Eduardo Kingman
En diciembre del año 2018, desde Mississauga escribí una anécdota
refiriendo lo sucedido a finales del año 1997 durante mi primer viaje al
Ecuador en compañía de Arfilio Martínez, un gran amigo, maracucho, muy activo
vendedor de reactivos para los estudios histológicos e inmunohistoquímicos
(IHQ) en patología, quien me financiaba el viaje a el Congreso Ecuatoriano de
Patología para dar unas conferencias sobre la aplicación de la IHQ.
Arfilio me habló del famoso pintor Kingsman a quien le iba a comprar un cuadro, pero unos días más tarde, me informó que en esos días, el pintor había fallecido y ante mi sorpresa, me confesó que me aquel no era el primer caso donde ese curioso efecto le sucedía. Desde entonces me he negado a venderle cualquier pintura de mi autoría por razones obvias. Pero no he olvidado las hermosas pinturas de Kingman y voy nuevamente a destacar la obra de este famoso artista ecuatoriano de apellido anglosajón…
Para el año 1906 la mina aurífera de Portovelo, en el Ecuador, requería servicios médicos para sus empleados importantes, ya que según un informe escrito por la compañía minera estadounidense South America Develoment Company, Portovelo era “un caserío miserable donde unas pocas familias llenas de paludismo llevaban una existencia por demás penosa”. Esta fue la razón por la cual el médico Edward Kingman, natural de de Newton, Connecticut, viajó al Ecuador. Desde Loja, a un día de viaje de la mina de Portovelo, fue llamado Kingman para que atendiese a la aristócrata lojana Rosita Riofrío, viuda de Córdoba, y poco tiempo después, Edward Kingman y Rosita Riofrío contrajeron matrimonio del que nacerían con los años tres hijosː Eunice, Eduardo y Nicolás Kingman Riofrío.
Será uno de los hijos del gringo Kingman, Eduardo Kingman Riofrío, quien junto
a Oswaldo Guayasamín y Camilo Egas, serán los
representantes del expresionismo
y el indigenismo en la pintura
ecuatoriana del siglo XX. Nacido en Portovelo (provincia de El Oro) en 1913,
falleció en Quito, el 27 de noviembre
de 1997,
y es conocido también como El pintor
de las manos, un
maestro del expresionismo ecuatoriano quien
fue pintor, dibujante,
grabador y muralista.
Edward Kingman regresaría a Estados Unidos movido por la nostalgia, y dejó en Ecuador a su esposa e hijos junto con una herencia de cien mil sucres, que colocados en manos de Rafael Riofrío serían suficientes para mantener a la familia. Sin embargo involucrado en ruinosos negocios terminaría por dilapidar el dinero del que disponían y llevaría a la familia a la venta de la casa, hasta que la presión y el acoso de los acreedores los obligó a mudarse a Quito en 1918. Quito era una pequeña gran ciudad
, y se instalaron en una casa en las afueras hacia el norte. Sus estudios primarios los realizó Eduardo en la escuela anexa y posteriormente estudiaría un año en el Colegio Nacional Mejía. Como la atracción por el arte era cada vez más fuerte, en 1928, Eduardo ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Quito que se encontraba en el parque de la Alameda.En la
Escuela de Bellas Artes, Eduardo Kingman se convierte en alumno del maestro Víctor Mideros. Allí, conoce a
Camilo Egas, y a su hermano Luis que era maestro de escultura y hacía frisos
solemnes y motivos heroicos. Ambos artistas llegados de las capas medias y
bajas de la sociedad se rebelaban contra las formas que les parecían alejadas
de la realidad, cuando la situación social y política del país incitaba a los
jóvenes universitarios, intelectuales y artistas a la rebelión. En noviembre de 1922
se produjo una huelga donde los sindicatos y el pueblo saldrían a las calles de
Guayaquil a protestar contra el hambre y la
injusticia social. En este entorno los jóvenes artistas de Bellas Artes
protestarían de la única manera en que podían hacerlo: pintando. Kingman
estudiaría sólo tres años en la Escuela de Bellas Artes y estos serían sus
únicos años de formación académica. En 1931 la familia se trasladó a Guayaquil
donde Kingman conseguiría trabajo como caricaturista
del diario El Universo, periodo este,
cuando comienza su carrera como pintor.
En 1930
tres jóvenes escritores habían publicado un libro de realismo crudo, con
lenguaje popular acerca de las clases sociales de la época. Los que se
van fue uno de los libros que más
influenciaría su estilo de visión rebelde. Durante esos años mantuvo contacto
con el Grupo de Guayaquil, al igual que
su hermano Nicolás, en un ambiente donde bullían ideas revolucionarias, que
fueron ganando espacio entre los jóvenes artistas y literatos. En 1933 Kingman
realiza su primera exposición, en la galería Alere Flamman, junto con Antonio Bellolio.
Posteriormente
expondría sus obras en la Escuela de Derecho junto con apuntes de escenas
callejeras, obtienen el primer premio. Pedro Jorge
Vera escribiría
“Hay que mirar “Un Obrero Muerto” para darse cuenta de cómo incita Kingman
al motín”. “Los Balseros” y “Un himno lleno de protestas” llevarían
a la burguesía, intimidada a decir de su pintura, que era “una mala imitación de Diego Rivera”, sin duda
existían detrás prejuicios de clase. Al año siguiente, el jurado del
concurso Mariano Aguilera, otorgaba el primer premio a El Carbonero de Kingman, donde salta a la vista el influjo
de los grandes muralistas mexicanos en sus calidades formales, la desproporción
anatómica, con los enormes brazos que caracterizaban a esa figura, como gesto y
rasgo de su constitución somática.
Kingman
se instala en Quito en 1935 y el triunfo de 1936 lo sitúa en la primera línea
de la intelectualidad quiteña. El joven pintor de ideas socialistas, se une a
una vanguardia literaria y plástica de denuncia en contra de las clases
dominantes. Pablo Palacio con Vida
del ahorcado en 1932 y Jorge Icaza
con su vehemente Huasipungo en 1934, mientras Kingman
participaba ilustrando como creyente de “que la literatura y la pintura deben marchar
del brazo, ambas al servicio de una filosofía social”.
Kingman salta al
exterior; en 1938 expone sus obras en Bogotá;
en 1939 en el pabellón de Ecuador en la Exposición Mundial de Nueva York;
en 1940 el Museo de Arte Moderno de Nueva York
adquiere el óleo Los Chucchidores;
en 1942 en el Newark Museum de San Francisco y expone en el
Museo de Bellas Artes de Caracas.
La exposición de Bogotá fue decisiva para Kingman, ya que Benjamín Carrión
procuró rodear la muestra de conferencias y toda una tupida red de críticas y
comentarios. En Perú
no expuso, pero en 1941 lo recorrió hasta el Cuzco y Machu Picchu, visita que lo
aproximó al indigenismo peruano. A finales de 1939 Eduardo Kingman y Bolívar
Mena Franco se ganaron el cargo de ayudantes de Camilo Egas para la pintura
mural interna del pabellón ecuatoriano de la Exposición de Nueva York. La gran
metrópoli no atrajo a Kingman y su primer viaje a Estados Unidos resultó gris y
desolador. Apenas le dedicó un par de acuarelas. Su único deseo era regresar lo
más pronto posible a Ecuador.
A comienzos de la
década de los sesenta, Kingman Riofrío pinta Guagua en surco. La búsqueda de materiales fuertes, con
algo de telúrico en sí, se prolonga en estos años y como el óleo no sufre tales
intrusiones, Kingman decide pintar al acrílico. A mediados de 1971, la revista Américas
dedicó un artículo a Kingman y lo tituló Painter of Hands (El pintor de las manos). En 1972 Kingman decide trasladarse
de Quito al Valle de Los Chillos, a una
casa de pueblo que llamaría La Posada de la Soledad. En 1985 a finales de enero Eduardo Kingman se
convirtió en una de las grandes figuras de la gran exposición de Arte Sacro
Contemporáneo del Ecuador que se abrió en Guayaquil.
Cerca del final de
su carrera, Kingman fue honrado con una exposición con su arte en las Naciones Unidas, Nueva York.
Kingman era un fumador frecuente lo que, con el tiempo, le provocaría fallas de
salud hasta que una enfermedad degenerativa además de un enfisema pulmonar
provocada por los años como fumador lo condujo al deceso por leucemia.
Fallecería el 27 noviembre de 1997, a los 84 años de edad.
Maracaibo, domingo 15 de mayo del año 2022
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