada protegida por “parabanes” pintados de rojo y con el emblema de la
cerveza en letras doradas, les impedía mirar hacia afuera y además no era
posible ver los autos en la calle por una tupida pared de matas de cayena que
rodeaba el recinto.
Nos
sentamos en taburetes de cuero de chivo y en un instante estábamos degustando
la Regional que estaba “como culoefoca”. Después de hacer un poco de pugilato
literario y de caer en el folcklore de los guajiros y del real significado de
la gaita zuliana, regresé al tema del amor en el INP, tal vez recordando al
Gabo en los tiempos del cólera.
El
periodista Hernando Salazar prosigue su relato destacando sus esfuerzos por
convencer al fotógrafo Amador para que le cuente los detalles que conozca sobre
los supuestos amores del doctor Diego Carías (quien en la novela permanece
secuestrado en la cajuela de un automóvil).
Insistí
ante Amador que las mujeres del INP, sus romances y desamores, me estaban dando
que pensar en lo relacionado con el cuento de los ratoncitos nudistas. Mi amigo
el fotógrafo me dio a entender que yo estaba prejuiciado por los disparates que
le había oído a la bruja Ágatha. Yo tuve que decirle que creía que él me estaba
sacando el cuerpo para no tocar ciertos temas
escabrosos,
y volví a la carga.
HS: Entonces amigo mío, de la doctora Manzanilla y de sus afinidades, por llamar de alguna manera sus acercamientos a Diego Carías, no me vas a dar ni una pista. ¡Serás una tumba!
A: ¡Pero como sos de persistente vos! Che pibe, yo mantengo mi palabra. Soy una lápida.
HS: Amador. Tu nombre lo dice todo.
En esos planteamientos amatorios, he hallado sorprendentes paralelismos entre
ciertas historias y asuntos del corazón. Pero me falta información. Creo que tú
me puedes dar datos. Por ejemplo. Yo vengo de hablar con el doctor Soriano y
puede parecer curioso, pero no tengo detalles sobre su vida personal. No sé si
estas cosas del amor son irrelevantes para él, pero ni idea tengo sobre su vida
con una mujer, si tiene hijos, si acaso él se casó. ¡No sé nada de él! De eso,
nada me dijo.
A: Soriano se casó en los Estados
Unidos con una gringa. ¡Calculá vos que pipiolada, che! Le pasó que, un par de
años después de haber regresado y viviendo en Ciudad Bolívar, la piba se le
fue. Se regresó a visitar a sus padres con su hijo muy pequeño y no regresó
nunca más. ¡Angostura era para ella la manigua che! Eso dijeron. Al pasar los
años, Soriano se fue quedando como una especie de viudo. Vivió siempre como en
espera de algo que nunca volvió a ser. Al final, dejó de buscarla, se cansó...
Como el cuervo de Poe, “never more” ¿Qué más queréis que te diga che?
HS: La desgracia como que les
persigue, ¿verdad? A mí, se me hace raro que Diego Carías, siendo un
investigador tan prolífico, cuya historia profesional suena como la de un tipo
muy centrado, dedicado a su trabajo y por demás, exitoso, pareciera haber sido
poco diestro en el manejo de sus sentimientos, de ¿de sus emociones será?, no
lo sé, o de sus historias amorosas...
A: ¿Sabés qué pibe? Cada
cabeza es un mundo. Te pongo el caso. Vos conociste sobre mi vida de
saltimbanqui, pero decime, ¿sabés vos porqué yo cambié completamente? Yo sí lo
sé, pibe. Fue María Elvira che. Con ella yo he sido muy feliz y, ¿te digo?, vos
me tenés que escuchar. Te juro que nunca le he faltado, y no me arrepiento,
che.
HS: ¿Qué? …
A: ¡Boludo vos! No te miento, che.
¿Sabéis qué? He aprendido que a vos no te debe importar cómo le caigás a la
gente, que si sois simpático, que si vienen y te miran feo. A la gente, ni
media bola le tenéis que parar. ¿Te digo, sí? No es para nada necesario que te
quieran bien. Si vos queréis ser feliz, lo que necesitás es querer. Eso y no
más. ¿Me entendés pibe? Querer vos, a la otra persona, amarla, pero de verdad…
HS: ¿Cómo?
A: Pero, ¡ya va!, esperate. Hay una
condición. ¿Sabés qué cosa necesitás, chepibe? La condición debe ser, no
esperar nunca una retribución. ¿Capishi? Te estoy hablando che, de querer, de
amar, sin esperar nada a cambio. ¿Vergatario el asunto? Amor así, con todos los
hierros, amor de verdad, y si te corresponden, ¡pues mejor, mucho mejor! Pues
claro, pero entendeme, che. La felicidad está en vos mismo, en ese darte todo,
¿me entendés, che? Lo demás son mentiras, mentiras y lamentos. Al final
escondida en las aguas de una mirada buena puede estar la muerte agazapada y
cuando menos manyés, no podréis abrigarla porque más podrá siempre la muerte,
¿me entendés pibe? Te lo dice un viejo que ha recorrido el mundo. Al final, ya
lo sabés, acabás sabiendo más por viejo que por ser el mismo diábolo. ¡Qué
macana!
HS: Me has dejado mudo.
Nota: con
mínimas modificaciones, texto extraído de la novela “Ratones desnudos”
Maracaibo, martes 3 de mayo del año 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario